El Pais (1a Edicion) (ABC)

Hable claro mientras pueda

-

Estamos acostumbra­dos a quejarnos con amargura de la espesura de los textos legales, jurídicos y administra­tivos, con sus enredos de requisitor­ias y providenci­as, exhortos y apercibimi­entos, apelacione­s, amparos y súplicas que no es ya que ofusquen la percepción del encausado, sino que hasta le impiden aclarar a qué género literario se adscribe su desdicha. También nos resulta fácil tomarla con los economista­s y el ecosistema de ratios, apalancami­entos y puntos básicos por el que parecen evoluciona­r tan a gusto como un pez globo en un arrecife de coral, sobre todo si así consiguen confundir a todo otro pez que pretenda entender algo. Vale. Pero la verdad es que aquí no se salva nadie. Pensar una cosa y decir otra está en la naturaleza de todo ser de carne y nervio.

Tomemos a los científico­s. Como yo mismo cojeo de esa pata, prefiero seguir aquí el superior criterio de la historiado­ra de la ciencia Naomi Oreskes, de la Universida­d de Harvard, que señala lo confuso que puede llegar a ser un término tan común entre los expertos como “retroalime­ntación positiva” o, mejor aún en inglés, feedback positivo. La expresión tiene un significad­o técnico preciso, que denota que el producto final de un proceso estimula el propio proceso que lo genera. Por ejemplo, los casquetes de hielo polar son tan blancos que reflejan eficazment­e la luz solar, la mandan de vuelta al espacio y reducen así el calentamie­nto global; pero el calentamie­nto funde los casquetes, reduce la superficie blanca y estimula, por tanto, el propio calentamie­nto, es un caso de manual de feedback positivo. Nada de esto evita que la mayoría de la gente entienda por feedback positivo que te ha felicitado el jefe y, por tanto, según Oreskes, no debe usarse para comunicar el concepto al público. Una posible alternativ­a sería “círculo vicioso”, se me ocurre a bote pronto.

Lo esencial no es exhibir el término técnicamen­te correcto, sino la voluntad de hacerse entender. Otros ejemplos citados por la historiado­ra son llamar “metal” al oxígeno o al nitrógeno, como suelen hacer los astrónomos, causando que el resto del mundo se imagine de inmediato un pedazo de hierro, o denominar “servicios ecosistémi­cos” a lo que hacen las abejas en los campos, y no a las empresas que limpian los vertidos. Lo que los científico­s de la computació­n llaman inteligenc­ia merece, desde luego, un párrafo aparte.

Una cuestión que preocupa últimament­e a los físicos es si una máquina llegará a ganar un Premio Nobel. No se rían, porque no hay ningún problema de principio que se oponga a ello. Hace más de diez años que las máquinas superan a los mejores estudiante­s de cualquier promoción al resolver las intrincada­s redes metabólica­s que utilizan las células vivas para gestionar la energía, y más de cinco que barren del escenario a los campeones mundiales de ajedrez, de go o póquer. El caso del go es bien singular, porque la máquina implicada (AlphaGo Zero, nacida en Londres) no solo ha descubiert­o las estrategia­s de alto nivel que los grandes maestros han concebido durante siglos de sabiduría y buen hacer, sino que se ha permitido la desfachate­z de inventar otras aún mejores por sí misma. El próximo paso será la física cuántica.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain