El Pais (1a Edicion) (ABC)

‘Get Back’ es un acontecimi­ento

- RICARDO DE QUEROL

Es conocida la tendencia de Peter Jackson a la desmesura en el metraje: su aclamada trilogía de El señor de los anillos suma 9 horas en su versión comercial y 11 horas en la extendida. Ahora el director nos regala The Beatles: Get Back, que estrena hoy Disney+, una inmersión de casi ocho horas en las sesiones de grabación de Let It Be en enero de 1969 a partir de las filmacione­s de 22 días de trabajo de los Fab Four. Ha dicho Jackson que pensaba hacer una sola entrega de dos horas y media, pero la pandemia le dio tiempo de sobra para estudiar, restaurar, editar y montar un material tan abrumador que desembocó en tres capítulos de larga duración.

Los Beatles están bajo fuerte presión, incómodos por las cámaras que les observan sin descanso, indecisos sobre el rumbo que van a tomar y, no es tan explícito esto, cercanos al final. Y, sin embargo, en solo tres semanas son capaces de crear desde la nada las canciones del álbum Let It Be y la mitad de las del siguiente y último, Abbey Road; para colmo se nos muestran todas las que desechan (una pena por la rítmica y antirracis­ta Commonweal­th, entre otras), y algunas que acabarían en sus primeros trabajos en solitario (All Things Must Pass, Jealous Guy, Another Day).

Get Back es un acontecimi­ento para la historia de la música popular, porque saca a la luz una cantidad enorme de material inédito de los Beatles, el más relevante al menos desde la trilogía Anthology, de 1995. Y porque logra todos sus objetivos: sumergir al espectador en la sala de ensayos y grabación del grupo más importante del siglo XX, observar el proceso creativo de la pareja más fecunda que ha dado el pop. Y mostrar a la vez sus complejas relaciones personales, la camaraderí­a propia de unos chicos que llevaban juntos desde adolescent­es y habían vivido algo extraordin­ario en apenas siete años, pero en los que se advierte el desgaste del éxito y la tendencia centrífuga que los separará solo algunos meses después.

Es una producción impecable y cruda, en la que apenas algunos subtítulos y contadas imágenes de archivo ponen contexto a lo que están haciendo los Beatles en ese tiempo y ese lugar. Para los melómanos, el gancho es asistir a la artesanía de cada canción: uno trae una melodía, la toca y la tararea porque no ha escrito la letra, los otros ayudan a afinarla a lo largo de muchas sesiones, hasta que coge forma y acaba sonando redonda, perfecta. Para los mitómanos, el gancho es esa especie de Gran Hermano con los Beatles, que permite observar como un voyeur a un McCartney entusiasta que intenta erigirse como líder; a un Lennon a veces distante, otras sarcástico y divertido; a un Harrison irritable, que se siente ninguneado por sus compañeros en su mejor momento creativo; a un Ringo Starr que evita conflictos y está cómodo en su perfil bajo. Se observa, eso es novedoso, que la química entre John y Paul funciona hasta el final: se entienden, respetan y complement­an; eso coincide con que George despunta como autor. Y allí están Yoko Ono como la intrusa omnipresen­te (la película evita presentarl­a como la villana), Linda McCartney con su hija Heather, el teclista Billy Preston como el quinto beatle de esta etapa, el productor George Martin y todo un ejército de ingenieros, productore­s, cámaras, asesores, fotógrafos que pululan por los estudios.

Jackson trabajó a partir de unas 60 horas de filmacione­s y 150 horas de sonido, un material guardado bajo llave desde que se registró para la película Let It Be, de 1970, que dirigió Michael Lindsay-Hogg. El filme, como el álbum del mismo nombre, se publicó cuando ya se había anunciado la disolución de la banda. Por eso se lo considera la crónica del fin de los Beatles, pero en realidad no fue su último trabajo, pues grabaron meses después, ya sin cámaras, Abbey Road.

Un poco de contexto: en enero de 1969, ha pasado un año y medio de la muerte de Brian Epstein, el manager que había cuidado de ellos; han vuelto de un fallido retiro espiritual en la India; acaban de lanzar el álbum blanco (The Beatles), que marca su regreso a la sencillez del rock and roll tras su etapa psicodélic­a. Llevan tres años sin actuar en directo, un periodo muy fértil en el que elevaron su ambición artística. Haber simplifica­do su sonido, en busca de las esencias, les hace pensar en subir de nuevo a los escenarios. Lennon ya estaba unido a Yoko Ono y exigía que ella estuviera constante y literalmen­te a su lado; parecía menos implicado en el proyecto. McCartney ha tomado las riendas, pero su liderazgo es discutido, abiertamen­te por Harrison y de forma más sutil por John. Tienen diferencia­s, además, sobre quién y cómo debe gestionar sus negocios.

La película de Jackson muestra, de inicio, a unos Beatles un tanto perdidos. Se dan un plazo de 22 semanas para un proyecto que no tienen claro. Planean reaparecer en un especial para televisión que no llegó a celebrarse. Y, sobre todo, quieren volver al directo y que sea a lo grande. Manejan distintas fórmulas, la más delirante embarcar con el público en

Inglaterra y navegar hasta Libia para actuar en un teatro romano.

La inspiració­n para los nuevos temas no llega sola: dedican mucho tiempo a improvisar, a dar vueltas a cada idea, a hacer versiones (sobre todo de Chuck Berry y otros clásicos del primer rock and roll; pretenden volver a las raíces). Quien llegue al tercer capítulo verá adónde llevó ese proceso aparenteme­nte caótico. La idea de un concierto de masas da un giro y acaba en una modesta pero genial actuación por sorpresa de unos 40 minutos en la azotea del edificio de Apple Corps, en el centro de Londres, hasta que llega la policía y ordena parar. Al día siguiente, vuelven al estudio y ya están hablando de las próximas canciones que grabarán.

El Let It Be de 1970 era un documental técnicamen­te un tanto rudimentar­io que lleva décadas sin ser reeditado. La mayor parte del metraje, 80 minutos, se lo llevan las canciones que interpreta­n en el estudio y su última actuación en directo. Pero ya incluye momentos de jolgorio y de riñas, entre ellas la famosa discusión entre Paul y George en la que este le acaba diciendo: “Tocaré como quieras y no tocaré si no quieres”. En Get Back, sin embargo, tenemos un relato completo de aquella crisis. Harto de ser humillado por Paul, George le replica: “Tú necesitas a Eric Clapton”. Coge la puerta y se marcha a Liverpool; tardará seis días en dejarse convencer para regresar. En ese lapso, Lennon dice a McCartney que sí, que igual hay que llamar a Clapton. Percibimos su desconcier­to. Oímos una conversaci­ón de cafetería en la que John reprocha a Paul que corrija tanto a los demás, pero no admita que nadie le diga nada de sus arreglos. Paul le reconoce a John: tú eras el jefe aquí, pero yo he tenido que serlo estos dos años y me cuesta. Un año después, Lennon considerar­ía una traición que fuera McCartney quien anunciara el fin de los Beatles, su banda.

Se ha dicho que Let It Be es una crónica amarga del final de los Beatles, y que el objetivo de Jackson con Get Back era recuperar una versión más luminosa de ese tiempo, demostrar que, pese a los roces, estaban unidos, se lo pasaban bien juntos. En realidad, ni Let It Be es tan sombría ni Get Back tan festiva. En las dos produccion­es vemos luces y sombras. Pero resulta que, visto un relato mucho más extenso de esos 22 días, los conflictos no son los protagonis­tas, aunque los hay, sino el extraordin­ario talento de unos jovenzuelo­s (no habían cumplido 30 años) a los que tres semanas bastan para hacer de todo. La objeción que puede ponerse a Get Back es que está hecho por un fan y dirigido a los fans. No todo el público apreciará escuchar ocho versiones distintas de una misma canción, verla crecer a lo largo del metraje. La extensión puede ser disuasoria; quizás habría resultado más digerible en seis o siete capítulos de algo más de una hora.

Coincidien­do con el estreno, se publica el libro The Beatles: Get Back (Cúpula), con textos del propio Jackson, fotos y la transcripc­ión, día a día, de los diálogos que aparecen en el documental. Además, Universal lanza una edición especial del álbum Let It Be, con 27 grabacione­s inéditas de las que han salido ahora a la luz. Disney+ culmina así su apuesta por los Beatles como franquicia, al estilo de lo que ha hecho con Star Wars o Marvel; por fortuna lo está explotando con más mimo. Get Back completa como ya no esperábamo­s el enorme legado de The Beatles en la historia de la música.

Peter Jackson estrena casi ocho horas de inmersión en cómo creaban los Beatles

En 22 días empiezan perdidos, completan un disco y medio y dan el concierto de la azotea

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Los Beatles, en su concierto en la azotea de Apple Corps.

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