La UE elude actuar contra Rusia por el ataque químico
La primera ministra británica, Theresa May, aterrizó ayer en Bruselas con una misión a la altura del reto del Brexit. Se trataba de convencer a sus 27 socios europeos de que el ataque con gas químico ocurrido en Salisbury era inequívocamente obra
May apeló a esos riesgos comunes para pedir respaldo a sus todavía socios de la UE. “Está claro que la amenaza rusa no respeta las fronteras y el incidente de Salisbury es parte de un modelo de agresión rusa contra Europa y sus vecinos cercanos, desde los Balcanes occidentales hasta Oriente Próximo”, avisó a su llegada a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que se celebró en Bruselas.
Para reforzar el mensaje de adhesión cerrada, May se reunió —al margen del resto de colegas— con la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron. Son los dos dirigentes que más crédito han otorgado a las explicaciones de May, que ha juzgado “altamente de Rusia. Aunque los grandes Estados de la UE ya habían mostrado un respaldo sólido a las tesis de May, otros deslizaban sus dudas. Los Veintiocho, pese a todo, concluyeron que el episodio británico desafía la seguridad común y acordaron protegerse contra las llamadas amenazas híbridas.
probable” la responsabilidad del Kremlin en el ataque en suelo británico. Fuera de ese núcleo duro, la reunión de los Veintiocho solo pudo certificar su condena “en los términos más rotundos posibles” a lo ocurrido, “un grave desafío a la seguridad común”. Además, los líderes se emplazaron a tomar medidas “a la luz de las respuestas que ofrezca Rusia”.
Cautela de los Estados
Entretanto, la UE aspira a mejorar su resistencia frente a ataques cibernéticos, desinformación y espionaje, una tarea en la que colabora con la OTAN, a un ritmo más lento de lo que requieren los acontecimientos. “Está claro que tenemos que mejorar
nuestra preparación frente a futuros ataques”, expresó el líder del Consejo Europeo, Donald Tusk.
Los jefes de Estado y de Gobierno saben que el ataque con un agente químico en suelo europeo rebasa la línea de lo aceptable, pero carecen de respuesta inmediata. Uno de los motivos es que Londres no ha pedido a sus socios que apliquen sanciones ni castigos diplomáticos concretos. En su lugar, May aboga por reforzar al club comunitario frente a la guerra híbrida que plantea Rusia: ciberataques, manipulación informativa e injerencia en elecciones democráticas, según explican fuentes diplomáticas.
El problema, pese a todo, no radica solo en la falta de demandas de Londres. Algunos Estados miembros (entre ellos Grecia, Hungría, Italia y Luxemburgo) exigen pruebas más concretas de que Rusia está detrás del ataque al espía y su hija, como sostiene Reino Unido. “Soy un exabogado penalista. Creo en el principio de que primero hay que escuchar y después sacar conclusiones”, expresó con cautela el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel.
Sin poner tanta distancia, buena parte de los Estados miembros —España entre ellos— defiende que las medidas solo deben llegar cuando las investigaciones en curso arrojen resultados.
El Brexit no ayuda precisamente a mostrar apego hacia Reino Unido en un momento en que sus dirigentes negocian el divorcio. La tibieza con la que se expresaron el lunes los ministros europeos de Exteriores sobre el incidente del agente ruso y las diferencias de tono con la OTAN, más enérgica que las instituciones europeas, revelan ya las grietas en la relación. El símbolo más visible fue la felicitación que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, envió esta semana al líder ruso, Vladímir Putin, por su victoria electoral. Anoche remató: “Sin renunciar a nuestros valores, tenemos que tener relaciones con nuestros vecinos”. Un gesto incompatible con la severidad que pide Londres.