Trump descansa a una hora de Parkland
A una hora en coche de Parkland, el lugar donde se produjo el último tiroteo masivo, el pasado 14 de febrero, el presidente Donald Trump pasaba ayer el fin de semana en su lujosa mansión y club social privado de Mar-a-Lago.
Allí se esperaba que se celebrase por la tarde una concentración con la participación de al menos de 2.000 personas para pedir al mandatario que tome medidas y reprocharle sus posturas cercanas al lobby que encabeza la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas inglesas).
Sandy Hook... No han supuesto ningún cambio legal de calado.
Es pronto para saber si la ola de indignación logrará llevarse por delante la poderosa y engrasada maquinaria del Partido Republicano y de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas inglesas), respaldada por muchos estadounidenses. Algunos activistas veteranos perciben un punto de inflexión en los estudiantes. “Hay algo muy impactante en sus historias, no lo hacen en nombre de grupos de presión sino de sus propias vidas”, dice Kris Brown, copresidenta de la Campaña Brady. “Si puedes llevar a gente a votar, puedes transformar las elecciones. Los congresistas que están en el lado equivocado están preocupados, simplemente esperan que el furor decaiga”.
En el primer mes tras la matanza, los alumnos organizaron una inusual protesta colectiva: en numerosas escuelas las aulas se vaciaron durante 17 minutos, uno por cada víctima de Parkland. Y han cosechado éxitos significativos. Lograron que el Congreso de Florida, uno de los Estados más afines a la NRA, aprobara elevar de 18 a 21 años la edad para comprar rifles. Al mismo tiempo, la nueva ley también permite armar a profesores en los colegios, lo que ha sido criticado por las principales organizaciones educativas. Es un ejemplo de la ambivalencia de EE UU ante el problema.