La encrucijada de Theresa May
Crece la presión sobre la primera ministra para que retrase la votación del Brexit en el Parlamento británico
Toda carrera política conduce inevitablemente al fracaso, escribió el escritor y político conservador Enoch Powell. La incógnita sobre Theresa May no es tanto de destino, sino de aceleración y de la dimensión del posible batacazo. En las últimas horas, los más leales a la primera ministra le están implorando que retrase la votación del Parlamento sobre su plan del Brexit, fijada para el próximo martes. La derrota, anticipan, puede ser demasiado humillante como para tener capacidad de recomponerse. El Gobierno insiste, de momento, en que no se cambiará la fecha.
Sir Graham Brady, el diputado conservador al frente del llamado Comité 1922, que agrupa a todos los parlamentarios tories sin cargo gubernamental, se reunió a última hora del jueves con May para pedirle que parara las máquinas, volviera a Bruselas y renegociara los términos del acuerdo, porque en su actual redacción no prosperará en Westminster. En concreto, se exige a May que obtenga de la UE algún compromiso de que Reino Unido tendrá mayor margen de maniobra para salir de la Unión Aduanera, sin dejar atrás a Irlanda del Norte, en el hipotético caso de que finalice el periodo de transición, el 31 de diciembre de 2020, sin que los dos bloques hayan acordado una nueva relación política y comercial.
La primera ministra reunió el mismo jueves en el número 10 de Downing Street a sus ministros más leales. Según han relatado a los medios británicos algunos de los convocados, May escuchó sus advertencias pero no dio pista alguna de sus intenciones. “Hubo un claro consenso entre los presentes de que no podía someterse a una derrota sustancial. Y varios de los ministros dejaron claro que, si ocurría lo que parecía que iba a ocurrir, era necesario que desconvocara o retrasara el debate en el Parlamento. Pero cuando le presionaron para que dijera qué pensaba hacer, no respondió”, explicó al diario The Times uno de los presentes.
En política, una decisión de ese calado no se anuncia, se toma. Y quizá por eso el entorno de May insiste más de lo necesario en que la votación seguirá adelante en el día señalado. Pero más allá de una posible estrategia de sorpresa, hay un movimiento de cálculo que cierra las posibles salidas de la primera ministra. Reglamentariamente, el Gobierno solo puede echar atrás el debate con la aprobación del Parlamento.
Derrotas estrepitosas
Teniendo en cuenta que, desde que Westminster comenzó a debatir el pasado martes el acuerdo del Brexit, el Ejecutivo ha cosechado ya tres estrepitosas derrotas, nada apunta a que la propuesta de retrasar la votación no obtuviera una cuarta que sería ya letal. Los diputados evitaron por mayoría las maniobras del Gobierno para ser declarado en desacato y le forzaron a publicar los informes legales del acuerdo de retirada de la UE. Y también por mayoría impusieron que fuera Westminster quien tomara las riendas de las negociaciones si el 11 de diciembre se rechaza el texto. May no deja de recibir señales de que su propuesta está en minoría.
A pesar de la campaña puesta en marcha por el Gobierno para convencer a la opinión pública y