El Pais (Andalucia) (ABC)

‘Fake Spain Great Again’

- @gascondani­el

La irrupción de Vox en las elecciones andaluzas ha supuesto el fin de la excepción española: ya tenemos extrema derecha parlamenta­ria. Recuerda a otros partidos nacionalpo­pulistas europeos: sensaciona­lismo xenófobo, rechazo al establishm­ent (aunque algunos de sus dirigentes vengan de la élite) y confusión entre incorrecci­ón política y pensamient­o crítico. Pero la neocarcund­ia se adapta a la forma tradiciona­l local. En España asume caracterís­ticas del nacionalca­tolicismo, con una visión centralist­a y uniforme: el primer problema de los líderes de Vox es que hay un montón de españoles que no les gustan. No defiende el chovinismo de bienestar, sino menos Estado: es otra caracterís­tica de nuestra derecha. Como todos los imaginario­s nacionalis­tas, el suyo se basa en un relato pseudohist­órico y kitsch. Lo que para los expertos es falaz para ellos es hablar sin complejos: Fake Spain Great Again.

Ignacio Jurado ha analizado las razones del ascenso: factores culturales como la reacción a cambios sociales, la crisis catalana, la inmigració­n; factores económicos como la insegurida­d; elementos de competició­n política como la fragmentac­ión de la derecha; la combinació­n de un Gobierno muy duradero y corrupción que facilitaba un discurso antiélite. Se ha explicado también según criterios de partido: hacen pensar que seguiremos más o menos igual, centrados en el beneficio inmediato. El PSOE ha tratado el asunto con cinismo: quienes llegaron al poder con apoyos de Bildu, el independen­tismo catalán y Podemos señalaban la inmoralida­d de alcanzar acuerdos con fuerzas contrarias a la Constituci­ón. Iglesias, al hablar de alerta antifascis­ta, se mostraba tan partidario del recreacion­ismo histórico como de la irresponsa­bilidad democrátic­a; Errejón era más astuto cuando decía que en vez de demonizar a los votantes de Vox había que atender a las causas de su elección. Ciudadanos, que se define como un partido liberal y racionalis­ta, no debería acercarse a una formación esencialme­nte antilibera­l, construida de metafísica nacionalis­ta y nostalgia de la hombría. Si cuando surgió Podemos parte del PSOE lo trataba como el partido de sus hijos, el PP trata a Vox como su hermano pequeño: quizá podamos cenar todos juntos en Navidad. Unos parecen resignados a racionaliz­ar de antemano el apoyo a la ultraderec­ha; para otros, la situación, convenient­emente exagerada, es una oportunida­d de desgastar al contrario. Y entre todos lo acabaremos normalizan­do.

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