¡Ya somos (del todo) europeos!
Hice mi bachillerato de Letras pertrechado con el diccionario griego-español de don José Manuel Pabón y Suárez de Urbina, publicado por Vox, un sello que ha sufrido numerosos avatares hasta su definitiva (suponiendo que algo lo sea) incorporación al grupo Anaya. Por cierto que Pabón, que logró la proeza de que su diccionario fuera el más utilizado por los estudiantes helenistas españoles, tenía sendos hermanos que representan perfectamente a aquellas “dos Españas” que helarían los corazones de nuestros machadianos antepasados: Benito, que murió en el exilio, fue un abogado anarquista que llegó a defender a los acusados del POUM en uno de los procesos-farsa montados por los estalinistas; Jesús, diputado por la CEDA y, en 1940, director de la agencia Efe, fue catedrático de Historia en la Complutense y autor, entre otros libros importantes, de una célebre biografía política de Francesc Cambó. Bueno, todo esto viene a cuento de que parece que los de la editorial Vox (su lema es “¡Necesitas un Vox!”) están que trinan por la utilización de su marca por el partido posfascista del señor Abascal, especialmente después del seísmo andaluz. Deberían resignarse, sin embargo. La entrada del otro Vox en las instituciones democráticas es lo que nos ha hecho verdaderamente europeos: ya no somos la excepción en un universo en el que la extrema derecha tiene carta de naturaleza y gobierna en numerosos ámbitos e instituciones. Y crece, al parecer, imparable. No importa que, en lo que respecta al ascenso del Vox posfascista, la izquierda socialdemócrata siga estrábica (sin extraer, por ejemplo, conclusiones acerca de su errático tratamiento del desafío independentista) y la izquierda de la izquierda se muestre francamente estúpida (el señor Echenique se ha quitado de encima el embolado autocrítico con un simplismo típico de militante del tercer periodo de la Komintern: “Son los perros de presa del Ibex 35”). Este Vox viene para quedarse una buena temporada. Los valores que lo sustentan son vino viejo, aunque en odres (y retóricas) renovados. Como los que transmitía el No-Do en los años gloriosos del franquismo. Estos días he hojeado (y visto en el DVD incluido) la nueva edición de No-Do. El tiempo y la memoria (Cátedra), de Rafael R. Tranche y Vicente Sánchez- Biosca, un completo estudio de uno de los más influyentes instrumentos ideológicos del fran-