El Pais (Andalucia) (ABC)

“El juego cada vez importa menos”

El escritor y periodista argentino Martín Caparrós conversa con su compatriot­a Ángel Cappa, extécnico, entre otros muchos equipos, de River Plate

- D. TORRES / J. I. IRIGOYEN,

El escritor y periodista Martín Caparrós (Buenos Aires, 61 años) alimenta en Madrid su pasión por Boca Juniors. Ángel Cappa (Buenos Aires, 72 años) entrenó a River Plate en 2010, aunque su corazón es de Huracán. Ambos se reunieron para hablar de este superclási­co interminab­le que trasciende lo deportivo para convertirs­e en un debate sobre la sociedad argentina y el fútbol como seña de una identidad gravemente alterada.

EL PAÍS. ¿Cómo han vivido ustedes el residir en España, ese cierto desarraigo con Argentina?

Ángel Cappa. Siempre me considero un intruso íntimament­e.

Martín Caparrós. Me pasa lo mismo, pero no lo llamo intruso sino pasajero. Me gusta la idea de no formar parte del lugar donde estoy. Por lo tanto, es estar un poco de paso y estar como un poco retirado y poder mirarlo de otra manera, con ayuno de aquello que te pertenece, pero con más claridades en algunas cosas. No estás tan ubicado.

Á. C. Tal vez la palabra sea esa, un pasajero. Pero bueno, yo envidio a la gente que se arraiga en este lugar y que ya se siente pertenecie­nte a este lugar. A mí me parece que el sentido de pertenenci­a es importante. El sentido de pertenenci­a que, entre otras cosas, le están quitando al fútbol. El fútbol era eso, un club de fútbol en los barrios que te daba el sentido de pertenenci­a. Salía el equipo a jugar y en esa camiseta también estabas vos. Eso también lo decía Di Stéfano.

M. C. Ahora que lo dices, como que viene bien porque en realidad los clubes en Argentina se fundaron para armar ese sentido de pertenenci­a. Era una sociedad de emigrantes a principios del siglo XX que necesitaba sentirse del lugar. Por ejemplo, los chicos de la Boca que decían que sus padres eran unos tanos (italianos). ¿Por qué le ponen el nombre en inglés, Boca Juniors? No porque no quisieran ser tanos como nuestros padres. Querían armar algo distinto, propio de ese lugar. Para eso se armó todo ese sistema de clubes en Buenos Aires y en Argentina en general que fue tan exitoso como aglutinado­r social. Ahora está desapareci­endo absolutame­nte.

Á.C . Me contaban jugadores del Real Madrid no hace tanto, en los años 80, que salían de jugar y se iban a los bares de enfrente donde la familia los estaba esperando para tomar café. Ahora es imposible hacer eso.

EL PAÍS. ¿Eso está relacionad­o con la idea de sacar al fútbol de la comunidad?

Á. C. Lo convirtier­on en otra cosa. Por ejemplo, ahora lo único que importa es el resultado y antes el juego tenía un significad­o propio. También el resultado, naturalmen­te, porque es una competenci­a, pero ahora el juego cada vez importa menos.

M. C. El Barça, en los últimos años, fue lo que fue porque jugaba de una manera que nadie había jugado.

Á. C. Sí, sí, el mejor equipo que yo vi en mi vida. Mira que hemos visto grandes equipos, Brasil del 70, Holanda del 74, en fin, un montón de equipos pero esto es lo mejor que yo he visto y me parece que en ese sentido es una excepción.

EL PAÍS. ¿Qué significab­a hace 50 años ser de Boca o de River? ¿Tenía el mismo significad­o que ahora?

Á. C. Tenía ciertos significad­os fuertes que se mantienen. Me acuerdo de 1968, el desastre en la puerta 12, en la cancha del River, cuando no retiraron los molinetes a la salida del partido y la hinchada del Boca chocó con los molinetes y murieron 60 personas. Ya entonces tenía ese punto de cierta intensidad dramática y en este caso tremenda. Yo creo que lo que cambió básicament­e no es esa intensidad sino dos cosas. Una es la convicción cada vez mayor de que al enemigo ni justicia, que si hay que matarlo hay que matarlo, que eso está bien y se canta y se proclama y eso es lo que correspond­e hacer. Lo vamos a reventar, lo vamos a reventar, etcétera, etcétera y se lo cree alguna gente. La gente que se lo cree es la que lo lleva adelante. Y, por otro lado, alguna de esa gente que se lo cree y lo lleva adelante se ha organizado de una manera que hace 40 ó 50 años no ocurría. Quiero decir, se ha constituid­o en un sistema mafioso que vive de eso y que necesita la violencia para mantener esa organizaci­ón mafiosa. Creo que hace unos 30 ó 40 años que empezó a conformars­e y ahora está en todo su esplendor.

M. C. Tengo relatos de barras bravas donde dicen que cierta policía, no vamos a decir toda la policía porque no es verdad, cobraban un fijo y entonces despejaban zonas. Más o menos lo que pasó ahora. Liberaban zonas paras que ellos pudieran actuar normalment­e. Y la barra de Boca ahora lleva turistas para que vivan la emoción en medio de la barra, es un negocio enorme. Los van a buscar al hotel, naturalmen­te los protegen. Bueno, más o menos como en las favelas de Brasil, que también llevan a gente para que los burgueses sufran la emoción de estar ahí ante el peligro. Y la barra brava de Boca también hace eso. Fueron tomando poder y se les fue de las manos. Muchas veces tienen autonomía. Yo ahora pregunto, ‘dejaron venir a un barra de Boca que tiene que pedir permiso a un juez para salir del país y yo quiero saber por qué’.

Á. C. Eso es ya la quintaesen­cia de la catástrofe y de la tontería. Se están jugando mucho con este partido las autoridade­s argentinas, si es que todavía existen autoridade­s, si es que son argentinas, y consiguen entender que se juegan algo de vez en cuando. Se están jugando mucho. A menos que sean mucho más inteligent­es y más astutos que nosotros y que digan ‘vamos a probarles a los españoles que ellos tampoco pueden controlarl­o, que no es un problema argentino’. Y entonces mandan a todos los que te van a pudrir el asunto hasta el final para demostrar que no sólo pasa en Argentina.

M. C. Leí que puede venir a España, pero no a la cancha, entonces, ¿qué va a ir al Museo del Prado? Voy a contar una anécdota. Fui al Mundial 2002 de Japón para trabajar con un programa de televisión de Argentina y fuimos en avión de Buenos Aires a Tokio. En el vuelo había tres muchachos con un aspecto un poco de temer. En la escala en Kuala Lumpur me acerqué para ver quiénes eran y me contaron que eran de la barra de Boca y que iban allá porque les habían dado unas entradas y las iban a vender, iban a hacer negocio. Un pibe me dio su celular. Dos o tres días después salió Julio Grondona [entonces presidente de la AFA] diciendo que no había barras bravas argentinas en Japón. Llamé por teléfono al Vaca, uno de ellos. Le quería pedir una entrevista para desmentir los dichos del presidente. El Vaca me dijo que en un par de horas estaría en mi hotel. Llegaron tres y el Vaca me dijo que le tenía que hacer un gran favor. ‘To-

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/ INMA FLORES Martín Caparrós y Ángel Cappa, el pasado jueves en la redacción de EL PAÍS.

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