Relación con el melocotonero
España es el país con más hectáreas de almendros del mundo El hallazgo puede ayudar a erradicar el gran problema: la almendra amarga
El almendro y el melocotonero son dos especies tan emparentadas entre sí que los agricultores, mediante injertos, pueden crear un solo árbol con una rama que da melocotones y otra rama que da almendras. “Hace seis millones de años eran una misma especie ancestral que vivía en el centro de Asia”, detalla el genetista Pere Arús, del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias, en Cerdanyola del Vallès (Barcelona). “Cuando subieron los Himalayas, la especie quedó dividida y el melocotón surgió en la parte oriental, mientras que el almendro apareció en el otro lado, hacia el centro de Asia”, señala Arús.
Su equipo competía con el grupo de Murcia en la carrera hacia el genoma del almendro. El pasado 6 de junio, Arús y sus colegas publicaron sus resultados preliminares, que todavía deben ser validados y reflejados en una revista científica. El investigador catalán felicita a los ganadores por la publicación en la revista Science de un estudio “fantástico” y “espectacular”. El Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias está detrás de algunas de las variedades de almendro más vendidas actualmente en España, como la denominada vairo. para que el fruto seco no produzca amigdalina, un compuesto amargo que además libera cianuro. “Si te comes 15 o 20 almendras amargas, te mueres”, advierte Sánchez.
La bioquímica está convencida de que el nuevo genoma ayudará a alcanzar el gran objetivo del sector: erradicar la almendra amarga de España. La presencia de semillas de sabor extremadamente desagradable en lotes de almendras dulces es habitual en nuestro país —todo el mundo ha escupido una—, pero es intolerable en mercados internacionales como Japón y Estados Unidos. El CSIC, la cooperativa Almendrera del Sur y otras organizaciones agrícolas han “declarado la guerra” a la almendra amarga para borrarla del mapa.
El primer paso del equipo será identificar los árboles y geolocalizarlos con una aplicación de teléfono móvil, para después arrancarlos o, al menos, evitar su varea. Los científicos también tienen la tarea de desarrollar tecnologías ópticas capaces de detectar