Señales de vida en la socialdemocracia europea
Los logros en los países nórdicos y en la península ibérica dan frágiles esperanzas a una familia política en grave declive
de un partido que a menudo se confunde con el de sus socios.
Thorsten Faas, politólogo de la Universidad Libre de Berlín, asegura que la clave será ver la reversibilidad de la actual tendencia. Es decir, “cuánto de la debilidad del SPD tiene que ver con la gran coalición o si más bien asistimos a un cambio dramático” del comportamiento electoral. La socialdemocracia francesa se debate entre la extinción definitiva y la supervivencia como formación modesta, quizá bajo otros nombres y aliada con otras fuerzas. En las europeas, la lista socialista obtuvo un 6,2% de votos. El fracaso fue la confirmación del derrumbe ocurrido dos años antes en las presidenciales. Entonces, el candidato socialista, Benoît Hamon, sacó un 6,4%. Hoy ni Hamon, adscrito al ala izquierda del PS, ni su rival en las primarias de 2017, el ex primer ministro Manuel Valls, del ala socioliberal, están en el partido.
El historiador del PS Alain Bergounioux apunta a las “dificultades estructurales” que, desde hace unas décadas, afronta la socialdemocracia europea. Pero resalta causas específicas francesas. “Viene del ejercicio del poder durante el quinquenio del presidente François Hollande”, dice.
La irrupción de Emmanuel Macron, que políticamente creció bajo el ala de Hollande, acabó de hundir al PS. El partido fue víctima de la sustitución del eje izquierda/derecha por el eje que oponía a progresistas o liberales de centroizquierda y centroderecha contra el populismo de extrema izquierda y extrema derecha.
Macron aprovechó y aceleró esta recomposición política. El PS no encuentra su espacio en el nuevo tablero. Una parte de sus votantes se fugó al partido de Macron; otra, a la izquierda populista y soberanista de Jean-Luc Mélenchon; otros, a Los Verdes; otros se han quedado en el PS. Al partido le quedan 30 diputados de 577 en la Asamblea Nacional.