El Pais (Andalucia) (ABC)

El trago más agridulce para Ada Colau

La exactivist­a antidesahu­cios salva el puesto al precio de tener que apoyarse en Valls, el “candidato de las élites” Resucitó tras la noche electoral al no renunciar a retener el mando “No olvidemos nunca quiénes somos”, colgó en su puerta en 2015

- CLARA BLANCHAR,

les”, advirtió. “Que nadie presuma de progresism­o si al mismo tiempo no lucha por recuperar la libertad de los presos”.

Quien será socio de Colau, el socialista Jaume Collboni insistió en que la alianza conseguirá “no subordinar la ciudad al procés”. También se refirió a la excepciona­lidad política: “Ninguno de los que estamos aquí deseábamos llegar a este punto. Solo desde el respeto mutuo, a las leyes y a la neutralida­d de las institucio­nes podremos salir”. Valls justificó su apoyo a Colau: “Había que evitar un alcalde independen­tista (...) y por eso la hemos votado sin condicione­s. Sin nuestra decisión y el apoyo de Collboni usted no estaría aquí”, le espetó. Tras el pleno, y en la visita protocolar­ia de todos los concejales a la Generalita­t, Valls negó el saludo al president Quim Torra. “Su discurso en el Parlament hablando de mí como una casta fue un escándalo”, se justificó. La noche del 26-M, Ada Colau reconoció la victoria de ERC en Barcelona y felicitó a su rival, Ernest Maragall. Habían empatado a 10 en escaños pero los independen­tistas lograron 4.833 votos más. La líder de los comunes recordó que en 2015 no esperaban ganar la alcaldía. “Hicimos historia, no pertenecía­mos a las familias que siempre han mandado en la ciudad, fuimos la anomalía y nos colamos en el sistema”. Y aseguró que cuatro años después lo tenían más difícil: “Lo hemos tenido todo en contra, y nos han seguido tratando de intrusos”.

El lunes hubo silencio. Hasta la tarde. Colau resucitó. Compareció en la sede de Barcelona en Comú y lanzó tres mensajes que hoy se revelan claves. Uno, apostó por un tripartito de izquierdas con ERC y PSC que sumaría una amplia mayoría. Dos, arremetió contra Maragall por su discurso en clave independen­tista de la noche electoral. Y tres, que no renunciaba a ser alcaldesa. El tripartito no ha podido ser por los vetos entre independen­tistas y socialista­s, a Maragall se le ha escapado el mando de lo que quería convertir en “la capital de la república” y Colau es de nuevo alcaldesa.

En un ejercicio de mirada larga, y tras debatirlo con las bases, Colau decidió pactar con el PSC porque le permite mantener la alcaldía. No es cuestión de sillas, dijo, sino de seguir marcando prioridade­s y ejecutándo­las. “Si hemos hecho un partido no es para ser testimonia­les, nuestra ambición era gobernar para transforma­r”, argumentó una contundent­e y ambiciosa Colau el miércoles pasado. Después del primer mandato, la primera alcaldesa mujer de Barcelona, se ha vuelto a “colar” en el sistema, esta vez gracias a los votos de Manuel Valls (apoyado por Ciudadanos) en la investidur­a. Colau, que le acusó de ser el candidato de las élites, no ha escondido que es plato de mal gusto e insiste en que los votos del ex primer ministro francés no modificará­n sus prioridade­s. Pero el trago es amargo y ayer no hubo discurso en el balcón tras la investidur­a, como en 2015.

Colau saltó hace cuatro años de parar desahucios desde la Plataforma Antidesahu­cios que fundó, al despacho de alcaldesa. Sin experienci­a en la institució­n, pero con la promesa de hacer una ciudad más habitable y una gestión más transparen­te, ella y su equipo irrumpiero­n en vaqueros, zapatillas y sudaderas. Muchos, compañeros en los movimiento­s sociales, eran y son amigos personales. Colau colgó este mensaje en su puerta: “No olvidemos nunca quiénes somos, de dónde venimos y por qué estamos aquí”.

PSC y Manuel Valls a una “operación de Estado” y de un supuesto establishm­ent al que, por supuesto, Ernest Maragall, no debe pertenecer pese a su apellido y a las décadas que lleva ocupando puestos de poder.

Colau ya es alcaldesa pero no lo tendrá fácil a partir de ahora. Sus concejales, sumados a los del PSC, corren el riesgo de no ser suficiente­s para aprobar las grandes reformas que necesita la ciudad. Las encuestas revelan un clamor para atajar la criminalid­ad, que cerró el año pasado con un incremento del 17%. La vivienda asequible necesita una ingente inyección de dinero público, como también requiere de políticas públicas arriesgada­s el veto al coche privado y evitar que Barcelona se convierta definitiva­mente en un parque temático para turistas. La recién investida alcaldesa prometió más diálogo para hacerlo. Tendrá que abandonar muchos de los prejuicios con los que ha gobernado hasta ahroa. Necesitará más apoyos y no podrá contar siempre con los de Manuel Valls. Si ERC se lame pronto las heridas puede tener un papel relevante en la gobernabil­idad de Barcelona. Colau puede necesitarl­es tanto como los independen­tistas necesitan a los de la alcaldesa en el Parlamento catalán. Ayer ganó la política. ¿Habrá segunda vuelta?

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