¿Vuelta a las andadas?
tante, el valor de las salidas con minusvalías (63 millones) fue el más bajo desde el inicio de la crisis. Entre las salidas más destacadas del último año están las protagonizadas por Eurazeo en Desigual, Torreal en Imagina, Corpin en Volotea, ProA Capital en Saba y Vips o Springwater en Aernnova. Si bien es cierto que la desinversión mediante la salida a Bolsa de la participada está de capa caída, la abundante liquidez que hay en el mercado permite que la rotación en las carteras de los fondos fluya con normalidad. “El mejor momento para salir, siempre que no se incumplan los plazos establecidos en el reglamento del fondo, es cuando el gestor determina que ha creado valor suficiente para los inversores. La mayoría de las desinversiones en España se hace a través de compradores industriales, aunque cada vez es más común ver operaciones secundarias donde un fondo de capital riesgo le compra a otro fondo”, indica Jorge Viera, managing partner de Rainforest-Dunas Capital.
Proyectos incipientes
El dinamismo que está teniendo la compra de empresas de tamaño medio y grande también se está dando en el segmento del capital riesgo especializado en financiar proyectos empresariales más incipientes y que se conoce como venture capital. En 2018 este tipo de inversión sumó 505 millones de euros y, por quinto año consecutivo, se batió el récord histórico de start-ups españolas financiadas por el venture capital (459 empresas). “Hay una creciente internacionalización de los emprendedores y de sus equipos, que además muestran mayores ambiciones. El ecosistema se ha hecho más maduro debido a los éxitos de primera generación de empresas como Social Point, STAT-Diagnostica o PopUp Immo, entre otras”, comenta Matthieu Baret, socio de Idinvest. La inversión en nuevos proyectos se centra en el área tecnológica, pero no es el único polo de atracción. “Hay otros sectores con oportunidades interesantes como la transición energética. Seguimos invirtiendo en la recuperación de suelos y en infraestructuras de transporte y sociales”, asegura Johnny El Hachem, director de private equity de Edmond de Rothschild.
Tras el fuerte crecimiento de los últimos años, la pregunta es si la industria del capital riesgo seguirá comprando empresas españolas con el mismo vigor. Todos los expertos consultados coinciden en su respuesta afirmativa. Un buen termómetro para medir la salud del sector es la captación de nuevos fondos, y los datos siguen hablando de un mercado en ebullición: en 2018 se recaudaron 2.178 millones por parte de las gestoras españolas. Parte de esos nuevos recursos ya se han puesto en movimiento como Las favorables condiciones de financiación han hecho que el número de operaciones apalancadas (con deuda) protagonizadas por el capital riesgo crezca con fuerza. Este tipo de adquisiciones, conocidas como LBO, se han triplicado en los últimos cuatro años en España y solo en 2018 concentraron un volumen de 900 millones de euros. Cuando estalló la crisis en 2008 hubo sonadas maniobras de LBO que terminaron en fracaso.
¿Hay que temer lo peor si el escenario económico y financiero empeora? “Creo que en el sector se ha aprendido la lección, los gestores de los fondos son bastante responsables a la hora de valorar las compañías y además los financiadores te prestan para acometer las operaciones, pero solo hasta determinados niveles”, explica Jorge Riopérez, responsable de
de KPMG en España. demuestra el hecho de que en el primer trimestre de 2019 se invirtieron 1.512 millones de euros, un 49% más que en el mismo periodo del año anterior.
Eduardo Navarro es socio y fundador de Sherpa Capital, una de las principales gestoras españolas, que tiene en cartera inversiones en compañías como Dogi, Indo o Hedonai. “No hay nada que indique que el ritmo inversor se va a frenar en seco. Por mi despacho pasan todas las semanas cuatro o cinco inversores internacionales. Todos están interesados en tener exposición a España. Los vaivenes políticos no les influyen y lo que les atrae de nuestro mercado es el crecimiento económico”, explica Navarro. “Es cierto que los precios que se están pagando ya no son tan baratos como hace unos años, pero la valoración de las empresas españolas sigue siendo inferior a la de sus homólogas en Europa y EE UU”, añade.
En el abanico de sectores que atraen el interés del capital riesgo se han sumado en los últimos años actividades como la agricultura y los negocios vinculados al envejecimiento de la población (salud, residencias de ancianos, seguros…). “Históricamente, las compañías de consumo y servicios, así como las vinculadas a tecnología y telecomunicaciones, han sido las que han recibido más atención de los fondos. En los últimos cinco años estos sectores han captado un tercio de la inversión total del private equity en España
Los sindicatos critican su gestión cortoplacista y su afán por la venta de activos
El sector dice que ofrece financiación, crea empleo y profesionaliza las empresas
y en el mercado se espera que sigan siendo los que más inversiones atraigan”, dice Markus Biesinger, investigador del IESE.
La forma de actuar de los fondos de capital riesgo ha suscitado críticas por parte de algunos expertos. Ven en ellos a inversores “sin rostro” debido a la variedad de socios que participan en los fondos, que buscan rentabilizar rápido su dinero, en muchas ocasiones desprendiéndose de los mejores activos de las empresas y ajustando costes, sobre todo laborales. “Son inversores muy cortoplacistas, quieren recaudar la mayor plusvalía posible en el menor tiempo”, destaca Gonzalo Pino, secretario de política sindical de UGT. Esta opinión es compartida por Carlos Martín, responsable del gabinete económico de CC OO: “Si el private equity tiene como objetivo financiar buenas ideas y alinear los intereses entre la propiedad y la gestión, ese tipo de inversión siempre será positiva. En cambio, hay otros fondos que solo buscan extraer valor al entrar en una compañía con una gran cartera de clientes y una cuota de mercado importante para luego despiezarla. Desgraciadamente, de ese capital riesgo extractivo tenemos muchos ejemplos”.
En la industria niegan la mayor y atribuyen las críticas a la falta de cultura financiera. Además, destacan su aportación a la economía nacional (tienen inversiones en 2.432 empresas que dan empleo a 400.000 personas) y se quejan de lo que denominan el mal de Pretty Woman (el personaje interpretado por Richard Gere era un gestor de private equity que definía su trabajo como comprar empresas para “trocearlas y venderlas”). “No exprimimos las compañías porque cuando salimos debe quedar el suficiente potencial de mejora para atraer compradores. Allí donde el capital privado está presente, las empresas crecen más y crean más puestos de trabajo. Además, profesionalizamos la gestión y contribuimos a la apertura de nuevos mercados”, enfatiza Miguel Zurita, presidente de Ascri. “Hay veces que hay que hacer recortes cuando vienen mal dadas, pero solo con ajustes no se puede lograr el crecimiento a largo plazo que es lo que buscan los gestores de private equity”, añade.
Los bárbaros han traspasado la frontera y, por lo que parece, no están dispuestos a marcharse.