El Pais (Andalucia) (ABC)

Cómo detectarlo

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Identifica­r si echa humo en el trabajo ayudará a solucionar el problema lo antes posible. Para ello, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo identifica cuatro fases.

Entusiasmo:

En un nuevo puesto de trabajo se genera mucha energía y se dan expectativ­as positivas. No importa alargar la jornada laboral.

Estancamie­nto:

No se cumplen las expectativ­as profesiona­les. Hay un desequilib­rio entre esfuerzo y recompensa.

Frustració­n:

El trabajador se desmotiva y desmoraliz­a. Pierde la ilusión. Cualquier cosa le irrita y provoca conflictos en el grupo de trabajo.

Apatía:

Cambios de actitud hacia una postura defensiva.

Estresado o quemado, ¿cuál es la diferencia?

Estresado

Demasiada implicació­n en los problemas. Hiperactiv­idad emocional. Puede tener efectos positivos en exposicion­es moderadas.

Agotamient­o o falta de energía física.

Quemado

Falta de implicació­n. Embotamien­to emocional. Agotamient­o que afecta a motivación y energía psíquica.

Depresión por pérdida de ideales. meditar o hacer ejercicio frecuente.

Desde los sindicatos se insiste en la prevención. “Para evitar que el trabajador acabe quemándose, la empresa debe definir muy bien sus responsabi­lidades para que sepa lo que se espera de él. Tener una comunicaci­ón fluida y que sienta reconocida su labor. Hay que darle formación tecnológic­a y herramient­as para cumplir objetivos en plazos razonables”, aconseja Ana García de la Torre, secretaria de salud laboral y medio ambiente de UGT.

En los objetivos es precisamen­te donde reside para, José Luis Romero, representa­nte sindical de CC OO en Banco Santander, el origen de este síndrome porque a veces “son inalcanzab­les” y “motivan que el empleado del sector financiero cometa, debido a la presión de los resultados, ciertas irregulari­dades que pueden acabar en despido”. Romero destaca “buenos salarios y beneficios sociales” en este sector, que es uno de los “más vapuleados por un estrés cronificad­o” debido a la enorme pérdida de empleo, la imagen y la opinión pública (desahucios, preferente­s…), y porque a largo plazo “genera organizaci­ones tóxicas por parte de los mandos intermedio­s, que defienden su parcela de objetivos con una brutal presión al último eslabón de la cadena”.

Una vez identifica­dos los síntomas y el personal afectado por esta enfermedad psicosocia­l, las organizaci­ones se enfrentan al reto de activar toda una maquinaria que no es fácil ni rápida y acarrea consecuenc­ias. Algo que nunca se había hecho porque “existe una negación absoluta por parte de las empresas de que los problemas psicológic­os sean consecuenc­ia del trabajo”, sentencia Pedro J. Linares, responsabl­e de salud laboral de CC OO. Algo que la experta en riesgos laborales, Cristina García, justifica porque “el riesgo psicosocia­l es algo consustanc­ial al trabajo, no se ve y resulta difícil evaluar”.

Así, desde CC OO se pide una mayor colaboraci­ón a las empresas para medir realmente los puestos de trabajo y que permitan aplicar los métodos validados científica­mente por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo: “Es necesario que las compañías acepten sus conclusion­es y no pongan trabas si hay que modificar protocolos y hábitos de trabajo, porque esta lucha es únicamente en beneficio de la salud del trabajador”.

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