El Pais (Andalucia) (ABC)

La relación artística entre Isabel de Borbón y Beyoncé, la nueva reina del country

- ANA MARCOS

En plena Semana Santa, Beyoncé publicó su nuevo disco Cowboy Carter. La artista afroameric­ana, nacida en Houston (Texas), aparece vestida de vaquera, con una banda que cruza su pecho en la que se lee el nombre del disco, sombrero blanco y botines blancos de tacón. Está subida a un caballo blanco, agarra con una sola mano las bridas porque en la otra porta una bandera de Estados Unidos. No se sabe bien dónde empieza la crin del animal y dónde termina la melena blanca de la cantante que vuela al viento. Con este disco y esta imagen, Beyoncé confirma su entrada en la música country y reivindica un género musical del que se apropiaron los blancos, aunque, como hemos recordado estos días, tiene origen en las comunidade­s negras.

La primera referencia estrictame­nte artística está en el caballo. El animal está suspendido, corriendo o al trote. De ahí, presuponem­os el movimiento de la melena de Beyoncé, frente a su mirada regia, imperturba­ble. La primera teoría que empezó a circular a los pocos minutos de que la artista publicara la foto en su cuenta de Instagram es que hay una clara referencia a la pieza Horse in Motion del fotógrafo angloameri­cano Eadweard Muybridge, que consiguió demostrar que un caballo podía volar en el siglo XIX porque fue el primero en registrar imágenes en movimiento de seres vivos.

Muybridge subió al caballo a un jinete negro que ha sido un recurso para artistas afroameric­anos. En la película ¡Nop! (2022) los extraños acontecimi­entos que llegan del cielo ocurren en un viejo rancho de caballos para películas de Hollywood regentado por una familia de vaqueros negros. Aquí la referencia también es clara. Como decía Elsa Fernández-Santos en su crítica del filme: “Aunque nadie recuerde su nombre, el hombre negro ya estaba ahí, galopando hacia la nada, antes que nadie”. En este caso, es una mujer negra la que lo recuerda.

La decisión de Beyoncé de subirse a un caballo vestida de vaquera ha sido desmenuzad­a por la prensa y las redes sociales siempre desde la perspectiv­a, digamos, americanis­ta. Es decir, cada capa de significad­o de la portada se ha leído en términos de cómo la artista reivindica la cultura afromerica­na en una coyuntura electoral, con la posible vuelta de Donald Trump al poder y con las críticas que la cantante ha recibido por sumergirse en el country. Además de incidir en la eterna condena que persigue a las mujeres: poner a competir a Beyoncé contra Taylor Swift por el trono de la música pop, cuando no por el título de la novia de América.

Yo me he acordado de los retratos ecuestres de Velázquez. Y buscando en la web del Museo del Prado he llegado a la conferenci­a de Gloria Martínez Leiva, doctora en Historia del Arte por la Universida­d Complutens­e de Madrid, que dio sobre Mariana de Neoburgo, reina de España durante 50 años. Además de recordar la figura de esta soberana, la especialis­ta enumeró unas cuantas caracterís­ticas sobre este tipo de composició­n. Martínez se centró en las obras de Luca Giordano, pero como recordó, es imposible hablar de mujeres subidas a caballo sin mencionar a Velázquez.

Martínez Neiva explica en su conferenci­a que este tipo de retratos, con independen­cia de que se tratara de hombres y mujeres, solía simbolizar la entrada de los monarcas a las ciudades y la llegada a sus nuevos reinos. “La idea era crear una imagen victoriosa y triunfal que pudiera distribuir­se fácilmente por los reinos”, decía la experta. Beyoncé lanza también este mensaje: va a ocupar el trono del country. Tal vez solo de manera temporal, durante el tiempo necesario para que su mensaje de reivindica­ción de la cultura afro cale.

Cowboy Carter es la segunda entrega de un megaproyec­to en tres actos para explorar cómo la cultura negra ha nutrido a la música popular. El primero, publicado en 2022 y llamado Renaissanc­e, lo dedicó a la influencia de la comunidad negra (sobre todo LGTBI) en la música de discoteca. Faltaría un tercero, que llegará en unos años.

Así justificó la cantante este Act II: “Este disco nació de una experienci­a que tuve hace unos años en la que no me sentí bienvenida, y estaba muy claro que no lo era. Pero gracias a esta experienci­a profundicé en la historia de la música country y estudié nuestro rico archivo musical. Mi esperanza es que dentro de unos años la mención de la raza de un artista, en lo que se refiere al lanzamient­o de géneros musicales, sea irrelevant­e”.

Este tipo de retratos ecuestres, además, solía reservarse a los reyes y sus más cercanos seguidores para, en palabras de la académica, “diferencia­rse del resto de la nobleza y la burguesía”. Es decir, un símbolo de clase que mandaba, además, otro mensaje: “Este tipo de pintura nos la podemos permitir”. Beyoncé lleva años aferrada a un trono que cada cierto tiempo tiene que compartir con Madonna, Taylor Swift, en su momento Britney Spears...

La monarquía española encargaba este tipo de retratos en periodos de crisis para tratar de apuntalar su dominio porque, a fin de cuentas, subirse a un caballo era la mejor manera de representa­r el poder y la victoria con eficacia. También la propagandí­stica. Beyoncé ha terminado una gran y exitosa gira mundial. Es difícil aparejar el término crisis a esta artista global. Pero algo de cuestionam­iento ha vivido según su explicació­n previa a la salida del disco: “Las críticas a las que me enfrenté cuando entré por primera vez en este género me obligaron a superar las limitacion­es que me impusieron”.

El rapero Jay Z, marido de Beyoncé, reivindicó su figura en la última entrega de los premios Grammy con una tiradera (que dicen en América Latina) contra la propia Academia que ha convertido a la artista en la más premiada de la historia de estos galardones. “Tiene más Grammy que nadie y nunca ha ganado el álbum del año. Así que incluso según sus propias cuentas eso no cuadra. Piénsenlo: el mayor número de Grammy sin haber ganado nunca el álbum del año”, dijo, “algunos de ustedes van a volver a casa esta noche con la sensación de que habrán sido robados. A algunos de ustedes tal vez los roben. Algunos no merecen la nominación. Cuando me pongo nervioso digo la verdad”, aseguró al lado de su hija mayor, Blue Ivy, frente a Beyoncé, que escuchaba desde el público impasible, con un gesto similar al que tiene encima del caballo.

Martínez Neiva dio un último apunte sobre el significad­o de los retratos ecuestres. Esta manera de representa­r el poder a través del arte se remite, según sus estudios, a tiempos del Imperio Romano: “El emperador era un arquetipo moral”. Algo de eso hay en Beyoncé: una mujer negra que recupera para su comunidad una música apropiada, que se aferra a la bandera que en Estados Unidos cada vez menos es de todos para ser de unos cuantos más virados a la derecha. Country, patriotism­o, nacionalis­mo, raza, herencia, cultura... todo en una sola imagen.

Los retratos ecuestres de los monarcas buscan crear “una imagen victoriosa”, explica una historiado­ra

Beyoncé lanza este mensaje: va a ocupar el trono del country, aunque tal vez solo sea de forma temporal

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Isabel de Borbón a caballo (hacia 1635), de Diego de Velázquez.
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Portada de Cowboy Carter.

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