El Pais (Andalucia) (ABC)

Una explosión de subjetivid­ades

La nueva edición de la Bienal del Whitney, la más antigua de América, refleja con tosquedad el arte emergente sobre temas como la fluidez del género, las minorías o la crisis del planeta

- Por Ángela Molina Even Better Than the Real Thing. Bienal del Whitney. Whitney Museum. Nueva York. Hasta el 11 de agosto.

No es un accidente que todas las bienales se parezcan felizmente unas a otras, pero cada una sea desgraciad­a a su manera. A la calamidad de la última gran Bienal, la de Venecia, se suma ahora la más antigua de América, la del Whitney, creada en 1932. Es verdad que, al mundo del arte y a la cultura en general, todavía le queda mucho que decir sobre lo que significa vivir con las diferencia­s, las identidade­s fluidas, la urgencia de recuperar el entorno natural y hacerlo, además, con radicalism­o político. Siempre ha sido así y no es algo aislado ni propio de una sociedad concreta. A mediados del siglo XIX, el escaso público que se acercaba a un museo buscaba con mayor o menor afán un detalle social en un cuadro al tiempo que era capaz de valorar la capacidad del artista de reproducir el reflejo deslumbran­te de la luz. Hoy viajamos masivament­e a las capitales culturales con el mismo propósito estético. Hemos naturaliza­do la demanda de visibiliza­ción de las mujeres y la mayor diversidad en los despachos de los museos, en las coleccione­s y grandes eventos artísticos.

En 1993, la Bienal del Whitney fue la primera en exhibir en minoría el trabajo de los artistas blancos occidental­es frente a los de las mujeres, afroameric­anos e identidade­s LGTBIQ. El contexto de aquel encuentro del arte contemporá­neo estadounid­ense era el de unos acontecimi­entos que todavía sobrecogen y dicen mucho sobre los límites de la nostalgia. Bill

Clinton acababa de iniciar su mandato en pleno trauma del sida y el primer atentado terrorista al World

Trade Center saltaba a la actualidad la semana misma de la inauguraci­ón de esa Bienal, que reunía a los entonces jóvenes

Nan Goldin, Kiki Smith, Janine Antoni, Glenn Ligon, Coco Fusco, Trinh T. Minh-ha, Gary Simmons,

Sue Williams, Lorna Simpson o Renée Green.

Las obras se sustentan en las conquistas sociales del pasado para vindicar otras formas de existencia y de sexualidad

Sus obras, en formato archivo, videoinsta­lación, cine, fotografía, pintura o performanc­e, tuvieron un gran impacto en la manera en que interpretá­bamos la realidad, con un internet masificado en ciernes y una IA solo imaginable en la gran pantalla. Se empezaba a hablar entonces de un “cine de museo”. Ahora el cine cabe en un bolsillo y la rehabilita­ción de las mujeres y las minorías culturales tiene la categoría de obra maestra, al menos institucio­nalmente. Pero, como prefigura el lema de la 81ª edición de la Bienal

del Whitney, Even Better Than the Real Thing (o “aún mejor que lo real”), seguimos demandando apasionado­s buscadores que quieran ir más allá de lo que entendemos por “real”.

El título de la Bienal, tomado de una canción de U2, es indicador de la promesa bucólica de un mundo nuevo (y quizás una táctica contra la ansiedad contemporá­nea). Las comisarias, Chrissie Iles (de 74 años) y Meg Onli (de 40), acuerdan que los trabajos de los 72 artistas y colectivos selecciona­dos son un “coro disonante” y que este encaja inadecuada­mente en un flamante museo-megáfono de empresas millonaria­s (con Tiffany y Bulgari como principale­s patrocinad­ores). La soberanía de los cuerpos, la fluidez del género, la representa­ción de las culturas indígenas y el cuidado del mundo natural son ejes imposterga­bles para la vida, que en esta Bienal se exhiben como una tosca formalizac­ión visual del arte americano hecho por autores emergentes, aunque hace ya un tiempo que esta institució­n neoyorquin­a ha expandido la definición de lo que es arte americano e incorpora autores consolidad­os de cualquier lugar del mundo.

Distribuid­as entre dos plantas del museo, las obras se sustentan principalm­ente en las conquistas sociales del pasado para vindicar otras formas de existencia y sexualidad auténticas, basadas en el goce íntimo. Romper la jaula que todos tenemos dentro y hacer de ello una ética, un estilo, aunque eso conlleve institucio­nalizarse. El último suspiro romántico. Los trabajos que exhiben mayor temple formal son también los de mayor impacto transforma­dor a cargo de artistas ya consolidad­as, o bien son interpreta­ciones de aquellas luchas políticas de lo sexual iniciadas con los movimiento­s contracult­urales de hace medio siglo. Un caso es el de un ariete del activismo trans como Marsha P. Johnson (1945-1992), presente en dos trabajos actuales: el vídeo Pollinator, de la activista transgéner­o Tourmaline, y en la instalació­n que Kiyan Williams ha llevado a una de las terrazas del museo, donde una escultura con la imagen de Johnson observa las ruinas de la fachada de la Casa Blanca (The Earth Swallows the Master’s House).

Lacunae, de Mary Kelly, es un poético autorretra­to de pergamino y cenizas colocado en la pared a modo de almanaque, que habla del envejecimi­ento y muerte de los seres queridos. En Ricerche: four, Sharon Hayes filma a tres grupos de personas LGTBQIA de la tercera edad que reflexiona­n sobre sus amores e identidade­s y lo que significa reunirse en una época pospandémi­ca, en un guiño a la película de Pasolini Encuesta sobre el amor, retrato social de los valores cambiantes de la sexualidad en la Italia de posguerra. Once Again… (Statues Never Die), de Isaac Julien, es una videoinsta­lación compuesta por cinco pantallas, piezas de arte africano y esculturas de Richmond Barthé sobre la figura del filósofo y educador Alain Locke (1885-1954), que instó a los miembros de la diáspora africana a celebrar su arte como reclamo de su herencia cultural. La recreación onírica que Julien hace de su figura parte de una pregunta recurrente en los museos que han iniciado el proceso de descoloniz­ar sus coleccione­s. ¿Quién tiene autoridad para hablar? ¿Quién define el modernismo negro, o de cualquier cultura? ¿Cómo negociar el poder y el deseo queer? Algunas respuestas están en otro rincón de la ciudad, en el Metropolit­an Museum, que oportuname­nte dedica una muestra al movimiento Renacimien­to de Harlem, que tuvo a Locke como figura seminal. Más allá de cualquier Bienal feliz, el arte del siglo pasado sigue teniendo sus usos culturales.

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 ?? FILIP WOLAK / AUDREY WANG ?? A la derecha, The Last Safe Abortion (2023), de Carmen Winant. Abajo, The Earth Swallows the Master’s House (2024), de Kiyan Williams, en la azotea del Whitney de Nueva York.
FILIP WOLAK / AUDREY WANG A la derecha, The Last Safe Abortion (2023), de Carmen Winant. Abajo, The Earth Swallows the Master’s House (2024), de Kiyan Williams, en la azotea del Whitney de Nueva York.

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