El Pais (Andalucia) (ABC)

Oliver y Benji cuelgan las botas después de más de 40 años

Yoichi Takahashi publica el último capítulo de su célebre manga sobre fútbol, encumbrado por la serie animada

- TOMMASO KOCH Madrid

le debe su vida al balón en el sentido más literal. Cuando un camión lo atropelló, de pequeño, la esfera se puso en medio y paró el golpe. A lo Benji. Desde entonces, el chiquillo y el cuero se volvieron inseparabl­es. En esas primeras páginas del manga Capitán Tsubasa, que Yoichi Takahashi creó allá por 1981, nació el idilio de una generación con un personaje dibujado. Ha resistido décadas en el céped, pero Oliver debe colgar las botas. Al menos, en papel: hace unas semanas la editorial japonesa Shueisha publicó el último número de la saga. Takahashi ya había anunciado el final, aunque agregó que seguirá publicando bocetos y nuevos materiales online.

Aun así, la noticia inundó de nostalgia a millones de aficionado­s. Los que descubrier­on que, en la vida real, el tiro combinado provoca más lesiones que goles; los que esperaron, pacientes, al desfile de pensamient­os de los personajes cada vez que el balón estaba a punto de cruzar la línea de meta; los que llegaron a calcular que los campos de la serie animada debían de medir unos 18 kilómetros, a juzgar por lo que tardaban los jugadores en cruzarlos.

“Marcó una época”, constata Ignasi Estapé Ferré, editor ejecutivo de Planeta, que está relanzando al mercado los mangas originales y lleva unos 50.000 ejemplares vendidos. Y ha aparecido un reciente videojuego que convive con camisetas, zapatillas, álbumes de cromos o juguetes, sin citar la marea de productos no oficiales. “En los últimos años ha habido un resurgimie­nto del interés. Es innegable”, se lee en Los magos del balón. Todo sobre Oliver y Benji (Diabolo), de Miguel Martínez y Néstor Rubio, una suerte de biblia homenaje editada el año pasado.

Y eso que Takahashi, al principio, prefería otros deportes, igual que casi todo Japón. Fantaseaba con convertirs­e en una estrella del béisbol hasta que vio el Mundial de Fútbol de 1978, en Argentina, y se enamoró de aquel juego y del delantero local, Mario Kempes. Desde 1980, con su manga, Takahashi contagió su pasión a un país. “Japón profesiona­lizó el fútbol y creó su federación gracias a la inspiració­n que supuso Capitán Tsubasa para miles de jóvenes”, sostiene Martínez. En el mundo, se estima que el manga ha vendido más de 90 millones de copias.

Pero entre chilenas, guardameta­s imbatibles y remontadas, el fútbol ofrecía a Takahashi un pase al hueco perfecto para tratar otros temas: la decepción, el esfuerzo, el espíritu de equipo o la superación. Incluso dramas como la ausencia paterna, la pobreza o la dolencia cardiaca que limitaba a Julian Ross, tan querido como Oliver por lectores y espectador­es. En 1983, el manga ya tenía su adaptación a dibujos animados. Así llegó a España en 1990.

“Hasta entonces los dibujos animados ofrecían series ligeras o con capítulos autoconclu­sivos. Esta aportó a personajes que enganchaba­n para saber qué les pasaría”, reflexiona Rubio. Como prueba, la marea de cartas que recibió Telecinco firmadas por familias que suplicaban a la cadena que cambiara el horario de emisión. A las 20.30 coincidía con el telediario, y no había quien venciera la insistenci­a de los pequeños. Campeones, como se conoció la serie, contribuyó al auge del anime en aquellos años en España.

Estrellas como Andrés Iniesta o Fernando Torres confesaron su pasión por Oliver y Benji. Y el propio Atom demostró su amor por España, ya que terminaba visOliver tiendo la camiseta del Barcelona. La pantalla desveló a Europa un universo de porteros que saltaban de un poste a otro gracias al karate, hermanos acróbatas que marcaban a golpes de “catapulta infernal” y delanteros curtidos en la pobreza que fiaban su rescate al disparo del tigre. Una estudiosa italiana estimó que los futbolista­s recorrían unos 250 kilómetros por partido y debían de avanzar a unos 150 kilómetros por hora.

En las múltiples secuelas de la historia original, Takahashi recogió el amor que sus criaturas recibían fuera de Japón y las envió a jugar a Brasil o al Viejo Continente. En Mundiales juveniles y juegos olímpicos en Madrid (¡!), Oliver y compañía derrotaban, además, a las mejores seleccione­s del planeta. Aunque, menos

El cómic original, ‘Capitán Tsubasa’, comenzó a publicarse en 1981

Los personajes corrían a unos 150 kilómetros por hora, según un estudio

en el manga, los personajes nunca disputaron la Copa del Mundo.

Ni mucho menos la serie acogió un Mundial femenino. Hoy, el tratamient­o de las mujeres en el manga merecería al menos una tarjeta amarilla. Principalm­ente, animan a los jugadores o destacan como novias o madres. “La serie original se publicó entre 1981 y 1988. Las cosas se entendían de una manera diferente”, evidencia Ignasi Estapé Ferré. Y señala que, mientras que el público nostálgico es mayoritari­amente masculino, las nuevas audiencias están más repartidas. Otro reto para Oliver Atom. Excluir a la mitad del mundo, en el siglo XXI, sería todo un gol en propia puerta.

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 ?? FRANCK ROBICHON (EFE) ?? Yoichi Takahashi, en Tokio en abril de 2024. Abajo, viñeta de Capitán Tsubasa.
FRANCK ROBICHON (EFE) Yoichi Takahashi, en Tokio en abril de 2024. Abajo, viñeta de Capitán Tsubasa.

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