Jabari Parker pasa la prueba con nota
El ala-pívot, que llegó libre, renueva con un Barça que se juega hoy estar en la Final Four
En lo que era un retiro deportivo y hasta cierto punto espiritual, Jabari Parker (Chicago, Estados Unidos; 29 años) llevaba varios meses entrenándose en solitario en Hawái, poniéndose a tono después de dos graves lesiones en la rodilla que esfumaron toda su proyección, pues pasó de ser la estrella universitaria de Duke y número dos del draft de la NBA en 2014 —por delante de Embiid y Jokic, por ejemplo— a ser un jugador en la rebotica que tras salir de los Bucks pasó por cincos equipos (Bulls, Wizards, Hawks, Kings y Celtics) antes de echar el pie a tierra. Lo había seguido Juan Carlos Navarro, director general del baloncesto del Barça, y este verano se le ocurrió contactar con su agente para preguntarle si le interesaría hacer una prueba. “Aceptó ipso facto”, admiten desde el club. Meses después se ha demostrado que dieron en el clavo, capital el jugador en el conjunto azulgrana, renovado ya hasta 2026, venerado por los aficionados por su espectacularidad y magnetismo dentro y fuera de la cancha. El bastión al que se aferra el Barça, que hoy se juega su pase a la Final Four en el Palau ante el Olympiacos en el duelo decisivo de la serie (21.00. Movistar), ya que van 2-2.
Las pruebas a Parker se hicieron en agosto y a puerta cerrada, y pronto quedó claro que el ala-pívot no venía de vacaciones, toda vez que antes de que le dijeran nada pidió la pista de la Ciudad Deportiva para ejercitarse. Días más tarde, pasó las pruebas médicas y Roger Grimau y su staff lo
citaron para dos entrenamientos en solitario. “Se frotaron los ojos”, cuenta una voz autorizada; “vieron que era un jugador especial, que tenía mucho baloncesto y que se trataba de lograr que se adaptara al baloncesto europeo”. Desde la dirección del club, aunque un poco preocupados porque era demasiado introvertido, quedaron conformes por su voluntad de integrarse, incluso porque no había un solo tatuaje en su cuerpo —“no es ni mejor ni peor, simplemente diferente y un rasgo de personalidad”, revelan—, por lo que le extendieron un contrato para una temporada. El paso de los meses confirmó los mejores presagios. “Se ha convertido en uno de los pilares de nuestro proyecto”, resuelve con orgullo Josep Cubells, responsable del área del baloncesto y vicepresidente del club.
En el vestuario pronto se ganó el respeto del grupo, capaz de romper los partidos, triplista o baluarte en el lanzamiento de media distancia, también espectacular con sus mates. “Es muy humilde y nunca repasa su DNI en el baloncesto, no se cree un crack”, esgrimen desde el vestuario. “Te gana fácil por cómo es”, señala otro compañero, que recuerda que tras su renovación invitó a un piscolabis al vestuario y, para sorpresa de todos, les encantó por más que fuera vegano. Lo mismo ocurre con el Palau, que le ha convertido en su ojito derecho. Puede que sea por su sempiterna sonrisa en el parquet —“soy un privilegiado porque no me tengo que levantar a las seis de la mañana para cargar cajas o conducir camiones, ni me tengo que preocupar por llegar a fin de mes”, reconocía en La Vanguardia—; o porque cada mañana coge el metro (vive en el centro de la ciudad) para acudir a los entrenamientos y empaparse de la ciudad, ahora que ya empieza a soltar palabras en castellano; o porque no es raro verle en los Cines Balmes para ver películas subtituladas; o incluso porque no se pierde los eventos deportivos de la ciudad.
De bisabuelo nacido en Tonga y mudado al obrero y conflictivo barrio de South Shore de Chicago, Parker se crio con una pelota en las manos —su padre Sonny jugó seis años en los Warriors de la NBA—. “No teníamos mucho en casa, pero mis padres nunca me lo dijeron. Pero si tienes buenos valores, puedes ser pobre, pero te puedes sentir rico de corazón”, explicaba para Gigantes. En Barcelona también lo es tras pasar años tortuosos con las lesiones.
Ávido lector y enamorado de la música, defensor de los derechos humanos —“fui uno de los primeros atletas en pronunciarse contra la violencia policial contra los negros. Sentí esa responsabilidad como figura pública. La violencia no se puede tolerar”, expuso en noviembre en una entrevista para la ACB—, Parker ya sabe que se quedará por un tiempo, pues dice que quiere ver todas las playas y hasta la montaña de Montserrat, también el Tibidabo. Aunque primero espera dejar su huella en el parqué. La ocasión se da en el envite decisivo ante el Olympiacos, donde volverá a salir al primer calentamiento con el móvil y los AirPods para encestar a su ritmo, donde pedirá el balón para subrayar sus nervios de acero, donde confía en sellar el pasaporte del Barça hacia la Final Four.