El Pais (Andalucia) (ABC)

“Esto es pura superviven­cia, un sálvese quien pueda”

Afectados por las lluvias torrencial­es al sur de Brasil relatan la huida de una tragedia con 113 muertos y 146 desapareci­dos

- JORGE C. CARRASCO Eldorado do Sul (Brasil)

En el kilómetro 107 de la carretera BR-290, en Eldorado do Sul, el brasileño Rafael Espezim, de 34 años, fuma su último cigarro de pie y en silencio al lado de su familia. Miran hacia lo que antes era una calle de entrada al municipio, que ahora de tan inundado que está bien podría ser un río. Los Espezim se encuentran en un punto de rescate y auxilio del ejército para los desplazado­s por las lluvias torrencial­es que azotaron al Estado brasileño de Rio Grande do Sul y han dejado un escenario de tragedia y caos sin precedente­s en la región.

Espezim trató de huir de su casa, con su esposa, su hija y su hijastro, en la tarde del viernes 3 al ver que su barrio se estaba inundando. Llevando solo sus llaves, su celular y su billetera intentaron encontrar un lugar que creyesen que no se inundaría. “Fue todo muy rápido, nos mudamos tres veces en un mismo día”, decía el lunes pasado. Primero fueron a un barrio de la ciudad, luego a otro y al final, a la carretera BR-290.

La mayoría de los albergues de las zonas más altas de la ciudad estaban llenos, y él y su familia fueron rescatados y dejados en el punto de auxilio. “No sabemos adónde ir, qué hacer, qué va a pasar a partir de ahora”, confiesa. “Aquí hay que arreglárse­las como se pueda. Se ha convertido en superviven­cia… en un sálvese quien pueda”.

Las graves inundacion­es de Rio Grande do Sul han causado la muerte a al menos 113 personas y hay otras 146 desapareci­das, según el balance que difundió ayer la Defensa Civil. Además, los desalojado­s de sus hogares suman casi 340.000, de los que 70.000 están en albergues.

Gritos de socorro

Espezim y su familia sufrieron las tres últimas inundacion­es en la región, pero él asegura que esta última fue la peor. Su futuro es incierto. Lo único que esta familia tiene claro es que, después de todo lo que pasaron, no regresarán a Eldorado do Sul.

Esta ciudad de 42.000 vecinos quedó casi totalmente inundada, así como muchos otros municipios de la región. Al sobrevolar­la se ven grandes masas de agua y lodo que llegan hasta la altura de los tejados, dejando en la superficie resquicios de lo que fue una ciudad. Todo el territorio fue evacuado. “Fue terrible. Se escuchaban tantos gritos de socorro”, cuenta Espezim.

El pavimento de la carretera está ocupado ahora por tiendas de campaña, coches de la policía y embarcacio­nes. Emerge de la superficie central como puente flotante. En las calles laterales sumergidas yacen vehículos que se reconocen solo por sus techos, basura y pedazos de madera y metal que flotan alrededor. Al frente, el camino está totalmente bloqueado, y ahí solamente se puede llegar por el agua o en helicópter­o.

En la última semana, cientos de personas que no encontraro­n albergues en los que refugiarse antes de la inundación fueron llevadas a la autovía federal en motos de agua y pequeños botes que atracaban en este puerto móvil improvisad­o, una especie de plataforma compuesta por grandes tablas de madera que son empujadas para dentro y fuera de la superficie por una camioneta.

“Aquí está todo el mundo desesperad­o. Lo peor es cuando llega la noche”, dice un policía federal que camina apresurado para dirigir a los funcionari­os que llegan con grandes cajas metálicas de donaciones para los desamparad­os.

El rescatista Yuri Ferrer, que se perdió los primeros pasos de su bebé mientras socorría a los atrapados en casas inundadas, se desahoga: “Hemos visto cosas que para mí eran inimaginab­les. Está todo muy difícil”.

Como los Espezim, Vanussa Silva, de 51 años, y su esposo, Cristiano, también fueron rescatados y llevados a la carretera BR290. Ambos estaban fuera de casa cuando les sorprendió la inundación de su barrio. Intentaron regresar a su casa a buscar algunas pertenenci­as, pero ya era demasiado tarde; el agua les llegaba al cuello. “Nunca pasamos por algo así. No hay quien no perdió algo. ¿Sabes qué es no tener nada más?”, pregunta ella, afligida.

La pareja no pudo salvar nada más que la ropa puesta y dicen que hacía tres días que no sabían de su hijo, Marcos, de 18 años, que tiene una discapacid­ad mental. “Estoy muy preocupada. Necesita su medicación”.

El general Marcelo Zucco, jefe de la Operación Taquari 2, que está dedicada a la búsqueda, rescate y auxilio a los afectados por las inundacion­es, dice que han desplegado cerca de 14.000 militares y agentes. Muchas otras personas se han ofrecido voluntaria­s para aliviar la crisis. En varias ciudades, vecinos se organizan en grupos de WhatsApp para donar sus pequeñas embarcacio­nes y motos acuáticas para los rescates o hacer listas de los desapareci­dos.

Para el general Zucco, las operacione­s de rescate están ya en su fase final y deben durar solamente uno o dos días más, para poder abrir paso a una fase de logística, con el envío de alimentos, agua y otros productos para refugios y pueblos golpeados por la catástrofe.

La mayoría de los albergues de las zonas más altas están llenos

340.000 personas han perdido sus hogares en el Estado de Rio Grande do Sul

 ?? ANDRE PENNER (AP/LAPRESSE) ?? Tres personas navegaban ayer en una canoa en una zona inundada en Rio Grande do Sul (Brasil).
ANDRE PENNER (AP/LAPRESSE) Tres personas navegaban ayer en una canoa en una zona inundada en Rio Grande do Sul (Brasil).

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain