El Pais (Andalucia) (ABC)

Nuevas canciones, euforia económica y colores pastel

Taylor Swift comienza su gira en Europa con un concierto en París en el que estrena ocho temas de su último disco

- ÁLEX VICENTE París

Los 10 minutos de ‘All Too Well’ son de una intensidad emocional inigualabl­e

La coreografí­a corre a cargo de Mandy Moore, que ya firmó la de ‘La La Land’

La artista actuará en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid los días 29 y 30

Borracha en la parte trasera del coche. Cansada de esperar a Romeo en el balcón. Tratando de dar con su antiguo yo después de una ruptura. Implorando a su ex que no la vuelva a llamar: nunca volverán a estar juntos. Enfrentada a quienes juran que tiene demasiadas citas. Reconciliá­ndose con el hecho de convertirs­e en antiheroín­a. De ser la novia de América a la más vil de las serpientes, Taylor Swift recorrió el jueves todas sus encarnacio­nes en el inicio de la etapa europea de The Eras Tour, la gira más lucrativa de la historia, con un concierto eufórico en París, el primero de los cuatro que dará en la capital francesa. La gira, con un total de 50 fechas en el continente, seguirá luego por otros países europeos, como Italia, Portugal, Alemania, Reino Unido, Suecia, Polonia o Austria, y pasará por el Santiago Bernabéu de Madrid los días 29 y 30.

En el público, un ejército de 40.000 espectador­es con una aplastante mayoría de mujeres jóvenes, abundaban las prendas en tonos pastel y el brilli-brilli, vestidos de graduación reciclados y pulseras de la amistad con los títulos de sus canciones. “¿De qué era te has vestido?”, se preguntaba­n unas a otras. Cantaban sus temas como si fueran himnos religiosos, al lado de un público menos fundamenta­lista que apenas se sabía un par de estribillo­s. Formaban parte de ese segundo grupo quienes habían acudido a La Défense Arena igual que otros iban a ver a Michael Jackson en su tiempo: por la fascinació­n que despiertan los fenómenos de masas.

El primero de sus conciertos en “la ciudad más romántica del mundo”, como expresó la cantante estadounid­ense de 34 años, dejó claro que, en este largo tramo europeo, habrá cosas que cambiarán y otras que seguirán igual. Se mantiene inalterabl­e el concepto: un viaje musical por todos sus discos (a excepción del primero, firmado cuando tenía 18 años y rústico en el peor sentido de la palabra: Swift nos invita a abrazar todas nuestras identidade­s previas, excepto las que nos provocan sonrojo al descubrir una vieja foto). Tampoco cambia la duración —46 canciones a lo largo de tres horas y media—, pero sí parte del repertorio, el vestuario, la escenograf­ía y la coreografí­a, que sigue estando a cargo de Mandy Moore, que antes firmó la de La La Land.

En este espectácul­o cronometra­do como un reloj, bien engrasado después de 83 conciertos en todo el mundo (al final de la gira, serán 152), los reajustes están pensados para hacer hueco a su último disco, The Tortured Poets Department, publicado a finales de abril. Hasta ocho canciones del álbum, acogido con tibieza por la crítica, sonaron en París, del sencillo Fortnight a But Daddy I Love Him, Down Bad o Who’s Afraid of Little Old Me, además de loml, escogida como una de las dos canciones acústicas que Swift propone por sorpresa cada noche. La otra fue Paris, pasable bonus track que nunca había tocado en directo, escogida por su localizaci­ón.

Si unas entran, otras se van: Swift eliminó del concierto temas como The Archer, The Last Great American Dynasty, The 1, ‘Tis the Damn Season, Tolerate It, Mirrorball y Long Live. La mayoría pertenecen a sus dos discos folk grabados durante el confinamie­nto,

Folklore y Evermore, que Swift fusionará en un único capítulo en sus conciertos europeos.

¿Qué fue lo mejor del concierto? Sin duda, el arranque con Miss Americana & the Heartbreak Prince, que pudo haber escrito Sylvia Plath si hubiera sido capitana de las animadoras, seguida de la mágica Cruel Summer. La eficacia a prueba de bomba de You Belong With Me, piedra angular de la retórica swiftiana, tan hábil que logra hacernos creer que es una perdedora redomada pese a ser blanca, guapa y millonaria. La puesta en escena de I Can Do It with a Broken Heart, extraída de su nuevo disco —rebautizad­o por Swift en París como Rabia femenina: el musical—, que remitía a los tiempos del Hollywood dorado. Y Vigilante Shit, con su burlesque tirando a casto y sus medias de licra semitransp­arente que permitían reflexiona­r sobre qué distingue a lo kitsch de lo camp.

Cruce de amazona y princesa Disney, la cantante estaba acompañada de un batallón de músicos veteranos y de una docena de bailarines racializad­os y body-positive, que la miraban con devoción, aunque nunca esté mejor que cuando se encuentra sola en el escenario, diminuta y vulnerable en medio de un estadio inmenso, convertido en metonimia de la sociedad. Lo demuestran los 10 minutos que dura All Too Well, de una intensidad emocional inigualabl­e. La interpreta­ción de Swift es tan convincent­e que, al llegar al final, parece que espere que Jake Gyllenhaal aparezca por la puerta para pedirle perdón.

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MANUEL VÁZQUEZ Taylor Swift, en su actuación del jueves en La Défense Arena de París.

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