Madrid, 300 pisos y un solo dueño
Un fondo de inversión se hace con centenares de apartamentos en Puerta del Ángel entre protestas vecinales
Una persona se asoma por la ventana y todos, absolutamente todos los pisos que ve enfrente, 6, 18, 25, son del mismo dueño. En la calle que está detrás y en que los 30, 47, 56, 64 apartamentos que están a sus espaldas son también del mismo propietario. Esa persona gira ahora sobre sí mismo y piensa que todos los pisos que le rodean: 72, 85, 96, 118, 126, 162, 179, 187, 204… 300 están también en manos del mismo dueño.
Algo así pasa en Puerta del Ángel, al sur de Madrid. Pegado al río Manzanares y con una población de unas 42.000 personas, Puerta del Ángel es de uno de los siete barrios que componen el distrito de Latina. Es también el perfecto tubo de ensayo para explicar la dinámica que sigue la vivienda en las grandes ciudades de España. Un espacio tan pequeño, en el que una sola empresa, Brwe, tiene más de 30 edificios y casi 300 departamentos concentrados en unas pocas calles.
Puerta del Ángel es el barrio de las víctimas de la gentrificación, el lugar adonde los expulsados de Chueca, Ópera o Malasaña fueron orillados hace una década. Pero lo mismo que hicieron ellos —moverse a un barrio más barato— lo hizo también la multinacional inmobiliaria Brwe, aunque con mucho más dinero. Concretamente, dinero de EE UU, Inglaterra, Oriente Medio y, algo menos, de España.
Corría 2018 y convertir Puerta del Ángel en la nueva zona de expansión de Madrid era solo un proyecto plasmado en planos y tablas de Excel. Llegó la pandemia, se detuvo el mundo, se congeló la economía y mientras Brwe estaba comprando viviendas. Primero un apartamento, luego cinco, después 15, más tarde edificios... En solo nueve meses Brwe tenía cientos de pisos.
Para este fin, el fondo Brwe creó una pata inmobiliaria enfocada en barrios potencialmente cool que se llama Madlyn, nombre que sale de fusionar los dos modelos que la inmobiliaria tiene en la cabeza: Madrid y Brooklyn. Con este enfoque, pusieron en marcha su estrategia: comprar un edificio antiguo con vecinos, esperan a que caduquen los contratos y dejar que uno a uno se vayan marchando. Luego se hacen algunas reformas y los pisos vuelven al mercado con un alquiler bastante más elevado que el año anterior.
Cuando en 2018 Madlyn aterrizó en Puerta del Ángel, el precio del metro cuadrado de alquiler era de 12,8 euros al mes o, lo que es lo mismo, un piso de 70 metros cuadrados costaba menos de 900 euros. Ahora, ese mismo piso ronda los 1.300 euros mensuales y el valor del metro cuadrado es de 18 euros, según Idealista. Un encarecimiento superior al 40%, muy por encima del 20% que ha subido el salario medio desde entonces.
España es un país barato para los fondos inmobiliarios. Está lleno de pequeños barrios a los que llega puntualmente el autobús, tienen seguridad, ambulatorio, colegios, un amplio surtido de comercios y tienen un metro cerca. Es el caso de Carabanchel, Lavapiés o Usera en Madrid, Horta o Poblenou en Barcelona o El Cabanyal en Valencia. Barrios que han atraído la atención de multinacionales inmobiliarias, Socimis (Sociedades de inversión) y fondos buitre con capacidad para comprar por 35 millones de euros docenas de pisos y locales comerciales en pocos meses. El caso es que, desde un despacho en Chamberí, una empresa es capaz de decidir qué gente lo habitará, qué precios pagará o que desayunos consumirá un barrio entero. En poco tiempo, los estudiantes que comparten piso o las parejas que se fueron a vivir juntos por primera vez son reemplazados por maletas de ruedas y guías con micrófono de diadema.
“El mercado [de Tirso de Molina] es un lugar raro, no sé bien qué comprar porque las tiendas que conocía ya no están”, dice Elvira Soto frente a su casa en la calle de Baena. Después de 60 años viviendo en Puerta del Ángel, se siente extraña en un lugar donde la pollería ha sido sustituida por una tienda de productos gourmet. Para Daniel Sánchez, de 25 años, el problema en Puerta del Ángel es que “no hay pisos en alquiler y los que hay piden mucho o te ponen trabas: o niños o la nómina…”, explica.
Según Wynn Williamson, consejero delegado de Bwre, “somos los malos perfectos, pero lo cierto es que de los 300 apartamentos que tenemos, 100 son de nueva construcción y otros 200 han sido remodelados y los hemos puesto en el mercado. Es una vivienda que antes no estaba y que amplía la oferta. Y si yo recupero un edificio, quiero luego obtener rentabilidad. Así funcionan las ciudades”, resume Williamson vía telefónica.
Fundada en 2012 y con capital extranjero, su empresa anunció que da por terminada su expansión
en Puerta del Ángel, y pone la vista en nuevos objetivos como Carabanchel o Usera. Previamente, entre 2012 y 2016, este fondo se había hecho con cientos de apartamentos en Malasaña, Chueca y Lavapiés. “Tras expulsar a cientos de vecinos de sus pisos en estos barrios, ahora ha encontrado en el otro lado del río una zona en la que especular a gran escala”, denuncian fuentes del Sindicato de Inquilinas de Madrid.
Los dueños del fondo Bwre, iniciales de Hortensia Bermejo, Wynn Williamson y Tamara Rodríguez, tienen en común que los tres se conocieron en Aguirre Newman, la inmobiliaria propiedad del hermano de Esperanza Aguirre. “No somos los culpables del problema de la vivienda en Madrid. Es llamativa la poquísima construcción pública en comparación con cualquier ciudad europea”, se defiende Williamson, el encargado de cerrar para Aguirre Newman alguna de las transacciones más grandes en la historia del mercado español, incluyendo Torre Bankia en 2007 (más de 800 millones) y Torre Picasso en 2011 (más de 400 millones), según presume en su web.
Para Jorge Moruno, diputado de Más Madrid especializado en la vivienda, “se ha intentado construir la idea de que el prototipo de casero es una abuela que alquila un piso para complementar la pensión”, ironiza sobre un panorama que se expande por toda la Comunidad de Madrid donde hay más de 1.507 inmobiliarias dueñas de 10 o más pisos en propiedad, según la respuesta del Gobierno autonómico a una consulta de la Asamblea. Según el escritor Jorge Dioni, autor de La España de las piscinas y El malestar de las ciudades, la llegada de inmobiliarias de este tipo altera el rostro de las ciudades, desplazan a la gente y cambian los comercios. Para Williamson esto es algo que seguirá pasando porque “España es un país interesante para inversores internacionales. Es seguro, hay muy buen transporte público y hasta el peor barrio de Madrid es mil veces mejor que el peor barrio de París”, dice. Mientras, doña Elvira admite que no conoce a ninguno de los vecinos que le rodean y resume, mejor que cualquier sociólogo, el cambio que vive su viejo barrio: “Ya no somos vecinos, sino gente que vive junta”.