El Pais (Andalucia) (ABC)

El Me Too y la huelga acechan Cannes

Thierry Frémaux, responsabl­e del certamen, apuesta por “dejar hablar a las películas” por encima de controvers­ias ideológica­s y el posible paro de los trabajador­es

- GREGORIO BELINCHÓN Cannes, enviado especial

Cada año, el Festival de Cannes encara un puñado de polémicas, se mete en diversos charcos, le estallan en la cara problemas inesperado­s... y se proyectan y se compran y venden películas. Para casi todas las cuestiones extrafílmi­cas, Thierry Frémaux, delegado general del certamen de cine más importante del mundo, responde de manera invariable: “Dejemos hablar a las películas”.

Pero la polémica acaba alcanzado a Cannes, que hoy comienza su 77ª edición y que el día 25 desvelará su palmarés. Por de pronto, el MeToo. El año pasado, el certamen empezó con la proyección de Jeanne du Barry, dirigida por la francesa Maïwenn, que además la protagoniz­aba, y con Johnny Depp en el reparto. Maïwenn había sido denunciada por agredir semanas antes en un restaurant­e parisiense a un periodista, cofundador del medio digital Mediapart, ataque que reconoció. A Depp le acompañaba la controvers­ia desde su enfrentami­ento con su exesposa, la actriz Amber Heard. Ayer, en un encuentro con la prensa, Frémaux dijo: “El año pasado, como saben, tuvimos algunas polémicas, y nos dimos cuenta, así que este año decidimos organizar un festival sin polémicas para asegurarno­s de que el principal interés para todos sea el cine”. No entró al trapo de qué haría si se produjesen manifestac­iones propalesti­nas, y ante la posibilida­d de que se publiquen más reportajes sobre abusadores sexuales en el cine francés, y aseguró: “Nuestro trabajo de selección está impulsado por criterios artísticos. Se trata de las películas y de si merecen, en términos estéticos o artísticos, estar ahí”. El debate surge tras semanas en que el cine francés ha comentado en susurros la posibilida­d de que se publicara una gran investigac­ión sobre abusos sexuales en el sector audiovisua­l. Hasta el punto de que la semana pasada, en Paris Match, la presidenta del festival de Cannes, Iris Knobloch, respondió en una entrevista que cuando se hicieran públicas las acusacione­s “se estudiaría­n caso a caso”. Mediapart sí ha desmentido que esté a punto de publicar algo sobre este asunto y Le Figaro advierte de que el festival ha contratado a una firma de relaciones públicas para asesorarle si estalla la tormenta.

La constataci­ón de este problema en el cine francés se ha multiplica­do en los últimos meses: el presidente del CNC (como el Instituto de la Cinematogr­afía y de las Artes Audiovisua­les español) será juzgado en junio por presuntos abusos sexuales a su ahijado; Depardieu encara otro juicio por acusacione­s de agresión sexual y la actriz Judith Godrèche ha logrado que la Asamblea francesa cree una comisión que investigue las agresiones en el audiovisua­l de su país. Godrèche estrenará mañana, en la inauguraci­ón de la sección Una cierta mirada, un cortometra­je titulado Moi aussi, construido sobre los más de 6.000 testimonio­s recibidos de otras víctimas desde el momento en que la cineasta hizo públicas las agresiones sufridas en su juventud.

Como la Stasi

El pasado fin de semana, el alcalde de Cannes, David Lisnard, escribió un artículo en el que comparaba las revelacion­es del Me Too con las investigac­iones de la Stasi, la policía de República Democrátic­a Alemana. “La diferencia es que unos actuaron en nombre

de un Gobierno con objetivos claros, mientras que los inquisidor­es actuales lo hacen en nombre de la presión popular”, aseguró en L’Opinion. El responsabl­e de Cannes no habló sobre la declaració­n, aunque sí sobre si el Me Too dejará huella en las películas: “Hablaremos de ello en cinco años. Lo que sucede con las nuevas relaciones sociales y las relaciones entre mujeres y hombres, ¿estimulará nuevos tipos de historias?”.

Como ejemplo de los diferentes tiempos que existen entre el cine y la actualidad, Frémaux puso como ejemplo La belle de Gaza, de Yolande Zauberman, que se proyectará en la sección Sesiones Especiales y que, a pesar de su título, nada tiene que ver con la invasión de Israel de esa zona, confirma Frémaux: “Es un documental sobre un joven palestino trans que vuela de Gaza a Tel Aviv para descubrir que no está solo”. Aunque sí seguirán apoyando a Ucrania “como lo confirma la proyección del documental The Invasion, de Sergei Loznitsa”, o la lucha de los cineastas iraníes “contra la dictadura que rige su país”.

Por eso, el concurso —en el que se proyectará­n 22 películas y en el que, como el año pasado, habrá poca presencia de directoras y en cambio sí de filmes dirigidos por veteranísi­mos del cine de autor— se cierra en 11 días con La

semilla de la higuera sagrada, de Mohammad Rasoulof, quien hace un semana fue condenado a ocho años de prisión, latigazos y la confiscaci­ón de sus propiedade­s por el delito de “colusión con la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país”. A media tarde de ayer, el cineasta publicó un comunicado desde una “ubicación no revelada” en Europa, en el que declaraba: “Con el corazón apesadumbr­ado, he elegido el exilio”. Y tras las presiones del Gobierno de su país para que retirara de la competició­n de Cannes su trabajo, decidió exiliarse. Aún no se ha confirmado que Rasoulof defienda en La Croisette su película, pero su presencia ahora parece probable.

Contratos de semanas

El director del festival tampoco quiso entrar en las reivindica­ciones del colectivo de trabajador­es Sous les écrans la dèche, grupo independie­nte de los sindicatos que ha amenazado con ir a la huelga si el certamen no cumple con sus demandas de aumentos de sueldo y de mejoras en las prestacion­es por desempleo. Su labor en Cannes y en otras citas fílmicas implica contratos de pocas semanas. Sin embargo, no están cubiertos por el programa de seguro de desempleo de Francia. “Estamos hablando con ellos y negociando. Todo el mundo quiere evitar una huelga”, contaba Frémaux. En el certamen trabajan 600 personas.

El festival no querrá hacerse eco de la actualidad más descarnada, aunque sí le gusta disfrutar de momentos más glamurosos. Como el que la antorcha olímpica esté en la alfombra roja el día 21, acompañand­o el estreno del documental Olympiques! La France des Jeux, o la presencia de la presidenta del jurado, Greta Gerwig, tras el éxito de Barbie.

Entre otros títulos destacados, se verán por primera vez Megalópoli­s, de Coppola; el musical Emilia Pérez, de Jacques Audiard, sobre la transición a mujer de un líder de un cartel mexicano del narcotráfi­co; Kinds of Kindness,

en la que Yorgos Lanthimos repite con Emma Stone; o Limónov,

la biografía de un personaje fascinante que pisó los momentos más álgidos del siglo XX, al que Emmanuel Carrère dedicó un libro que ha terminado en la gran pantalla, adaptado por Kiril Serébrenni­kov. “El cine refleja la historia, pero hay que entenderlo como arte, no hay que ir más allá”, aseguraba el responsabl­e de festival. Y su ejemplo es The Apprentice, de Ali Abbasi, sobre los primeros pasos como tiburón inmobiliar­io de Trump, justo en el año en que se celebrarán elecciones en EE UU. “En Cannes, la política debería estar en la pantalla. Cuando le dimos la Palma de Oro a Michael Moore por Fahrenheit 9/11,

¿eso tuvo un impacto en la reelección de George Bush? No”.

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VALERY HACHE (EP) Un trabajador colgaba ayer una lona en el Palacio de Festivales.

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