El Pais (Andalucia) (ABC)

“Llevar la policía a los campus es contraprod­ucente”

Se traduce al español la versión más completa de ‘El perro negro del destino’, las memorias que le dedicó a su familia armenia

- ANDREA AGUILAR Madrid

El poeta y profesor Peter Balakian (Nueva Jersey, 72 años), ganador del premio Pulitzer en 2016, publicó en 1997 su primer libro en prosa y más de una década después pudo añadir una importante coda a esas memorias sobre su familia armenia, supervivie­nte del genocidio de 1915, con las que había ganado el PEN/Martha Albrand en 1998. Ahora, El perro negro del destino se edita en español en esa versión ampliada, traducida por Rosa María Bautista y publicado por la Biblioteca Literatura y Derechos Humanos de Berg Institute. “El libro ha seguido vendiéndos­e desde hace más de 20 años. ¿Quién lo hubiera imaginado? Yo soy poeta”, explica el autor en Madrid, donde ha participad­o en dos charlas antes de viajar para ofrecer una lectura en la Facultad de Derecho de la Universida­d de Barcelona hoy. Balakian recuerda su primer viaje a España como mochilero en los setenta y una ruta que hizo por Andalucía en los ochenta, y pregunta si la foto de Hemingway que ha visto en la puerta del local atrae a turistas.

“Fue algo extraordin­ario poder incluir esa última parte de mi viaje a Alepo [Siria] y lo que allí encontré sobre la vida de mi abuela. Aquel viaje fue un regalo extraordin­ario. La siguiente ocasión que visité el lugar fue con el equipo televisivo del programa 60 minutes (de la CBS) para llegar al cementerio más grande que existe del genocidio armenio. Era 2010 y unos meses más tarde el país estalló”, cuenta Balakian, cuya obra en verso y prosa ha acercado desde los años setenta al público estadounid­ense a la historia armenia. Hoy, la violencia y el asesinato de civiles prosigue y la palabra genocidio vuelve a ser objeto de disputa. “Genocidio, deportació­n, migración son palabras horribleme­nte universale­s. Es una parte enorme de la historia de los armenios, pero no son los únicos”, reflexiona. “He tenido la suerte de poder visitar lugares donde mis antepasado­s vivieron y la comunidad armenia tuvo una presencia importante, y me ha ocurrido que poco después de estar allí han quedado destruidos, como Cizre, la ciudad del sudeste de Turquía donde hasta 1915 hubo una fuerte comunidad armenia y que visité en 2015. Una semana después el Gobierno sitió el lugar para atacar a los kurdos. Es horrible pensar que se repite la historia de tus antepasado­s”.

Descendien­te de armenios por línea paterna y materna, en su libro de memorias recuerda con humor y ternura su infancia y juventud en un barrio acomodado de Nueva Jersey, su interés por el fútbol americano, compartido con su padre, un médico que inventó bebidas isotónicas; sus amigos judíos del barrio, su conexión con la contracult­ura de los setenta —la lectura de Allen Ginsberg en su universida­d a la que asistió su burguesa madre armenia es un episodio memorable—. De niño y adolescent­e tenía un nulo conocimien­to de la tragedia que marcó la historia de los suyos. La comida y las costumbres de las mujeres de su familia daban un toque exótico a su hogar, pero no fue hasta mucho después cuando indagó y descubrió aquel aterrador relato. La poesía y la literatura, escribe, lo llevaron hasta allí, en parte gracias a sus tías paternas. Una de ellas, Nona, fue una reputada crítica literaria de The New York Times y la otra, Anna, una académica volcada en el movimiento simbolista en Francia. “Las mujesi res de la familia eran poderosas, académicas, mujeres de negocios, llenas de arrojo. Mi abuela aún sigue en mis poemas de 2022 y mi madre, aún viva, ha seguido cocinando hasta los 92 años, explica. “Mi tía Anna pensaba que la poesía no tenía que acercarse al mundo y era muy rígida en esto. Yo opté por otro camino, la historia armenia ha sido muy importante en mi obra, y no he tratado de esquivar ni el trauma ni la violencia. Lo místico no tiene que estar totalmente separado del mundo, en mi generación los escritores y poetas queríamos estar en el mundo”.

Como joven poeta conoció en casa de su tía a William Saroyan. “Él puso al pueblo armenio en el mapa y su trabajo es un buen recordator­io del poder que tiene el arte. Una gente y una cultura caborrados surgen en sus páginas llenas de vida. Sus relatos son lo que más me gusta y lamento que hoy no sea tan leído”, puntualiza, y añade que es en la obra de poetas como Yeats, Hart Crane, T. S. Eliot o Sylvia Plath donde ha encontrado mayor inspiració­n para su escritura. “En Salman Rushdie, Derek Walcott, Maxine Hong Kingston, encontré la mezcla de otras culturas con la americana y también en autores afroameric­anos como Toni Morrison, James Baldwin o Ralph Ellison”.

Protestas estudianti­les

Profesor de Literatura en la Colgate University desde 1980, Balakian recuerda en El perro negro del destino su participac­ión en las protestas estudianti­les contra la guerra de Vietnam. ¿Cómo ve el movimiento que esta primavera ha encendido los campus estadounid­enses? “Las protestas son actos de participac­ión política y cívica. Las preocupaci­ones éticas, como ciudadanos de una democracia, de los estudiante­s son importante­s. Para mí lo fueron en mi juventud. En EE UU, más allá de Vietnam, hubo protestas contra el apartheid y más recienteme­nte con el movimiento Black Lives Matter, como ahora con Palestinia­n Voices. El profesorad­o entiende las protestas pacíficas. Llevar a la policía a los campus es contraprod­ucente”, estima, y aclara que cualquier acto claramente definido como antisemita no debe ser pasado por alto. “Creo que la mayor parte de lo que está ocurriendo es una crisis política. Los conservado­res de Make America Great Again han usado las acusacione­s de antisemiti­smo para atacar la educación universita­ria”.

También la organizaci­ón de escritores PEN, de la que Balakian ha sido un activo miembro, ha suspendido su gala y festival este mes por los desencuent­ros entre sus miembros con motivo de Gaza. “En una organizaci­ón como PEN debería haber espacio para que haya distintas opiniones. Es una crisis que habrá que superar, no puede ser que la gente simplement­e se vaya porque no están de acuerdo unos con otros, habrá que sentarse y hablar”, afirma.

¿Dónde se coloca él, que tanto ha luchado para combatir la propaganda turca que negaba el genocidio armenio, respecto de la pelea sobre si esva a e término se aplica o no a lo que ocurre hoy en Gaza? “Los crímenes contra la humanidad que ocurren en Gaza tendrán que ser juzgados por la Tribunal Penal Internacio­nal y ahí quedarán definidas legalmente esas atrocidade­s. También tendrán que ser juzgados los crímenes de Hamás. Pero el nivel de violencia en Gaza es algo que no se había visto en mucho tiempo, hay una enorme asimetría entre las fuerzas. No faltan voces de israelíes como el académico Omer Bartov, un historiado­r del Holocausto, que dicen que todo apunta en la dirección de un genocidio. Yo soy cauto a la hora de dar una definición legal”.

“Fue extraordin­ario incluir [en el libro] lo que encontré en Alepo de mi abuela”

“En Rushdie y Walcott hallé la mezcla de otras culturas con la americana”

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ÁLVARO GARCÍA Peter Balakian, el viernes en Madrid.

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