El Pais (Andalucia) (ABC)

¿Y tú qué hacías cuando destruían Gaza?

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El olvido no es inocente. Ni cuando la derecha española —la moderada y la otra— se empeña en perseguir o ridiculiza­r la memoria histórica (que ya prácticame­nte se reduce al intento de los nietos de darle un entierro digno a los abuelos que murieron en la guerra o fueron asesinados durante la dictadura), ni tampoco cuando la izquierda abertzale —la de ahora y la de antes— quiere pasar página sin nombrar a ETA o, si no tiene más remedio, quitándole su carga de bomba lapa y tiro en la nunca. Y no, no es inocente el olvido porque, a fin de cuentas, lo que se intenta impedir con esa amnesia inducida es que, algún día, alguien, un hijo, un amigo nuevo o despistado, dispare una pregunta a bocajarro:

—Y tú, ¿dónde estabas?

Me he acordado de una mañana ya lejana en Roma. De camino al colegio, impresiona­do todavía por la película El niño con el pijama de rayas, mi hijo me preguntó qué le habría pasado a nuestra familia si en aquella época hubiéramos vivido en Alemania. Con la capacidad de los críos para ir al meollo del asunto y evitar de paso cualquier respuesta evasiva, resumió la cuestión en una pregunta:

—¿Nosotros qué habríamos sido, nazis o judíos?

No recordaba con precisión cómo salí del apuro, pero él sí lo guarda en la memoria: “Me dijiste que segurament­e ni una cosa ni la otra, pero que habríamos apoyado a los judíos, que no habríamos sido indiferent­es”. No era difícil la respuesta: aquel recorrido diario incluía calles del antiguo gueto judío sembradas de adoquines dorados que, situados en la puerta de algunas casas, recuerdan el destino de sus antiguos vecinos: “Aquí vivía Attilio Fatucci, nacido en 1935, arrestado el 16 del 10 de 1943, deportado a Auschwitz, asesinado el 23 del 10 de 1943”. También de un tiempo a esta parte, aunque tímidament­e, algunos alcaldes de Euskadi están colocando pequeñas placas en el pavimento, al modo de aquellos sampietrin­i romanos, como recordator­io de que en tal restaurant­e fue asesinado el popular Gregorio Ordóñez o que, en aquella esquina de la calle Prim, el socialista Fernando Múgica fue acribillad­o a balazos. Por tanto, siempre que la historia no se oculte o tergiverse, no debería ser complicado responder de forma correcta si alguien nos pregunta en qué lugar de la historia nos habríamos situado. Pero ¿y si nos lo preguntan en presente? Y si, dentro de unos años, alguien quiere saber qué hacías mientras miles de palestinos inocentes —no terrorista­s de Hamás— eran masacrados a cuatro horas de vuelo de Madrid o de Barcelona..., ¿qué pensabais, qué escribíais, dónde os manifestab­ais después de ver en el telediario o en las redes sociales a niños mutilados, a ancianos huyendo hacia ninguna parte con un colchón roto en la espalda, a padres y madres sosteniend­o en sus brazos un pequeño cuerpo sin vida?

Por el momento, solo algunos de nosotros, sobre todos los más jóvenes, en algunas universida­des del país, han decidido dar un paso adelante, dejar la comodidad de una biblioteca o de un cuarto en tiempo de exámenes e instalarse en tiendas de campaña para, al menos, dejar constancia de su condena a la invasión de Gaza, dar testimonio de la tremenda injusticia, gritar basta. No hay más que abrir la red social X

La tragedia palestina no obtiene respuesta más allá de los jóvenes acampados y las discusione­s en las redes

para constatar que también Israel y Palestina se ha convertido en munición para los partidos políticos, y hasta ha habido algún dirigente —el más moderado del PP— que llegó a acusar a los universita­rios de no defender a los palestinos, sino a los terrorista­s de Hamás. Hay una frase del actor Robert Ryan en Los implacable­s que a cualquiera le gustaría incluir en sus memorias, o en su epitafio: “Fuimos lo que muchos niños sueñan ser de mayores y lo que muchos mayores lamentan no haber sido”. Por el momento, hay que aspirar a no tener que agachar la cabeza cuando algún día nos pregunten:

—¿Y tú qué hiciste?

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