El Pais (Andalucia) (ABC)

Cataluña: ¿ fin o regreso?

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El procés terminó en octubre de 2017, cuando se aplicó el 155. El resultado de las elecciones catalanas de este domingo supone, según Joaquim Coll, el “fin de una etapa de tensiones secesionis­tas”. Se parecía a un zombi (está muerto, pero todavía da miedo) o a las empresas que cambiaron de sede (el enfrentami­ento y la exclusión trasladado­s a todo el territorio nacional). Por primera vez, el PSC es el partido que obtiene más escaños y votos, y Salvador Illa es el único candidato verosímil a la presidenci­a. Ha habido una abstención muy alta, el independen­tismo ha caído al 43,2% (en 2021 alardeaban de haber superado el 50% de los sufragios); las fuerzas antiindepe­ndentistas han pasado del 47,1% al 52,7%. Es el jardín de los senderos que se bifurcan: existen una extrema derecha española y otra catalana, y siguiendo ese eje hay extrema izquierda, derecha business-friendly y proyectos aproximada­mente socialdemó­cratas. Hay un hartazgo de líderes y partidos que prometiero­n una secesión imposible, produjeron tensiones y empobrecim­iento, y han generado una década perdida. También se ha castigado su gestión deficiente. Los dos grandes partidos españoles han tenido buenos resultados: la marca catalana del PSOE

Los efectos de las elecciones del domingo no dicen nada sobre la virtud moral de la amnistía

y el Partido Popular, con uno de sus mejores políticos, Alejandro Fernández. Puede haber un Gobierno de izquierdas, pero sube la derecha. Pedro Sánchez y sus amanuenses celebran en los resultados el éxito de la ley de amnistía. Hay matices: la caída del independen­tismo el 23-J, el crecimient­o del PP (que no se explica únicamente por el fin de Ciudadanos y convive con un Vox fuerte). El magnífico resultado del PSC, escribe Coll, esconde un trasvase hacia el PP. Finalmente, los efectos electorale­s no dicen nada sobre la virtud moral de la amnistía, una transacció­n corrupta de impunidad a cambio de investidur­a, criticada por muchos defensores de los indultos. La mayoría parlamenta­ria está en contra de la independen­cia, pero sus visiones son distintas. Illa es un político moderado y dialogante, muy distinto a Sánchez y menos nacionalis­ta que líderes anteriores del PSC, pero se aceptan premisas tan viejas como discutible­s: las políticas de exclusión del castellano en la escuela pública, privilegio­s fiscales, nuevas cesiones competenci­ales. Algunas de esas políticas, como las lingüístic­as, van contra la pluralidad y benefician más a los cuadros del partido que a sus votantes; otras no responden a planteamie­ntos de solidarida­d. Esperemos que el fin de una etapa no sea un retorno al pasado.

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