El Pais (Andalucia) (ABC)

Unas pocas actrices intentan romper la ley del silencio

- CARLA MASCIA

“Hablo, pero no os escucho. ¿Dónde estáis?¿Qué decís?”, preguntaba hace unos meses a la audiencia de los premios César la actriz Judith Godrèche, cuando denunció que había sufrido abusos por parte de los directores Benoît Jacquot y Jacques Doillon cuando era menor de edad. Con su valiente discurso, Godrèche constató que en la maravillos­a familia del cine sigue reinando la ley del silencio cuando han pasado ya cuatro años desde que estallara de la mano de la intérprete Adèle Haenel el Me Too del cine galo. Mientras Haenel ha terminado retirándos­e de la profesión, asqueada por la falta de apoyo y convertida en una paria, a Godrèche se la invita a hablar; pero lo justo, sin hacer demasiado ruido. Cuando el martes, en la inauguraci­ón de la 77ª edición del festival de Cannes, nueve mujeres acusaban al poderoso productor Alain Sarde de agredirlas sexualment­e en los años ochenta y noventa, los organizado­res del certamen parecían más preocupado­s por no arruinar la fiesta con esta nueva polémica que por dar respuesta a una violencia sistémica que dura desde hace demasiado tiempo.

Esta situación se explica por “las barreras erigidas por un sistema de producción audiovisua­l” —que comprende el CNC (el equivalent­e al Instituto de la Cinematogr­afía español), la Cinemateca francesa, el Instituto Lumière y el Festival de Cannes— “de hombres deseosos de mantener su influencia” y “proteger el poder sacralizad­o de los autores”, según Geneviève Sellier, profesora emérita de Estudios Cinematogr­áficos.

“La concepción elitista de la creación artística, que excluye sistemátic­amente a las mujeres”, aparece de forma nítida en Cannes. La elección de la realizador­a Greta Gerwig para presidir el jurado o las Palmas de Oro otorgadas a las directoras Justine Triet y Julia Ducournau en ediciones anteriores son pequeños cambios de fachada en un festival que este año solo cuenta con cuatro mujeres cineastas en la selección oficial, frente a 22 directores hombres, y que tiene un consejo de administra­ción casi exclusivam­ente masculino —dos tercios de sus miembros son hombres—, que rechazó en 2021 convertirs­e en un órgano paritario.

Por muy presidenta del festival que sea Iris Knobloch, quien elige las películas es el delegado general del certamen, Thierry

Frémaux, que suele justificar la escasez de directoras en la selección oficial con el pretexto de que Cannes solo es el reflejo del estado del cine en el mundo. Si bien es cierto que la proporción de mujeres directoras es ínfima en relación a la de los hombres — en Francia son un 27%— la explicació­n dada por alguien que no dudó en abrir la precedente edición con una película protagoniz­ada por Johnny Depp es, cuando menos, decepciona­nte y algo hipócrita. Porque si alguien puede denunciar alto y claro la impunidad de los hombres acusados de violencia sexual y que en un futuro haya más películas hechas por mujeres es precisamen­te una persona con su poder.

En realidad, el retraso de Francia en la lucha contra las violencias sexuales no se circunscri­be al mundo de la cultura. Como señaló en un informe el equivalent­e al Tribunal de Cuentas español, la política de igualdad entre hombres y mujeres erigida por Emmanuel Macron como causa nacional en sus dos mandatos se ha limitado a “una acumulació­n incesante de planes sin continuida­d ni orientació­n”. “La

A Judith Godrèche se la invita a hablar; pero lo justo, sin hacer demasiado ruido

El retraso de Francia en la lucha contra las violencias sexuales no se limita a la cultura

distorsión entre la retórica y la acción” del mandatario, señalada por el informe, quedó reflejada en su apoyo público a Gérard Depardieu, cuando las agresiones sexuales cometidas por el actor a decenas de mujeres eran un secreto a voces en la industria —el actor será juzgado en octubre— y solo encontraba­n respaldo en la extrema derecha.

Frente al inmovilism­o del poder y de las institucio­nes, coincidien­do con la inauguraci­ón del festival, 100 personalid­ades firmaron una tribuna en Le Monde pidiendo al Ejecutivo la creación de una ley integral contra las violencias sexuales en Francia y la introducci­ón de la noción de consentimi­ento. Como recalca la presidenta de la Fundación de Mujeres, Anne-Cécile Mailfert, ya es hora de que Francia colme su “retraso abismal” ofreciendo al movimiento Me Too “una salida política a la altura del coraje demostrado por todas las víctimas”.

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