En busca de un ‘shock’ inversor
La UE necesitará en la próxima legislatura cantidades ingentes de dinero para evitar perder la carrera frente a China y EE UU
Alemania recibió el 8 de enero la autorización de Bruselas para regar con más de 900 millones de euros a la empresa sueca Northvolt, que va a instalar una fábrica de baterías para vehículos eléctricos en el norte del país. Berlín evitó así que la empresa se llevara la planta –y los puestos de trabajo– a Estados Unidos.
El hecho encierra muchos de los retos que la Unión Europea afrontará en el futuro más inmediato y sobre los que se debate en la campaña para las elecciones del 9 de junio: la necesidad de inversiones en tecnologías clave para la transición climática y digital, apoyo público al sector privado, sobre todo industrial, para que no pierda competitividad o busque el respaldo en áreas económicas rivales (Estados Unidos, China); y, también, el riesgo de que el mercado único de la UE se quiebre entre aquellos Estados que pueden tirar del presupuesto público para encarar los retos y los que no.
Porque mientras Alemania pudo echar mano de su gran capacidad fiscal, España, por ejemplo, tiene dificultades para dar ayudas en la misma medida al fabricante de coches Stellantis (Opel, Citroën, Peugeot…) para que construya unas instalaciones similares en Figueruelas, en Zaragoza, o las da para Volkswagen en Sagunto (Valencia) con dinero del plan europeo de recuperación.
Para dar respuesta a estos desafíos, las instituciones europeas encargaron dos informes a sendos ex primeros ministros italianos, Enrico Letta y Mario Draghi. El primero ya se conoce. Su apuesta se basa en profundizar en el mercado interior, piedra angular del club de 27 Estados, pero con áreas pendientes de integrar. “Es producto de una época en la que tanto la UE como el mundo eran ‘más pequeños’, y muchos de los protagonistas actuales aún no habían entrado en escena”. Lo dice en plural, pero, en realidad, la mente se va siempre a un “protagonista”: China. El gigante asiático, a mitad de los ochenta, cuando empezó a diseñarse el mercado único actual, apenas suponía el 3% del PIB mundial medido de forma comparable (en paridad de poder de compra); EE UU, algo más del 20%, y los Veintisiete juntos, el 25%. Casi 50 años después, el reparto de la tarta es muy diferente: China se mueve en torno al 20%; EE UU está por encima del 16% y la UE queda por detrás.
Dejar de perder posiciones pasa, dice Letta, por ganar tamaño a base de unirse e impulsar la inversión, avanzando en la integración de los mercados de capitales, de sanidad, de telecomunicaciones: un mercado más grande para que haya empresas más grandes y con más músculo para invertir. El ejemplo siempre es el mismo: en Europa hay 34 operadoras telefónicas (repartidas en 27 países), mientras en EE UU hay tres y en China, cuatro.
Draghi no ha acabado su trabajo, pero anuncia un “cambio radical”. Como su compatriota, quiere acabar con la fragmentación
Existe el riesgo de que unos Estados tiren del presupuesto público y otros no
“Falta mercado único para ahorros y telecomunicaciones”, dice un eurodiputado
pendiente. Señala a Estados Unidos, que “recurre a la política industrial a gran escala para atraer dentro de sus fronteras una capacidad de fabricación nacional de alto valor, al tiempo que utiliza el proteccionismo para dejar fuera a sus competidores y despliega su poder geopolítico para reorientar y asegurar las cadenas de suministro”, apuntaba en abril.
El expresidente del Banco Central Europeo habla de ingentes cantidades de dinero para que la UE no pierda comba en la transición digital y verde. En febrero explicó a los ministros de Finanzas de la Unión que la factura anual podía ascender a medio billón. Su sucesora, la francesa Christine Lagarde, en la misma reunión, sumó el gasto en seguridad y defensa y lo elevó a 800.000 millones de euros. La Comisión Europea calcula una cantidad algo inferior, 720.000 millones. No todo tiene que salir del erario público. Al privado se le asigna un papel relevante y para impulsarlo se confía en esa ampliación de mercados que evite la salida de ahorros europeos hacia EE UU: al año cruzan el Atlántico unos 300.000 millones.
“En Europa hay superávit de ahorro y se exporta. Falta mercado único. No lo hay para los ahorros, ni para las telecomunicaciones”, lamenta Jonás Fernández, eurodiputado del PSOE y candidato a repetir, y añade: “las empresas tienen un problema de tamaño por la fragmentación. La derecha habla de menos trabas burocráticas. Yo, de consolidación del mercado único sector por sector”. Fernández advierte de que lo dicho se aplica al sector privado, que su apuesta para la inversión pública pasa por el presupuesto de la UE: “Con independencia de las nuevas reglas fiscales, los Estados tienen que reducir deuda y no pueden hacer mucho. Hay que hacerlo en el ámbito de la UE”.
Francia y Alemania, en un documento conjunto divulgado ayer, hablan de recurrir al Banco Europeo de Inversiones y de “añadir [al presupuesto de la Unión] un amplio mix de nuevos recursos propios”. Lo que pasa es que esta opción, que no deja de ser dotar a la UE de más ingresos directos a través de impuestos en lugar de aumentar las transferencias de los Estados, tiene poco recorrido hasta ahora. Tropieza con los gobiernos nacionales.
Cinzia Alcidi, del Centro para Estudios de Política Europea, sabe que en este punto puede desandarse el camino que se haga en el sector privado. “Es un riesgo importante que podría conducir a la fragmentación e incluso a la divergencia económica. Hay razones de peso para poner en común los recursos de la UE y destinarlos a proyectos de interés común. Pero los retos políticos son considerables y veo obstáculos: será muy difícil alinear los intereses o preferencias nacionales; el apetito por emitir nueva deuda común es muy bajo en muchos Estados y el acuerdo unánime es un requisito previo para avanzar”.