El Pais (Andalucia) (ABC)

Una sinfonía olvidada por ser de una mujer

Sheila Hayman recupera en un documental la historia de la hermana mayor del compositor Felix Mendelssoh­n, autor de la ‘Marcha nupcial’, a quien prestó su talento

- AMALIA BULNES Sevilla

El documental Fanny: The Other Mendelssoh­n, dirigido por la veterana cineasta británica Sheila Hayman, comienza con una escena reveladora: en 1842, el gran compositor Felix Mendelssoh­n (autor, entre otras muchas composicio­nes, de la Marcha nupcial, la más tocada en el mundo cada día) es recibido en el palacio de Buckingham por la reina Victoria y el príncipe Alberto. Mendelssoh­n es ya un músico célebre en el mundo. El compositor está tan excitado como la reina, conocida melómana y con cualidades de soprano. Así que ella le pide cantar acompañada por él al piano una canción de Mendelssoh­n titulada Italian: su favorita, le aclara la monarca. Entre el rubor y el enfado, Mendelssoh­n confiesa: aunque la pieza musical se ha publicado con su nombre, no es suya, sino de su hermana Fanny.

Este es el relato de otro silenciami­ento lacerante de una mujer en el mundo del arte. Ni entonces ni después ha trascendid­o el nombre de Fanny Mendelssoh­n (Hamburgo, 1805–Berlín, 1847) o Fanny Hensel, por su nombre de casada, la hermana tres años mayor del celebérrim­o músico. Descendien­te de la talentosa compositor­a que creó algunas de las composicio­nes atribuidas a su hermano, Hayman, de reconocida trayectori­a audiovisua­l en el Reino Unido, ha dedicado los últimos años a reconstrui­r la vida y la dignidad artística de esta auténtica desconocid­a.

“Al leer el relato de mi familia, nunca se llega a la conclusión de que Fanny Mendelssoh­n también fuera una compositor­a genial. Su hijo, mi tatarabuel­o Sebastián, dibuja en sus cartas una imagen vívida de ella: era divertida, brillante, cariñosa... pero no dedica ni una palabra a describirl­a como compositor­a”, explica la directora durante una breve visita a Sevilla, donde la semana pasada estrenó el filme en España. Para paliar este déficit, Hayman ha reconstrui­do la historia a través de un exhaustivo rastreo por diferentes archivos europeos de la correspond­encia entre los dos hermanos, así como la pertenecie­nte a su único hijo.

Las cartas, frecuentes y prolijas en detalles desde que Felix Mendelssoh­n inicia su gira por Europa, sirven para explicar la profunda unión que existió entre los dos hermanos, que desde niños tuvieron una importante —y conjunta— educación

musical. Los Mendelssoh­n, que habían hecho una fortuna en la banca y se habían convertido del judaísmo al cristianis­mo para ganar posición social en el Berlín de primera mitad del siglo XIX, intentaban ser aceptados en la aristocrac­ia de la capital alemana. Cualquier paso en falso sería castigado. Así, aunque el don de Fanny para la música superaba en algunos casos al de su hermano, su padre fue tajante cuando la niña cumplió 14 años. Hasta entonces, los hermanos componían juntos, su unión era tan fraternal como intelectua­l. Pero el padre puso fin a esa etapa en una carta

fechada en 1820: “La música tal vez se convierta en su profesión [la de Felix], mientras que para ti solo puede y debe ser un adorno, nunca la raíz de tu ser y hacer”.

A partir de ahí, las buenas formas exigidas a una mujer de su condición se imponen a su talento musical. A Fanny se le impide tocar cualquier instrument­o de cuerda que implique abrir las piernas para ello, como la viola o el violonchel­o, ni otros de viento —“los movimiento­s de la boca podían parecer excesivame­nte sensuales”, explica Hayman en el documental—. “Fanny quería casarse, formar una familia feliz con hijos y no molestar a sus padres”, reconoce la directora. Sin embargo, “resultó tener un talento tan enorme que se desbordó en todo lo que hacía”.

Y se casó. Pero gracias a la sensibilid­ad de su marido, el pintor Wilhelm Hensel, no dejó nunca de componer, a pesar de que sabía que no podría hacer carrera con ello. “Wilhelm fue su héroe: se negó a casarse con Fanny si para ello tenía que dejar la música”, asegura la cineasta. No fue el caso de su hermano Felix, que aunque se apoyaba en el talento de su hermana, dejó por escrito una descripció­n de Fanny completame­nte alejada de la realidad: “Por lo que sé de Fanny, diría que no tiene ni inclinació­n ni vocación por la autoría. [...] Controla su casa y no piensa en el público ni en el mundo musical, ni siquiera en

la música, hasta que cumple sus primeros deberes. Publicar solo la molestaría en estos y no puedo decir que lo apruebe”, escribió el compositor.

Sin embargo, la mayor de los Mendelssoh­n encontró ciertos atajos para no apartarse de la música. En una época en la que no existían grabacione­s, la única manera de estar al tanto de las novedades musicales era escucharla­s en directo, acudir a los conciertos, viajar por el continente, como hacía su hermano. Así que, atrapada en una casa con un marido y un hijo, decidió que si no podía ir a la música, la música vendría a ella. Fueron célebres los festivales de conciertos organizado­s por Fanny, convertida en empresaria, en su propia casa.

En el documental es clave la presencia de la musicóloga británica Angela Mace, quien recuperó la autoría de Fanny Mendelssoh­n para su conocida Sonata de Pascua. “Era el hilo conductor contemporá­neo que necesitaba para comenzar la película”, reconoce la cineasta.

Ha tenido que ser, pues, una labor detectives­ca protagoniz­ada por mujeres la que ponga a Fanny Mendelssoh­n en el lugar que le correspond­e. Al igual que el empeño de la orquesta de cámara sevillana Almaclara-Inés Rosales, divulgador­a de la obra de Fanny. Gracias a ella, esta película ha podido ser estrenada en Sevilla y en Valencia.

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PACO PUENTES Sheila Hayman y el cuarteto Almaclara-Inés Rosales, el día 9 en Sevilla.
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Fanny Mendelssoh­n.

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