El Pais (Andalucia) (ABC)

La carrera perfecta del ciclista perfecto

Pogacar, de 25 años, intérprete magistral de una partitura escrita para él en diciembre

- CARLOS ARRIBAS

Giulio Pellizzari, de 20 años, reparte gominolas de Haribo entre los pinos de Roma, y una ligera brisa templada los agita. El último día del Giro, al sol, los ciclistas del futuro son niños felices, exultantes de salud y vigor, como Antonio Tiberi, de 21, ciclista romano de blanco de mejor joven. El viejo lucano Domenico Pozzovivo, de 42 años, cuerpo retorcido como el de un olivo centenario de su Basilicata, casi deforme, los codos descolland­o, tantos huesos rotos tantas veces, se adelanta al grupo, que le anima, al llegar a los adoquines del Foro y se despide del ciclismo. Los del UAE han pintado de rosa las hombreras de sus uniformes blancos y sobre el asfalto parecen el T-Mobile de los viejos tiempos, pero no les manda un Riis iracundo o un Ullrich rubicundo, sino un Tadej Pogacar de rosa sonriente y dulce nacido en los años de los selfis y los móviles con cámara. Descubre Roma, se hace fotos y ríe. Después, a dos kilómetros de la meta, se pone al frente del tren UAE para el último sprint. Está empeñado en que gane su compañero Molano. “Si gana Molano, será un Giro de 10 sobre 10”, anuncia. Pese a la ayuda especial, el colombiano se pierde. Sobre los adoquines Tim Merlier vuelve a derrotar a Jonny Milan. Empate a tres final entre los príncipes de la volata. “No podemos ganarlo todo”. Nadie discutirá, sin embargo, que el Giro ha sido de 10 y más para el esloveno.

Dicen que competir es dominar el arte de lo imprevisib­le, pero ganando de manera perfecta un Giro perfecto, Tadej Pogacar ha convertido en arte, en épica, la interpreta­ción dulce de una planificac­ión extrema.

“¿Un Giro perfecto? Quizás, aunque no todo ha sido fácil. He sufrido alergias las primeras semanas y a veces he dormido mal”,

dice Pogacar, ganador del Tour de 2020, en su debut, y 2021, y no cita entre los problemas los ataques de rivales insidiosos, que no han existido. Ningún rival le ha puesto en un aprieto. Geraint Thomas, Daniel Martínez, Tiberi, O’Connor, Rubio, Bardet… Lo que han luchado por el podio ni siquiera han intentado atacarle. Han ido siempre a rueda. Han peleado para ser segundos. Solo ha atacado Pogacar. “Ha sido, seguro, una de mis mejores grandes vueltas”.

Antes de empezar, su equipo revisó el libro de ruta y calculó que Pogacar podría ganar 11 de las 21 etapas, porque es puncheur, cronoman, velocista, escalador, y su actitud, lo que él llama “mentalidad”, es la de intentar ganar siempre. Ganó seis, quedó segundo en dos —la contrarrel­oj del lago de Garda que le ganó Ganna y la subida al Brocon de su amigo Steinhause­r—, y tercero en otra, la que le levantó Jhonatan Narváez en Turín el primer día, la que más le fastidió no ganar, la que le habría permitido vestir de rosa del primer al último día, como Anquetil en el 64 y Merckx

en el 73. La etapa de Livigno, aquella en la que, como una aspiradora, sin más afán que el de no pasarse de los vatios que podría mantener durante media hora —450 vatios de media, casi siete por kilo, 27,5 kilómetros por hora de media en la ascensión— dejó los más de dos minutos que le sacaba Nairo en nada en apenas 12 kilómetros, fue quizás no solo su mayor demostraci­ón en el Giro sino uno de los mejores días de su carrera, dentro de lo difícil es comparar los datos entre diferentes etapas, cada una con su particular­idad. Muchos días no ha llegado a rozar sus límites. Ha ganado controland­o sus esfuerzos, casi frenándose, pensando siempre en el Tour.

El esloveno, que se impone, a los 25 años, en su debut, con la mayor ventaja sobre el segundo (Daniel Martínez, 9m 56s) registrada en los últimos 59 años, no ha experiment­ado, no ha improvisad­o, no ha sido Charlie Parker con el saxo y el sueño cálido, revuelto, más bien Daniel Barenboin al teclado, dando a cada nota de la partitura el brillo, la sonoridad, que quizás Beethoven había imaginado o, seguro, las pedaladas que preveía el guion escrito en casa UAE en diciembre nada menos, junto a las playas de Benidorm, a medias entre los directores, preparador­es y técnicos del equipo financiado por emires de oriente próximo.

“¿Un Giro perfecto? Sí. Ha sido el Giro perfecto. La perfección. La seguridad de la maglia el segundo día. Ganar la crono para convencers­e. Tener la tranquilid­ad de mantener el liderato en Prati di Tivo, sin obsesionar­nos. Y poder estar la última semana defendiénd­olo, que siempre es lo mejor”, asegura Joxean Fernández Matxin, mánager y estratega del equipo. “Teníamos un plan de tres semanas, que se ha mantenido, y un ojo en el Tour”.

Llegará al Tour con 31 días de competició­n (y 14 victorias. Volta, más cuatro etapas; Giro, más seis; Strade y Lieja), más o menos como otros años. Y llegará entero, aseguran en el equipo, y lo aseguró él. No se cambiarán los planes escritos en diciembre. Tras una semana de vacaciones, el 3 de junio se concentrar­á en la altitud de Isola 2000, en los Alpes franceses cerca de Niza. Después de la Dauphiné, el 10, se le unirán Ayuso, Soler, Wellens, Politt y Sivakov. El equipo, cuenta Matxin, ha alquilado dos villas de lujo y tendrá a dos cocineros a su disposició­n. Y el 26 de junio todos descenderá­n a Florencia, donde el sábado 29 comenzará el Tour. Le esperan, ya, enemigos de verdad, y un desafío que ningún ciclista ha logrado superar desde que lo hizo Marco Pantani en 1998, rosa y amarillo el mismo año.

Podría haber ganado 11 etapas: logró seis, quedó segundo en dos y tercero en una

Tras una semana de vacaciones, se concentrar­á en Isola para preparar el Tour

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DARIO BELINGHERI (GETTY) Pogacar, con el trofeo de ganador del Giro.

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