El Pais (Andalucia) (ABC)

La célebre foto que no gustó a García Márquez

El mexicano Rodrigo Moya cuenta cómo hizo el retrato que ilustró las primeras ediciones de ‘Cien años de soledad’ y que ahora se subasta

- ELÍAS CAMHAJI,

Gabriel García Márquez tenía prisa. Se sentó en uno de los sofás y explicó que necesitaba tomarse una foto para un libro que le importaba mucho. “Cuando lo conocí, me cayó gordo”, recuerda el mexicano Rodrigo Moya, el fotógrafo que asumió el encargo. La sesión fotográfic­a se realizó el 29 de noviembre de 1966, seis meses antes del lanzamient­o de Cien años de soledad. Las imágenes fueron rechazadas en un inicio, pero eventualme­nte llegaron a la contraport­ada de las primeras ediciones internacio­nales del libro y se convirtier­on en un testimonio gráfico icónico de García Márquez. “Cada fotografía tiene una historia”, cuenta Moya antes de contar lo que pasó hace 52 años.

García Márquez llegó sobre las once de la mañana al apartament­o de Moya en el centro de Ciudad de México. Estaba serio, la cámara le ponía nervioso. “¿Cómo quieres la fotografía?”, preguntó Moya. “Hazme un retrato a tu manera”, contestó el escritor. El fotógrafo sacó su cámara, una Mamiya de doble lente, y sin iluminació­n artificial empezó a disparar hasta agotar dos rollos de 12 imágenes cada uno tras una hora y media de trabajo. “Me costó mucho trabajo moverlo, se quedó sentado todo el tiempo”, cuenta el fotógrafo entre risas.

Gabo ya era reconocido, pero era austero. Traía el saco de pata de gallo que casi siempre usaba, prendía un cigarrillo y bebía un café tras otro, mientras platicaba con Guillermo Angulo, un amigo común y el maestro que enseñó a Moya el arte de la fotografía. Gabo tomó la hoja de contactos y empezó a elegir. Una foto en la que sale con los ojos cerrados mientras exhalaba el humo del tabaco quedó sentenciad­a para siempre con un “NO”, en mayúsculas. “Hablaba poco, pero era preciso”, dice Moya, mientras pasa el dedo índice sobre la impresión de plata sobre gelatina. Dos fotos fueron las preferidas de García Márquez y en las dos sale con una mirada cómplice, como la de un niño de 39 años que acaba de cometer una travesura. “Cuatro copias”, apuntó con el bolígrafo.

La última palabra, sin embargo, era la del editor, el pintor hispanomex­icano Vicente Rojo, que descartó todas las fotos. “Yo veía a Rojo como un enemigo de la fotografía”, dice Moya sin rencor. “Te cambiaba el encuadre, ponía pintura sobre las fotos, las ponía de cabeza, era una locura”, recuerda. Al final, Penguin eligió una de las imágenes, que había pasado inadvertid­a por Gabo, por Rojo y por Moya, para la carátula de la edición en inglés. “Nunca supe por qué, supongo que son cosas de editores, a la fecha esta foto no me gusta”, reconoce Moya encogido de hombros. La garabatead­a hoja de contactos volverá a salir este 9 de mayo a la luz en un evento de la casa de subastas Morton en el que se espera que se paguen entre 5.000 y 8.000 dólares.

“El fotógrafo tiene que captar la esencia de una persona y para eso es imprescind­ible que el fotógrafo tenga carácter”, explica Moya sobre su visión de la fotografía, que ha reflejado en decenas de ensayos y en un archivo fotográfic­o al que su esposa, Susan, y él han dedicado los últimos 21 años. En un mundo en el que los fotógrafos eran “entes de segunda categoría”, el joven Moya de 23 años retaba a sus retratados, les miraba a los ojos y no dudaba en castigarlo­s con una mala foto. “Si detestaba al personaje buscaba joderlo un poco, no podía tomar una foto neutra que dejara de lado mis conviccion­es”, resume sin empacho.

Moya (Medellín, 1934), que nació en Colombia por un capricho del destino, ha marcado una época en la fotografía mexicana, pero rechaza la etiqueta de artista. Por su lente pasaron los tripulante­s del Granma; un encuentro inédito entre los acérrimos David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera; John F. Kennedy, Lázaro Cárdenas, Carlos Fuentes y María Félix; borrachos anónimos hundidos en una cantina, matones de ojos penetrante­s y niñas que sueñan afuera de una juguetería. Miles y miles de historias, como la de su amigo: un novel escritor colombiano que se mordía los labios y sonreía tímidament­e en vísperas de publicar su obra maestra.

 ?? RODRIGO MOYA ?? Hoja de contactos de la sesión fotográfic­a. Abajo a la izquierda, la foto escogida.
RODRIGO MOYA Hoja de contactos de la sesión fotográfic­a. Abajo a la izquierda, la foto escogida.

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