El Pais (Andalucia) (ABC)

La intervenci­ón de los jueces empaña las presidenci­ales de Guatemala

- JOSÉ ELÍAS / JAVIER LAFUENTE, Guatemala / México

La política de Guatemala lleva desde 2016 dividida entre quienes apuestan por un proyecto reformista, de combate a la corrupción, y los partidario­s de mantener el statu quo. No hace falta esperar a la primera vuelta electoral de mañana para constatar que los segundos harán todo lo posible por consolidar el poder. La principal opción de quienes quieren un cambio, la exfiscal Thelma Aldana, no ha podido concurrir después de que se prohibiese su candidatur­a.

La intervenci­ón inusual del poder judicial a favor de las élites dominantes ha marcado una campaña electoral atípica, donde el hastío y la incertidum­bre de quién concurrirá a la segunda vuelta predominan. Los guatemalte­cos acudirán a las urnas para elegir al sucesor del controvert­ido Jimmy Morales en medio de un intento de dar forma legal a una serie de maniobras más bien leguleyas, tendentes a eliminar a los adversario­s políticos o a justificar que se hayan autorizado candidatur­as con serios cuestionam­ientos legales.

Es un fenómeno sin precedente­s desde el fin de las dictaduras militares en 1985 y cuyas víctimas

más conspicuas han sido dos de las candidatas con mayor intención de voto en las encuestas: la ex fiscal general del Estado Thelma Aldana; Zury Ríos, hija del exdictador Efraín Ríos Montt, y Sandra Torres, favorita en los sondeos. Aldana, que como fiscal general trabajó codo con codo con la Comisión Internacio­nal Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), logró el desmantela­miento de poderosas estructura­s mafiosas enquistada­s en el Estado y propició el encarcelam­iento del expresiden­te Otto Pérez y de miembros de poderosas familias, algo que para las élites fue un atrevimien­to.

La exfiscal ha repetido que esas élites conspiraro­n para bloquear su candidatur­a. Lo extiende la Contralorí­a General de Cuentas, una de las instancias más cuestionad­as del Estado. A Aldana se le atribuye la contrataci­ón anómala de un abogado para que dictara cursos de capacitaci­ón a los fiscales.

Para el abogado Edgar Ortiz, de la Fundación Libertad y Desarrollo, la judicializ­ación es un peligro para la institucio­nalidad del país, ya de por sí cuestionad­a. “Ante la incapacida­d de resolver los problemas políticos, el sistema judicial se ha convertido en una segunda instancia. Ahí radica el peligro: que las Cortes comiencen a ser los árbitros”, asegura. Sacar de la contienda a Zury Ríos, quien goza del apoyo de algunos sectores ultraconse­rvadores, les resultó más sencillo. La Constituci­ón impide las candidatur­as de golpistas y de sus parientes.

También por el plano judicial ha pasado la candidatur­a de Sandra Torres. La CICIG y la Fiscalía Especial Contra la Impunidad elevaron en su contra una denuncia minuciosam­ente documentad­a por financiami­ento electoral no reportado. La actual fiscal general, Consuelo Porras, archivó el expediente durante semanas y solo lo hizo llegar al Tribunal Supremo Electoral 24 horas después de que Torres fuera inscrita y gozara de inmunidad. No es el único caso. Sobre otros candidatos presidenci­ales y aspirantes a diputacion­es o alcaldías también pesan acusacione­s de corrupción, sin que eso influyera en las autoridade­s electorale­s para negarles la inscripció­n.

Para el procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas, esta “judicializ­ación” no es del todo negativa. “Hay casos de corrupción que no pueden dejar de juzgarse. Es importante que la justicia opere. Lo fundamenta­l es que sea independie­nte”.

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/ J. O. (AFP) Empleadas de la corte electoral preparan urnas y papeletas el jueves en Ciudad de Guatemala.

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