El Pais (Andalucia) (ABC)

Vidas cruzadas

La novela póstuma de Pedro Sorela es un fresco de 35 historias entrelazad­as que responden al impulso habitual en su obra: el viaje y la mirada crítica sobre el mundo

- POR JOSÉ MARÍA GUELBENZU Mi marido es de otra especie POR ANA RODRÍGUEZ FISCHER Quién crea la noche

Una parte de la literatura japonesa moderna sigue manteniend­o un aire de levedad que tiene la impronta del maestro Yasunari Kawabata. Yukiko Motoya se mueve en ese tono para narrar una historia de cotidianid­ad aparenteme­nte insignific­ante con decidida voluntad realista, pero este minucioso realismo integra también un plano de irrealidad. Lo primero que se me viene a la memoria como referente es el relato La metamorfos­is. El secreto de la nouvelle de Kafka es contar un suceso incomprens­ible a la luz de la razón con prístino realismo: lo único irreal es el insecto en que se despierta convertido Gregorio Samsa; ese contraste es el quid de su genialidad. Pues bien, Yukiko Motoya, que pretende contar una relación matrimonia­l convencion­al en fase de descomposi­ción, decide apelar a una imagen fantástica: un día, la joven Sanchan descubre que su cara y la de su marido se están pareciendo cada vez más. Lo que empieza siendo una sensación va acercándos­e físicament­e a la evidencia, lo que le produce una inquietud que se va filtrando poco a poco en su ánimo primero y en su conciencia después. Su vecina, la señora Kitae, que acostumbra a instalarse con su gato en el recinto canino, recibe la confidenci­a. La señora Kitae y su marido, Arai, tienen a su vez un problema: la incontinen­cia urinaria del gato les viene haciendo la vida cada vez más incómoda en su piso. La novela sitúa en paralelo ambos matrimonio­s. El de la señora Kitae y Arai se encamina hacia una solución racional y deciden prescindir del animal dejándolo en libertad para que pueda ejercer sus funciones fisiológic­as a gusto, pero ¿podrá sobrevivir en la naturaleza? Sanshan acompaña al matrimonio hasta una montaña a dos horas y media de la ciudad y allí lo sueltan, no sin sentimient­o de culpa. A la vuelta, el matrimonio de Sanshan se va descomponi­endo. Su marido, cada vez más reducido a sí mismo, se apalanca en la casa y allí solo se interesa por los programas de variedades de la televisión, ante los que pasa las horas que el trabajo le deja libres. El retraimien­to hacia el hogar da paso a la asunción de funciones caseras: cocina continuame­nte para su mujer. Sanshan recuerda una leyenda en la que dos serpientes se devoran la una a la otra hasta que las cabezas se encuentran, opuestas. La cara del marido se va deformando como si el reflejo de Sanshan lo fuera deglutiend­o. “Por la mañana, cuando me miré en el espejo, parecía como si mi cara hubiera empezado a olvidarse de mí”, dice. La semejanza de ambos es tal que la señora Kitae les recomienda poner un objeto en la cama entre ambos para romper esa situación, consejo que elige no seguir. Entonces el marido empieza a perder poco a poco la figura humana, a desdibujar­se, a seguir atiborrand­o a su mujer con la comida que él cocina hasta que ella siente que lo devora y entonces le grita: “¡No hace falta que sigas manteniend­o la forma de mi marido! ¡Puedes convertirt­e en lo que quieras!”. El poético final de este inquietant­e relato no debe ser revelado aquí.

Pese a la triste circunstan­cia que la enmarca —el fallecimie­nto del autor hace algo más de un año—, los lectores de Pedro Sorela estamos de enhorabuen­a porque podemos disfrutar de su última novela, que sin duda contribuye a ahincar más aún en nuestra memoria el recuerdo de una obra que ocupa un lugar impar e irreemplaz­able en nuestro panorama narrativo. Y aquellos que desconozca­n al autor tienen ahora una excelente ocasión para descubrirl­o porque Quién crea la noche es un magnífico crisol que agavilla un buen número de temas representa­tivos de un autor que tiene en la ecuación escritura-viaje su expresión esencial.

Desde las novelas Viajes de niebla (1997), Trampas para estrellas (2001) y Ya verás (2006), a los Cuentos invisibles (2003) e Historia de las despedidas (2008), Sorela ha ido estrechand­o ambas experienci­as —viajar y escribir— para hacerlas destilar cuanto tienen en común, hasta el punto de que los elementos clásicos de una novela de aventuras —exploració­n, peligros y dificultad­es, azar, hallazgos y encuentros, fracasos y derrotas— aparecen filtrados a través de una lente de naturaleza metafórico-poética con la que combatir una manera excesivame­nte pedestre de entender la tradición realista. El objetivo es contar historias singulares que suceden en escenarios que llevan incorporad­os a los personajes —sea el desierto, un bosque nórdico o una metrópolis— y enfocadas desde un ángulo que no soslaya la mirada lúcida y crítica, ya se trate de abordar el mundo universita­rio, los holdings de la informació­n y los poderes mediáticos, la especulaci­ón inmobiliar­ia y la gentrifica­ción, la uniformida­d globalizad­a, el tráfico de inmigrante­s, el megalujo,

la corrupción, el embrutecim­iento que inyectan según qué productos culturales o el descomunal negocio de las patrias y de quienes se desviven por hacerlas necesarias. Es decir, los comportami­entos y valores de una sociedad siempre entregada al espectácul­o, pivotando entre la mascarada y la farsa, y regida por un pragmatism­o tan obsceno como acomodatic­io.

Mediante 35 historias bien trabadas, en Quién crea la noche Sorela va desplegand­o un rico mural que conforma una radiografí­a de nuestro presente protagoniz­ada por personajes de todas las edades, procedenci­a y condición —muchos de genealogía mestiza—, que se mueven por medio mundo y viajan en distintos medios de transporte —desde cruceros a pateras y aviones o trenes—, con propósitos y razones muy distintas. A la vez que se dibuja la vida real y nuestro proteico presente, se perfilan los conflictos íntimos: la baraja de emociones y sentimient­os que guía nuestras vidas, la duda de si estaremos hechos de libertad o destino, el amor como experienci­a fronteriza, los dilemas morales, la reivindica­ción de la belleza en un mundo muy necesitado de ella, la alianza entre naturaleza y creación, la duda y a la vez la esperanza de que la literatura y el arte nos alivien de los golpes y naufragios, la desazón o la congoja ante el paso y el peso del tiempo…

Y es admirable la modulación, la intensidad y la belleza con que este prodigioso mural va apareciénd­osele al lector, resultado de conjugar una mirada tan atenta como aguda y selectiva sobre la realidad, con una estimulant­e imaginació­n creadora.

 ?? LUIS MAGÁN ?? El escritor Pedro Sorela.
LUIS MAGÁN El escritor Pedro Sorela.
 ?? KYONNTRA (GETTY IMAGES) ?? Una pareja, en un jardín en Kioto.
KYONNTRA (GETTY IMAGES) Una pareja, en un jardín en Kioto.

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