Historias ‘queer’ en palacio
La homosexualidad es aún un tabú en las casas reales. Solo Países Bajos se ha planteado qué ocurriría si la heredera se casa con alguien de su mismo sexo
“Antes que casarme con Paquita, prefiero abdicar”, dijo Isabel II sobre su marido
En 2021 Francisco de Baviera posó de forma oficial con su pareja Thomas
Plegarias atendidas, la escandalosa novela en clave que Truman Capote nunca llegó a acabar, no solo salpicó a la alta sociedad neoyorquina de los setenta, sino también a la realeza europea. En mayo de 1976, un año después de publicar en la revista Esquire dos capítulos en los que exponía las intimidades de sus amigas ricas y famosas, el autor desveló Monstruos perfectos, un tercer adelanto de la obra. “Capote ataca de nuevo. Más sobre el libro más comentado del año”, tituló la revista. El escritor estadounidense se atrevía a contar con nombres y apellidos reales un secreto a voces: la relación de juventud entre el príncipe Pablo de Grecia, padre de la reina Sofía y abuelo de Felipe VI, con Denham Denny Fouts, un gigoló americano al que Cecil Beaton tachó de “ramera” y Jean Cocteau calificó de “mala influencia”.
“En todas las dinastías europeas ha habido homosexuales y bisexuales. En el caso de los Borbones, esto está asumido desde tiempos de Luis
XIV. El hermano pequeño del Rey Sol, Felipe de Orleans, era abiertamente gay. El tabú es una cosa de pequeñoburgués”, asegura el escritor y experto en realeza Ricardo Mateos Sáinz de Medrano, quien repasa la historia reciente para demostrar que las monarquías están plagadas de romances queer: desde el idilio que mantuvo el rey Gustavo V de Suecia, bisabuelo del actual monarca sueco, con un hombre casado y más joven que él en los años treinta, hasta el affaire del príncipe Jorge de Grecia con su tío, el príncipe Valdemar de Dinamarca, a comienzos del XX. Todas estas relaciones transcurrieron en una época en la que la homosexualidad era un delito, lo que alimentó el secretismo. Aún hoy, las familias reales europeas se resisten a reivindicar ese pasado o a plantearse qué pasaría en el futuro si un heredero se enamorara de alguien de su mismo sexo.
Capote narró el vínculo entre el príncipe griego y el vividor profesional con su característica ironía y tono novelesco. “Fue en Capri donde Denny le echó el ojo a un bisabuelo de 70 años que también era director de los Petróleos Holandeses y se fugó con él. Pero este caballero perdió a Denny en manos de la realeza, del príncipe Pablo, más tarde el rey Pablo de Grecia”, cuenta en Plegarias atendidas. “La edad del príncipe era más próxima a la de Denny, y el cariño que sentían el uno por el otro estaba bastante equilibrado”.
El escritor estadounidense Arthur Vanderbilt ratificó esta historia en la biografía de Fouts, publicada en 2014. La relación contó con la complicidad de los Bright Young Things, un grupo intelectual y artístico compuesto por nobles como Evelyn Waugh, Stephen Tennant y Siegfried Sassoon. El escritor Gore Vidal definió aquel círculo como “el mundo glamuroso de los Mountbatten, donde todos eran bisexuales y se casaban”. Durante unos años, el príncipe y el gigoló mantuvieron un intenso intercambio epistolar. La relación se enfrió tras la boda del príncipe heleno con Federica de Hannover.
Francisco de Asís de Borbón, marido de Isabel II, es el caso más destacado dentro de la familia real española. El historiador Pierre de Luz fue el primero en escribir sobre la supuesta bisexualidad del tatarabuelo Juan Carlos I en su biografía Isabel II, reina de España, publicada en 1936. En ella, describe al consorte como “pequeño, delgado, de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica”. El pueblo se refería a él con apodos despectivos y homófobos como “Doña Paquita” o “Paquito Mariquito”. Según el libro de De Luz, cuando le dijeron a la reina que tenía que casarse con él, esta gritó: “Antes que casarme con Paquita, prefiero abdicar”. Se dieron el “sí, quiero” el 10 de octubre de 1846 y oficialmente tuvieron 12 hijos, aunque el matrimonio siempre fue objeto de mofas. Poco antes de la Revolución de 1868, comenzaron a circular una serie de caricaturas que dejaban en evidencia las preferencias sexuales del rey (y las infidelidades de la reina). Sáinz de Medrano, que está escribiendo una biografía de Francisco de Asís, confirma que el rey tuvo relaciones con otros hombres antes y después de la boda.
A comienzos del siglo XX, hubo otros dos ejemplos notorios en España: el de Francisco de Borbón y Borbón, duque de Marchena y primo de Alfonso XII, que murió en 1923 en una clínica psiquiátrica de París que realizaba tratamientos para curar la homosexualidad; y el de Luis Fernando de Orleans y Borbón, primo de Alfonso XIII, al que se le retiró su título de infante por su condición sexual y su comportamiento “poco ejemplar”. “Luis Fernando fue el primer miembro de la familia real española abiertamente gay. Y el único”, apunta Eduardo Álvarez Bragado, autor de una biografía novelada del infante. Este Borbón se convirtió en un referente de la cultura queer de la época.
En 2018, lord Ivar Mountbatten, primo de la reina Isabel II de Inglaterra, se convirtió en el primer miembro de los Windsor en casarse con otro hombre. En 2021, el duque Francisco de Baviera, de 89 años, fue el primer jefe de una casa real europea, la de Wittelsbach, en posar de manera oficial con su pareja, Thomas Greinwald. Pero para Álvarez Bragado, la homosexualidad y la bisexualidad continúan siendo un tabú en la realeza. “Sigue sin hablarse del asunto, hasta el punto de que quienes tienen que acometer reformas legales no las quieren hacer. En España, donde el matrimonio igualitario es legal desde 2005, la Constitución y las leyes actuales que rigen el funcionamiento de la monarquía no contemplan la posibilidad de que un heredero o heredera al trono sea homosexual”, señala el escritor.
Este debate sí se ha abierto en Países Bajos, donde el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal desde 2001. Un miembro del Parlamento preguntó en 2021 si la princesa Amalia de Orange, heredera al trono, podría casarse con otra mujer y seguir siendo la jefa del Estado. El primer ministro Mark Rutte contestó que no existe un obstáculo legal para que un rey o reina se case con una persona de su mismo sexo, aunque no aclaró cómo se resolvería la cuestión de la descendencia en una institución que se basa en la sucesión de padres a hijos. Rutte solo especificó que “debe quedar claro quiénes son los hijos en un matrimonio entre dos personas del mismo sexo”. Quizá ese sea el primer paso para que ningún príncipe o princesa queer tenga que volver a esconderse en un armario de palacio.