Hay vida en el fondo de la Antártida
Una expedición alcanza el lago Mercer, el más profundo que se ha explorado en el continente
“Ha sido como aterrizar en otro planeta”. Así describen varios miembros de una expedición a la Antártida el momento en el que sus cámaras mostraron el fondo del lago Mercer, el más profundo que se ha explorado con detalle en este continente. Bajo el hielo antártico hay más de 300 lagos —muchos de ellos conectados— que componen un entorno más desconocido que la superficie de Marte.
“Este lago y todos los organismos que lo habitan han estado completamente aislados del exterior durante al menos 100.000 años”, explica John Priscu, líder científico de la expedición estadounidense Acceso Científico a los Lagos Subglaciales de la Antártida (Salsa).
Estos sarcófagos líquidos son lo más parecido que hay en nuestro planeta a los lagos y océanos subglaciales de Marte, Plutón, o las lunas de Júpiter y Saturno, algunas con más agua que toda la Tierra. Son los lugares más probables para encontrar vida en el sistema solar.
A principios de los años sesenta, científicos soviéticos que exploraban la Antártida detonaron cargas explosivas incrustadas en el hielo para medir la propagación de la onda expansiva. Así se descubrió el lago Vostok, el mayor de la Antártida, sepultado a 3.400 metros bajo el hielo. Desde entonces Rusia, EE UU y otros países han echado una carrera para ser los primeros en alcanzar y analizar agua prístina de uno de estos depósitos. Rusia aseguró haberlo logrado en 2012 en el Vostok, pero las muestras podían estar contaminadas y no ser válidas. El Mercer, descubierto hace una década con imágenes de satélite, es “el más profundo que se ha alcanzado sin contaminar el agua y que ha sido explorado en detalle”, asegura Priscu, ya de vuelta en la estación McMurdo.
El lago Mercer está a 1.068 metros bajo el hielo, tiene una superficie mayor que Barcelona y una profundidad de 15 metros. La misión alcanzó sus aguas el 27 de diciembre de 2018 tras derretir unas 28 toneladas de hielo con una máquina perforadora que escupe agua caliente esterilizada. Durante los primeros días de 2019 se sacaron 60 litros de agua y cinco metros de columnas de sedimento del fondo del lago que, al llegar a la superficie, “burbujeaban con un gas aún por identificar”, explica Priscu. El agua está a medio grado bajo cero, pero la presión en el lago es 100 veces mayor que en la superficie, lo que permite que esté líquida.
Los primeros análisis muestran que cada mililitro de agua contiene unos 10.000 microbios, varios órdenes de magnitud menos que en el océano, pero considerable para una fosa a la que no llega ni un solo rayo de luz. Los gases del sedimento pueden deberse al metabolismo de los microbios, que en lugar de hacer fotosíntesis se comen los minerales de las rocas. También puede ser resultado de la descomposición de fauna marina extinta, ya que el equipo ha hallado restos de algas y posibles crustáceos en el fondo. El equipo ha confirmado que el agua del Mercer es dulce, pero posiblemente en épocas más cálidas, hace millones de años, tuvo contacto con el mar.
Este tipo de expediciones “cambian nuestra concepción del quinto mayor continente. No podemos seguir viéndolo como un enorme e inofensivo bloque de hielo. En su lugar vemos que esconde el mayor humedal de la Tierra que juega un papel a nivel global”, asegura Priscu.
El equipo espera analizar el ADN de las muestras, que dirán si además de microbios hay animales dentro del lago. El equipo intentará también criar los microbios antárticos en el laboratorio. “Nuestros datos servirán para diseñar experimentos que puedan estudiar los océanos de las lunas heladas en las afueras del sistema solar y averiguar si hubo un segundo origen de la vida”, resalta Priscu.
Vivir semanas en un campamento perdido a 600 kilómetros del Polo Sur “es el sueño de un científico, cada día es una fiesta y cada comida un banquete”, asegura este microbiólogo de la Universidad de Montana. ¿Bebió alguien agua del Mercer? “Tuvimos la tentación, pero las muestras son demasiado valiosas”, asegura.