Cuatro renuncias en seis meses
La candidata Sandra Torres, el pasado viernes.
favorita en todas las encuestas en la primera vuelta electoral de hoy. La candidata cobró relevancia en la arena política durante el mandato de su exesposo, Álvaro Colom. Desde el primer día de la presidencia de Colom (2008-2012), Torres ejerció de facto como primera ministra, una figura inexistente en la política guatemalteca. Hace cuatro años cayó en segunda vuelta ante un novato Jimmy Morales.
Sobre Torres pesa una demanda de financiación electoral no declarada, según la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y la Fiscalía Especial contra la Impunidad. No obstante, la fiscal general, Consuelo Porras, dejó pasar durante semanas el expediente contra Torres y no lo envió al Tribunal Electoral hasta que fue inscrita gozando por tanto de inmunidad.
La candidata es abiertamente rechazada por sectores como la patronal, que la acusa de haber
privó de participar en la contienda es Zury Ríos, hija del exdictador Ríos Montt, a quien se le aplicó el artículo 186 de la Constitución, que prohíbe aspirar a la presidencia “a los parientes dentro de cuarto grado de consanguinidad (…)” de quienes hayan llegado al poder como resultado de un golpe de Estado.
La última sorpresa ha sido el fulgurante ascenso de la candidata de origen maya Thelma Cabrera, de 48 años. Es una aspirante a la que por su doble condición de indígena y mujer nadie daba la menor posibilidad. Goza, eso sí, de las simpatías de los indígenas, que, aunque son mayoría, no representan una amenaza para el establishment. Cabrera, cuyo idioma materno es el mam, ha insistido en que, de llegar a la presidencia, será respetuosa con la propiedad privada, pero que revisará los contratos de las empresas extractoras que empobrecen al país y dañan el medio ambiente.
Los problemas para el Ejecutivo mexicano no cesan. “Le pedí eso [que renunciara], era lo mejor”, se limitó a declarar el viernes el presidente mexicano López Obrador en una breve declaración a los medios en Chihuahua, al norte del país.
El mandatario señaló que este movimiento forma parte de la estrategia para afrontar la amenaza constante de EE UU y anunció que Francisco Garduño, un hombre de su confianza y con amplia experiencia en gestión penitenciaria, será el nuevo titular del Instituto Nacional de Migración (INM).
“Demostraste tu capacidad académica y tu integridad, respeto tu decisión y, sin duda, seguirás aportando en Gobernación”, escribió Olga Sánchez Cordero, titular de la Secretaría de Gobernación (Segob, equivalente al Ministerio del Interior del que depende el INM) en referencia a Guillén. El ya extitular de Inmigración, sin embargo, nunca formó parte de las negociaciones con Washington, no integró la comisión especial para cumplir las exigencias del pacto migratorio con Trump ni tuvo ninguna aparición pública junto a los funcionarios de primera línea en las conferencias de prensa.
Guillén, reconocido académico que dirigió ocho años el Colegio de la Frontera Norte, había dicho en diciembre que quería quitar el enfoque “policial” a la migración y con el paso de los meses se vio obligado a matizar López Obrador cierra sus primeros seis meses de Gobierno con cuatro renuncias. El primero fue Germán Martínez, titular del Instituto Mexicano del Seguro Social, en protesta por la política de austeridad del Ejecutivo. Josefa González Blanco, al frente de la cartera de Medio Ambiente, dimitió tras reconocer que había ordenado el retraso de un vuelo comercial para lograr subirse al avión. El encargado de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, Jaime Rochín, dejó su puesto por falta de personal. A diferencia de los casos anteriores, el extitular de Inmigración, Tonatiuh Guillén, no ha dado su versión de lo sucedido.
quienes querían mano dura frente a la migración. El Segob y el INM eran las palomas, quienes abanderaban el bando contrario, más blando.
Todos los focos que Guillén no tuvo cayeron, en cambio, sobre el canciller mexicano, Marcelo Ebrard. Él fue el negociador jefe de México con Washington, se convirtió en el bombero para responder las preguntas de la prensa y apagar las críticas de la oposición. Se afianzó como el hombre de confianza del presidente. Y López Obrador se vio obligado a reconocer que el protagonismo de Ebrard había “despertado celos y sentimientos” en el Gabinete. El presidente explicó que los equipos para hacer frente al reto migratorio ya se habían formado y que el coordinador era efectivamente Ebrard. Con Guillén ya nadie contaba.
Mientras, los focos se concentran en cómo la migración ha desestabilizado la relación comercial entre México y EE UU, otro frente se abre para el presidente López Obrador.
Las incógnitas que planean en la primera semana tras la firma del acuerdo con Washington son cuál tiene que ser la estrategia para contener el flujo de migrantes, quién debería asumir esa responsabilidad y cómo se pueden calmar las tensiones dentro del Gabinete. Mientras, se libra una batalla contra el tiempo. Quedan 38 días antes de volverse a sentar a negociar con Estados Unidos.