El Pais (Catalunya) (ABC)

La transforma­ción de los consejos de administra­ción

- Hilario Albarracín es presidente de KPMG en España.

No hace mucho, los expertos en política considerab­an que Elizabeth Warren no tenía ninguna posibilida­d en la política, pero los últimos sondeos la convierten en una aspirante cada vez más plausible y su regreso ha dado pie a una repentina oleada de cobertura mediática favorable. ¿Será realmente la candidata demócrata? Y en ese caso, ¿ganará? No tengo ni la más remota idea. Nadie la tiene. Pero la estrategia política que ha impulsado su reaparició­n es interesant­e. Y creo que a muchos observador­es se les pasa por alto una de las principale­s razones por las que parece que su estrategia funciona, que es que su programa es radical en cuanto al contenido y las consecuenc­ias, pero está bien fundamenta­do en pruebas y estudios serios.

Normalment­e, los candidatos que aspiran a la presidenci­a hacen campaña con alguna combinació­n de narrativa personal y retórica expansiva que promueve temas amplios: “Soy un héroe de guerra, / símbolo del sueño americano, / lucho desde hace tiempo contra la clase dirigente, y cuando sea presidente os uniré, / eliminaré la corrupción, / lucharé contra el poder”.

En cambio, Warren ha presentado propuestas políticas sustancial­es y detalladas, muchísimas propuestas políticas sustancial­es y detalladas. Según las opiniones expertas, esto quita las ganas a los votantes y semejante proliferac­ión de propuestas solo hace que se les nublen los ojos. Pero Warren ha conseguido convertir esa incesante profusión de conocimien­tos en un aspecto que la define como política. Sus partidario­s acuden a sus mítines vestidos con camisetas que dicen: “¡Warren tiene un plan para eso!”. Y a decir de todos, está consiguien­do que el debate político serio sea una manera de conectar con su público.

Hay quien dice que, aunque no todas las compañías bien gobernadas son longevas, todas las compañías longevas están bien gobernadas. Siempre lo ha sido, pero el papel de los consejos de administra­ción es cada vez más relevante, ya que deben guiar el proceso de transforma­ción, fijar la estrategia, asegurarse de contar con un buen marco de gestión de riesgos, vigilar la cultura corporativ­a y el liderazgo preservand­o la transparen­cia que reclaman

En cierta manera, el paralelism­o más cercano al fenómeno Warren —aunque odio establecer­lo— fue el auge temporal de Paul Ryan, el expresiden­te de la Cámara de Representa­ntes (¿se acuerdan de él?). Al igual que Warren, Ryan creció cultivando una imagen de analista político inteligent­e. Pero dejando a un lado el hecho de que su programa básico consistía en quitar a los pobres para dar a los ricos, Ryan era un farsante cuyas propuestas carecían de sentido y no abordaban los problemas reales. Warren, en cambio, es auténtica. No tienes que estar de acuerdo con los detalles de sus planes para darte cuenta de que son fruto de una gran reflexión y se basan en el trabajo de respetados investigad­ores económicos. Sin embargo, en ese caso, ¿por qué los demás aspirantes a la presidenci­a no han presentado unos planes parecidos? Yo diría que la respuesta es que Warren —una importante especialis­ta en política— entendió desde el principio algo que otros candidatos solo están empezando a comprender: la diferencia entre ser serio y ser Serio.

Lo que quiero decir con ser Serio es tragarse la opinión generaliza­da entre la cúpula de Washington, la clase de opinión generaliza­da que en 2011, con un desempleo que todavía era catastrófi­camente alto y unos tipos de interés en mínimos históricos, creó un consenso entre las élites según el cual teníamos que dejar de preocuparn­os por el empleo y centrarnos en… la reforma de los subsidios. Y lo que quiero decir con ser serio es prestar atención a las pruebas reales sobre los efectos de los programas económicos y sociales.

Lo que Warren ha entendido es que el análisis serio es mucho más favorable para un programa progresist­a que la opinión generaliza­da Seria, que está obsesionad­a con mantener los impuestos bajos y con el mercado, los reguladore­s y la sociedad en general.

Su agenda estratégic­a es creciente. No cabe otra opción en un mundo disruptivo y de cambio constante, que ha convertido la gestión empresaria­l en una tarea muy compleja. Los directivos necesitan más que nunca la orientació­n y, al mismo tiempo, el contrapeso y la vigilancia que ejercen los consejos para poder contar con la mentalidad abierta y transversa­l que exigen los nuevos tiempos. El informe CEO Outlook 2019 elaborado por KPMG, que pulsa la opinión de 1.300 consejeros delegados de las principale­s compañías del mundo, señala que siete de cada 10 aseguran que sus tareas son tan complejas y heterogéne­as que harían falta diversos tipos de directivos a lo largo de la vida de las compañías.

De acuerdo a los observador­es externos, la calidad de nuestros consejos ha mejorado significat­ivamente. En materia de gobierno corporativ­o, España figura en la posición 25ª de un total de 140 países en el último Informe de Competitiv­idad Global del WEF. En eficacia de los consejos, España aparece en el puesto 40º, y en protección del inversor, en el 31º. Hay áreas a mejorar, sin duda, pero los consejos de administra­ción españoles están cerca de las mejores prácticas internacio­nales. A pesar de ello, los consejos tienen ante sí nuevas prioridade­s a las que deben prestar atención. Acudo a otro dato del CEO Outlook para explicarlo: el 58% de los consejeros delegados reconocen que deben mirar más allá del crecimient­o financiero para alcanzar un éxito sostenible a largo plazo. Dicho

El programa de la candidata demócrata es radical en el contenido, pero está bien fundamenta­do en estudios

Sanders tampoco ha aceptado el consenso de Washington, pero los detalles de su política son extrañamen­te imprecisos

contener el gasto. Los principale­s expertos en política fiscal son partidario­s de un aumento considerab­le de los tipos impositivo­s para las rentas altas y el patrimonio. Los economista­s más importante­s que estudian el gasto social afirman que incrementa­r el gasto en atención infantil temprana aporta beneficios enormes.

En consecuenc­ia, Warren ha sido capaz de diseñar planes muy progresist­as, pero bien fundamenta­dos en pruebas y análisis. ¿Sus rivales entienden como ella que el progresism­o y los fundamento­s intelectua­les sólidos pueden ir de la mano? En el pasado al menos, Joe Biden era preocupant­emente Serio: estuvo muy involucrad­o en el intento, que por suerte fracasó, del Gobierno de Obama de negociar un gran acuerdo presupuest­ario que habría recortado el gasto en Seguridad Social y el Medicare, reflejando la obsesión de la cúpula del Gobierno con los recortes de los subsidios. Todavía no está claro si ha superado esa fase.

En cambio, Bernie Sanders nunca ha aceptado el consenso de la cúpula de Washington y se ha comprometi­do claramente a llevar a cabo un programa ambicioso. Pero los detalles de su política siguen siendo extrañamen­te imprecisos. Más concretame­nte, seguimos sin saber muy bien cómo pagaría un Medicare para todos. Yo creo que en parte es porque Sanders considera que libra una guerra contra la clase dirigente en un sentido muy amplio. En consecuenc­ia, su equipo político, tal como está configurad­o ahora, está compuesto por gente que dedica mucha energía a atacar la investigac­ión política convencion­al, lo que hace que no puedan o no quieran incluir los hallazgos de esta en propuestas políticas específica­s.

Ahora bien, nada de esto significa que Warren será la candidata. Muchos votantes demócratas prefieren claramente el convencion­alismo afable de Biden, y muchos otros comparten el instinto de “acabar con todo” de Sanders. Lo único que realmente sabemos es que resulta que hay un importante electorado que la mayoría de los expertos ni siquiera sabía que existía: votantes que quieren un giro significat­ivo a la izquierda, pero que también desean un candidato que realmente parezca que ha pensado las cosas. Todavía no sabemos si este electorado es lo suficiente­mente grande para ser decisivo en las primarias demócratas. Pero si lo es, Warren tiene un plan para eso. de otra manera, el éxito empresaria­l ya no se mide solo en buenas cifras de beneficios, hay que atender esos valores y activos intangible­s que demandan los grupos de interés y sobre los que se apoya la confianza empresaria­l, el activo más valioso. Los consejos de administra­ción deben estar atentos a esas nuevas demandas sociales para alinear expectativ­as y realidad.

En conclusión, para ejercer su cada vez más relevante papel, los consejos de administra­ción deben estar a la última… sin olvidar la primera. Los valores de siempre, como la transparen­cia y la fiabilidad, y los valores actuales, como la diversidad y la conciencia social y medioambie­ntal. Esas prácticas que, englobadas en los criterios ESG (del inglés environmen­tal, social and governance), nos recuerdan que para perdurar ya no basta con crecer y cumplir las normas, sino que hay que aportar mejoras a la sociedad.

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