De panadero defensor de los inmigrantes a diputado
Stéphane Ravacley, que protagonizó una huelga de hambre para evitar una deportación, es candidato con Mélenchon
Besançon Aún es de noche en Besançon, el candidato Stéphane Ravacley ha dormido poco más de tres horas después de dar un mitin ante centenares de personas y le espera una jornada dura, la última antes de la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas de mañana. Primero, un debate radiofónico con su rival. Después, reparto de folletos por toda su circunscripción de esta ciudad de 115.000 habitantes en el oeste de Francia.
Pero ahora son las 4.45 de la madrugada y el candidato Ravacley practica su oficio de siempre: amasa los bollos y las baguettes y los mete en el horno de su panadería en el casco antiguo. En su cabeza no puede dejar de darle vueltas a lo que ha hecho hasta ahora —la fulgurante carrera desde el anonimato en Besançon al estrellato nacional— y a lo que le espera cuando amanezca.
“No dejo de pensar en el debate de la radio”, confiesa en una pausa. “No he tenido mucho tiempo para estudiar”. La Hûche à Pain, que es el nombre de la panadería, es el cuartel general oficial de la campaña, el lugar donde diseña en su mente la estrategia mientras fabrica el pan. Y es el sitio donde Ravacley forjó una reputación que puede llevarle a la Asamblea Nacional con la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), la alianza del populista de izquierdas Jean-Luc Mélenchon.
Fue en esta panadería donde, en enero de 2021, se declaró en huelga de hambre para evitar que el Gobierno francés expulsase a Laye Fodé Traoré, su aprendiz guineano. Traoré había llegado a Francia como inmigrante sin papeles menor de edad después de un periplo por África y el Mediterráneo. A finales de 2010, tras cumplir 18 años, se le notificó que debía abandonar el país.
La huelga de hambre convirtió a Ravacley en una pequeña celebridad. Las autoridades, después de resistirse varios días, regularizaron al aprendiz. Ahora trabaja en otra panadería a 90 kilómetros, en Dijon, tiene novia y está a punto de obtener un diploma de estudios profesionales.
“Hicieron falta 11 días de huelga de hambre para que la Administración francesa me llamase y me dijese que se ocuparía del chaval”, se queja Ravacley. “Esto me indicó que había un problema”. Y así fue como le picó el gusanillo de la política. El rechazo en el Senado de una ley, que proponía facilitar la regularización de los menores una vez habían cumplido la mayoría de edad, acabó por convencerle para dar el paso.
“Al escuchar todas las mentiras que se dijeron en el Senado sobre el aprendizaje y sobre la inmigración, me dije que tenía que entrar en política”, recuerda.
Ahora Ravacley forma parte del puñado de candidatos en las legislativas que no son profesionales de la política y que proceden de oficios que no suelen asociarse con el Gobierno o el Parlamento. Otra candidata, también de la NUPES, es Rachel Keké, limpiadora de habitaciones de hotel. Hace un año, tras 22 meses de huelga y protestas, Keké obtuvo con otras empleadas de un Ibisde París, una mejora en las condiciones laborales y los salarios.
“Cuantas más personas haya como la señora Keké en la Asamblea Nacional, o como yo, más se parecerán las leyes a nosotros”, argumenta Ravacley. “Si tienes un oficio, vives la vida de verdad”. Tras la II Guerra Mundial, uno de cada cinco diputados en Francia eran empleados u obreros; ahora hay un 4,6% de empleados y ningún obrero, según la organización no gubernamental Observatorio de las desigualdades. “He conocido la pobreza y el hambre, he vivido en casas mal calentadas, sé de las dificultades de llevar una empresa”, enumera Ravacley. ¿Y qué pueden aportar, él o Rachel Keké? “Un poco de humanidad, de bondad”.
‘Establishment’
En las anteriores legislativas, en 2017, los candidatos más visibles de la sociedad civil pertenecían al partido de Macron, que ofrecía una imagen renovadora y juvenil. Ahora Macron representa al sistema y muchos de sus candidatos son figuras del establishment . Y es Mélenchon quien presenta con la NUPES a los candidatos de la sociedad civil.
El 12 de junio, en la primera vuelta de las legislativas, Ravacley sacó en su circunscripción un 32,5% de votos. El candidato de Ensemble —la coalición macronista— sacó un 31,4%. Ambos se disputarán un escaño mañana. Ravacley no pertenece a ningún partido. Pero ha sido simpatizante socialista durante años y, dentro de NUPES, concurre como ecologista. Hijo de un campesino y huérfano de madre desde los cuatro años, dejó la escuela a los 15 y entró en una panadería como aprendiz. Fue pastelero en el ejército y regenta La Hûche à Pain desde hace 25 años.
Jueves, 21.00 horas: la sala del pabellón Micropolis en un barrio del extrarradio de Besançon se ha llenado para ver a los candidatos de NUPES. La estrella es Ravacley. Al micrófono, recuerda su huelga de hambre y los motivos para entrar en política. “Queremos trabajar para vivir y no vivir para trabajar”, proclama.
Tras 11 días sin comer, Francia regularizó a su aprendiz guineano
“Queremos trabajar para vivir, y no al revés”, explica en un mitin