La FIA mima la espalda de Hamilton
Tras la queja del inglés, introduce medidas por el traqueteo vertical de los bólidos
A ojos de la mayoría de los aficionados a la Fórmula 1, Lewis Hamilton es la sombra del piloto que era hace poco más de seis meses. Entonces, demostró seguir siendo el más rápido de entre los integrantes de la parrilla, por más que el título se lo terminara encasquetando Max Verstappen, favorecido por las decisiones tomadas por Dirección de Carrera en aquel estrepitoso último gran premio, en Abu Dabi. Aquella fuerza tan tremenda que llevó al británico a recortarle al neerlandés 19 puntos en tres pruebas, para llegar empatado con él a la última parada del calendario, parece haberse evaporado en la misma proporción que su coche, la todopoderosa Flecha de Plata se ha desafilado. Ni el Mercedes es el monoplaza de antes ni Hamilton es capaz de marcar la diferencia.
Este fin de semana, el Mundial desembarca en Montreal tras un viaje exprés directamente desde Bakú, donde George Russell se encaramó al podio por tercera vez. El contraste entre el rendimiento de los dos corredores del fabricante alemán es evidente: Russell figura el cuarto con 99 puntos, 37 más que el heptacampeón del mundo, que es sexto y que solo se ha subido una vez al cajón. De las ocho carreras disputadas, solo en la primera (Baréin), Hamilton cruzó la meta por delante de su compatriota. Si se lleva la comparativa a las cronometradas, esto es, la velocidad pura a una sola vuelta lanzada, la balanza vuelve a decantarse hacia el lado de Russell por cinco a tres. En su cuarta temporada en el certamen, el joven de Norfolk, de 24 años, no solo es el principal sustento para el constructor de Stuttgart, sino que se ha habituado a sacarle los colores a su teórico jefe de filas, que el domingo pasado, en Azerbaiyán, donde finalizó el cuarto, proyectó su imagen más vulnerable.
Nada más aparcar su bólido en el parque cerrado, a Hamilton se le hizo de noche antes de poder salir del habitáculo. Estaba molido por el dolor en la zona lumbar que le martirizó durante toda la carrera, como consecuencia del brutal rebote contra el asfalto del W13, que en Bakú se convirtió en una tortura. “La espalda me está matando”, se quejó metido en el fragor de la batalla, en un claro mensaje dirigido a la Federación Internacional del Automóvil (FIA).
El recado surtió efecto: la Federación Internacional del Automóvil (FIA) informó este jueves que introducirá una serie de medidas de control para analizar, de forma individualizada, ese zarandeo vertical y los efectos que puede tener en la salud de los corredores. Para ello se analizará al detalle el diseño de los patines y cómo se desgastan al rozar con el asfalto. “Esta intervención se lleva a cabo en pos de la seguridad de los pilotos, y tras consultar con el departamento médico”, especificaba la nota mandada a las escuderías.
Quien más, quien menos, arrancó el curso con problemas del porpoising, esa especie de rebote generado por el vacío intermitente que se crea debajo de los monoplazas tras el rediseño del suelo impuesto por la nueva reglamentación vigente. Pero mientras la mayoría de los equipos consiguió resolver o mitigar ese traqueteo infernal, Mercedes se quedó encallado. Eso obligó a la tropa de Brackley a levantar el coche más de lo ideal, con la consiguiente pérdida de prestaciones.
En Montmeló, los técnicos pensaban haber dado con la tecla adecuada, una impresión avalada por el cronómetro: Russell concluyó en el podio y Hamilton lo hizo el quinto. Lo que ocurrió después nadie se lo esperaba, y es que las soluciones implementadas en el Circuit no solo no sirvieron en escenarios como Mónaco, una semana después, o en Bakú, sino que todavía agravaron el tema. Y la clave de ello está en la irregularidad de la pista y los baches que abundan en los circuitos urbanos.