Qué es un mercado bajista y por qué preocupa a los inversores
El índice industrial de Wall Street, el S&P 500, ha perdido más de un 20% desde enero
Madrid Un oso que derrota a un toro. Esta imagen se ha convertido en la peor pesadilla para muchos inversores. El S&P 500, índice referente de las tendencias en los parqués mundiales, entró el lunes pasado en mercado bajista (conocido también como bear market, “mercado del oso”), al perder más del 20% de su valor desde su último pico, el 3 de enero. Ante el endurecimiento de la política monetaria de los bancos centrales —la Fed aprobó el miércoles la mayor subida de tipos de interés desde 1994— los operadores de Bolsa han advertido la llegada de tiempos difíciles y han apostado por vender sus títulos.
La Bolsa suele ser un indicador adelantado. Los inversores intentan anticipar situaciones futuras para decidir cómo gestionar su dinero. Tras un período de crecimiento muy fuerte, en el que los índices han tocado valores muy altos, es más fácil que se produzca un mercado bajista. De hecho, al vislumbrarse la salida de la pandemia, las acciones se dispararon, hasta niveles incluso superiores a los de finales de 2019.
El S&P 500 ha caído en mercado bajista 12 veces desde 1950. En tiempos más recientes, los mercados del oso son menos frecuentes y generalmente tienen lugar antes de las crisis económicas. Según la consultora Ned Davis Research, la duración media ha sido de 289 días y con un descenso promedio del 36%. Entre febrero y marzo de 2020, antes del primer confinamiento, el S&P 500 protagonizó un bear market corto y pronunciado (se dejó un 33% en poco más de un mes). Ante el miedo a que la pandemia provocara una hecatombe económica, los inversores optaron por vender.
El escenario contrario al bear market es el bull market, conocido como “mercado del toro” o alcista. En este período, el mercado sube de forma progresiva durante un periodo de tiempo sostenido. Los mercados alcistas son más frecuentes y prolongados con respecto a los bajistas, subraya Sergio Ávila, analista de IG. “Los bancos centrales suelen hacer políticas contractivas durante poco tiempo hasta que se estabilice la inflación”, apunta. Los mercados alcistas se han extendido alrededor de 900 días, con un beneficio de más del 110%.
Esos movimientos —el toro embiste de abajo hacia arriba, el zarpazo del oso es de arriba abajo, unas imágenes que, dicen, se remontan a los espectáculos de peleas de animales en Inglaterra en el siglo XVI— reflejan las tendencias del mercado. En este momento, la economía padece de dos enfermedades con remedios opuestos. Para contener la inflación, los bancos centrales incrementan el coste del dinero, lo que desata una ralentización de la economía y hace descender los precios. La otra afección es justo la desaceleración, para la que deberían reducir los tipos de interés para que la liquidez aumente y los consumidores gasten más. Ante
esta contradicción, los bancos centrales han priorizado frenar los precios.
Hace un año, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo consideraban la inflación como transitoria, recuerda Natalia Aguirre, analista de Renta 4. “La fuerte demanda por la recuperación de la pandemia disparó los precios, pero los bancos centrales esperaban que empezasen a moderarse a partir del segundo semestre de este año. Ahora bien, al principio de 2022 han habido factores que no eran controlables”, agrega, como la guerra en Ucrania o los cuellos de botella.
Ávila hace hincapié en que los principales índices registran una sucesión de máximos y mínimos en los precios desde enero. La duración de la fase bajista del S&P 500 dependerá de la capacidad de los bancos centrales de lograr un aterrizaje suave. “Pero si las materias primas se siguen encareciendo, se verán obligados a subir los tipos de forma más fuerte”, señala. Para Aguirre, el indicador clave es, de nuevo, la inflación. “Cuando esta toque techo, los bancos centrales podrán rebajar la presión sobre”, zanja.