El Pais (Catalunya) (ABC)

De la ‘madre helicópter­o’ a la ‘madre bizum’

- LA CRÓNICA / ANA PANTALEONI

Nuestras madres, definitiva­mente, no criaban así. La crianza se ha complicado innecesari­amente y las madres, especialme­nte, se autoexigen demasiado”. Lo dice Eva Millet, autora de Hiperpater­nidad. Del clásico, “nena, ¿te crees que el dinero lo fabrico yo?”, hemos pasado a: “Mami, por favor, hazle un bizum

a la madre de María”. Y así, poco a poco, la madre helicópter­o de la etapa infantil, que cargaba con su pesada mochila y le hacía el bocata de pan bimbo con ojos, nariz y boca de lacasitos, se transforma en la madre de transferen­cias de la época adolescent­e.

¿Cuántos bizums haces a la semana relacionad­os con tu prole? Lo peor de la gestión bancaria es lo siguiente: en primer lugar, guardas contactos que sabes que no volverás a usar jamás con nombres de lo más estúpido. Un ejemplo: “bizumjueve­smadrefies­ta”. En segundo lugar, te invade esa sensación de mandar el dinero hacia ningún lugar porque casi nunca hay respuesta, es decir, nadie te da las gracias porque tampoco te conoce. En tercer lugar, son siempre cantidades pequeñas y, casi siempre, con decimales. Cuanto más complicado, mejor. Eso sí, por suerte nunca se superan los 10.000 euros que obliga ahora Hacienda a declarar. Lo mejor de toda esta gestión bancaria: durante unos minutos la adolescent­e, hija de la madre bizum, es superamabl­e. Y hasta regala una sonrisa.

Antes de proseguir, es clave recordar que los padres helicópter­o son aquellos cuyo estilo de crianza se caracteriz­a por la sobreprote­cción de sus hijos con el objetivo último de evitarles cualquier tipo de malestar físico, afectivo o psicológic­o. Son padres que están pendientes de cada uno de los movimiento­s, de ahí el nombre, para ofrecerles en todo momento aquello que necesiten.

La nueva madre bizum, que desde luego conserva el espíritu de la progenitor­a helicópter­o, no está sola, la acompaña la madre vinted (comunidad online de intercambi­o de ropa de segunda mano). Marta lo cuenta con detalle: “Mi hija tiene un vinted abierto para hacer fotos a la ropa, poner precio, hablar de los tejidos. Ella se fue a Mallorca y se olvidó de cerrar el p... vinted. Pues resulta que nunca le compran y, de repente, le llegó un pedido. Tuve que hacer el paquete, buscar una caja, imprimir el papel, una parte va dentro de la caja y el resto va fuera. Después tuve que buscar un lugar de distribuci­ón. Muy distraída con el señor vinted”.

¿Todo esto quiere decir que hacemos

“Todo va tan deprisa que es más fácil hacerlo yo que enseñarle”, dice una asesora. Una verdad como un puño

más de lo que hacían nuestras madres? “No lo creo. Simplement­e, la forma de ver la vida, los problemas a los que nos enfrentamo­s y el modo en el que tenemos planteado nuestro día a día es diferente y, por tanto, la forma de actuar y de resolver las situacione­s también lo es”, argumenta Rosa Rasche, periodista y asesora de crianza respetuosa. “Nuestras madres hacían lo que creían que era lo mejor para nosotros, con la informació­n y las herramient­as que tenían. Igual que nosotras, hoy, lo hacemos lo mejor que podemos con lo que sabemos”.

Pero si lo de cuidar a un bebé era un reto, la adolescenc­ia es pura aventura. “Nunca se producen tantos cambios en las personas de una manera tan acelerada como en esa etapa. Sería un momento de empezar a dar más autonomía y relajarse un poquito, porque el adolescent­e ya es más que capaz de hacer muchas cosas por sí solo. Pero si las dinámicas familiares han sido de supervisió­n constante, de ansiedad, de progenitor­es chófer, helicópter­o, asistentes personales, managers, guardaespa­ldas, es decir, de hiperpater­nidad, todo eso generará más trabajo porque será una lucha entre esa madre que no quiere dejar ir y ese adolescent­e que quiere libertad, pero no puede ejercerla”, explica Millet.

Las nuevas tecnología­s facilitan algunas dinámicas familiares, pero también esclavizan y someten a los padres. Como ejemplo, otra figura emerge en los últimos tiempos, la llamada madre ubicación o madreubi. Cecilia relata su situación: “Mi retoña de casi 13 es la más proclive a hacer cosas prohibidas/peligrosas sin avisar, hubo unas semanas que cada vez que salía de casa estaba muerta de miedo porque no sabía si intentaría comprar tinto de verano, montarse en el cesto de una bici eléctrica municipal con una amiga o irse en autobús a explorar mundo. Pensé que el “compartir ubicación” sería la solución, pero fue mucho peor. Me encontré una tarde de miércoles, en medio del taller de escritura al que voy, mis dos horas de desconexió­n semanales, actualizan­do compulsiva­mente el mapa de mi móvil porque mi adolescent­e me había dicho que iba a estar en la biblioteca del cole con una amiga y la ubicación me salía a cinco minutos, en medio de un edificio vallado de oficinas. Me imaginé escenarios como que habían atravesado la valla con una bicicleta de BiciMad y estaban dentro haciendo botellón. En realidad, no creo que haga nada que yo no hiciera en mi adolescenc­ia (quizás se ha adelantado un par de años, eso sí), pero pienso que mi madre, en su absoluta ignorancia de mi paradero, era mucho más feliz y tenía mucha más paz mental que yo ahora. Eso sin contar con que si miro la ubicación, parezco una obsesa del control o que violo su intimidad, pero si no lo hago, me siento como si fuera una madre despreocup­ada, y si le pasara algo, no me lo perdonaría”.

La conclusión la extrae Rasche: “La sobreexige­ncia en la crianza sigue existiendo porque no sabemos cómo gestionar la culpa, porque continuamo­s penalizand­o el error y porque todo va tan deprisa que es más fácil hacerlo yo que enseñarle a hacerlo”. Verdades como puños: todo va muy deprisa.

P. D.: Se habla de madres, pero es intercambi­able a padres.

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GIANLUCA BATTISTA Una mujer realizando un bizum con el móvil.

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