Las ideologías que construyen el mundo
El corresponsal de The Economist Michael Reid describe la escena política, social y económica con una mirada inteligente y neutral combinada con la pasión intelectual del viajero enamorado de su peregrinación
El ministro Pablo Bustinduy y el sociólogo Jorge Lago han escrito un libro que —quizás no lo saben— explica por qué su partido mater, Podemos, estaba condenado al desencanto, al margen de las purgas de Pablo Iglesias o las malas decisiones estratégicas. Y es que Política y ficción hace un repaso de las ideologías que durante décadas han servido para estructurar nuestras sociedades. Y entre ellas, la fase populista no aparece como el fin de todos los males, sino al contrario: el populismo poscrisis de 2008 solo fue el resultado del fracaso de los relatos anteriores, una fase transitoria.
Así que la obra tiene enjundia filosófica, eso sí, adaptada a un lector medio. Se agradece un ejercicio de abstracción que huya del debate politiquero. Es lo que los autores llaman “ficciones resolutivas”: el modelo ideológico hegemónico a cada momento no solo sirve para canalizar problemas concretos, sino que se legitima implícitamente, al ordenar la existencia del ciudadano y proyectar su esperanza hacia un horizonte apetecible. Aunque los autores llegan a una conclusión descorazonadora: la mayoría de las ideologías que existen desde el surgimiento del
Estado moderno tenían algo de escapismo. Perdieron adeptos cuando se demostró que, pese a servir para soportar las contradicciones o penurias del presente, la arcadia del futuro prometido nunca llegaba. Por ejemplo, el liberalismo obligaba a aceptar un estado de naturaleza hostil, las desigualdades, o las injusticias, bajo la fe ciega en que el mercado las resolvería. La socialdemocracia convivía con más desigualdades que no solo la económica, como el género, condición sexual o raza. El comunismo vivía en la tensión entre la forja de identidad de clase, y el deseo de transformación, sin alcanzar
El populismo llegó por descarte, ante la sensación de que el futuro ya no servía para postergar el conflicto político
la emancipación plena. El neoliberalismo, en su fase obscena, ni siquiera necesitaba legitimarse y vació de sentido las conciencias humanas.
En consecuencia, el momento populista llegó por descarte, ante la sensación de que el futuro ya no servía para postergar el conflicto político. De ahí bebe la ultraderecha, de la nostalgia que se refugia en las identidades de un pasado idealizado. Y de ese contexto nace también el populismo de izquierdas. Frente a las decepciones anteriores, su receta fue una suerte de presentismo: la reelaboración de la identidad colectiva, de un “nosotros” —el pueblo— que se sentía desencantado y expulsado de la política elitista —la casta—. El caso es que el propio populismo se acabó sumiendo en el descrédito por problemas muy parecidos de los que adolece Podemos: bien, las expectativas incumplidas acaban provocando una gran frustración; o bien, se termina renunciando a resolver el conflicto social y solo se aspira a hegemonizarlo, a través de ir ganando pequeñas batallas discursivas. Si uno lee entre líneas, verá reflejadas las dos fases del partido morado: la de tener ministros en el Gobierno hasta 2023, y la del grupo bunkerizado en el Congreso, la presente. En consecuencia, los autores invitan a buscar nuevos imaginarios para un nuevo contrato social colectivo. Entre ellas, la lucha antirracista, la revolución feminista o las movilizaciones por el clima. He ahí la paradoja y la moraleja: la sensación de que no hay futuro se resuelve mediante formas de proyectarse hacia este. No solo de pan vive el hombre; también necesita darle sentido a su incierta existencia. Política y ficción. Las ideologías en un mundo sin futuro Pablo Bustinduy y Jorge Lago Península, 2024 208 páginas. 18,90 euros
La aparentemente sólida democracia española ha sufrido múltiples sacudidas. Muchas de sus instituciones —desde la monarquía a la justicia, pasando por los partidos políticos— están hoy seriamente cuestionadas”. Este es el introito con el que Michael Reid, corresponsal del The Economist y viajero incansable por nuestro país, encabeza su último libro, titulado simplemente España. Se trata de una descripción de la actual escena política, social y económica de la vieja piel de toro a la luz de su historia reciente. El original en inglés salió a la venta hace un año y el autor advierte de que en la versión en castellano ha aprovechado para comentar brevemente las últimas elecciones generales de julio pasado y sus consecuencias, que aún perduran. La traducción es impecable, salvo el hecho de que se ha cambiado el título del libro, más largo y explícito que en su versión británica: “España. Desafíos y éxitos de un país europeo moderno”. Lo que define más acertadamente el contenido de la obra.
Esta se inscribe por derecho propio en lo mejor de la historiografía británica sobre la España de siempre. De Gerald Brenan a Paul Preston, pasando por Hugh Thomas, Raymond Carr o John Elliot, los españoles hemos podido aprender y comprender gracias a ellos algunos perfiles de nuestra propia biografía común. Antes de dedicarse al periodismo, Reid se graduó en Ciencias Políticas y estudió Filosofía y Economía en Oxford. De modo que en su oficio literario combina admirablemente la descripción de los hechos con la fundamentación y el análisis intelectual de sus causas; también de sus consecuencias. Antonio Muñoz Molina ha declarado que este es el libro mejor y más completo que ha leído sobre la España de hoy, juicio al que me sumo. Añadiré que probablemente se debe a que por el momento es también el mejor que se ha escrito. La mirada inteligente y neutral del historiador y analista político se combina con la pasión intelectual del viajero enamorado de su peregrinación. Y habida cuenta del actual griterío mediático, y el de nuestra poco sofisticada clase política, los juicios y opiniones del inglés iluminan por sí mismos la realidad de este país.
A destacar los capítulos dedicados a la “invención de Cataluña” y el nacionalismo vasco, que bien podrían convertirse en asignaturas de nuestro bachillerato sobre la memoria histórica. Frente a la infatuación del separatismo, Reid pondera los orígenes integristas y la deriva supremacista de los nacionalismos hoy en auge, herederos del carlismo reaccionario. Sugerente es su observación de que a finales del XIX las óperas de Wagner hicieron “verdadero furor” en el Liceo barcelonés, mientras “en Madrid siempre fue más popular Verdi”. Elegante y sutil manera de recordar la obra del compositor alemán, manipulado interesadamente por el nazismo, frente a la vinculación con el movimiento liberal y revolucionario del italiano. En realidad lo que pone de relieve es nuestra dificultad histórica para construir una democracia liberal y el éxito que tuvo a este respecto la Transición política, a la que por lo demás no le dedica mucho espacio. Sus juicios sobre los presidentes de la democracia son equilibrados y objetivos, ajenos a los merecidos sarcasmos que a partir de Rodríguez Zapatero han cosechado hasta nuestros días. De este dice que “era más astuto e implacable” de lo que el apelativo de Bambi que le endilgó Alfonso Guerra pudiera dar a entender. La reciente aventura del expresidente, convertido hoy casi en un tentetieso de la extrema izquierda latinoamericana, así lo confirma. Reid llega a sugerir que en realidad lo que quiso hacer fue convertir prematuramente al PSOE en lo que luego fue Podemos. Resalta no obstante los avances sociales que supusieron el reconocimiento del matrimonio homosexual, el impulso a la igualdad de género y leyes como la de dependencia. Pero también su ignorancia a la hora de juzgar la crisis económica y financiera que comenzó en 2008. Tras la quiebra de Lehman Brothers le confesó a él mismo en una entrevista que “cuando regrese la calma al sistema internacional, volveremos a crecer sin que la economía española haya sufrido daños estructurales”. De modo que multiplicó la deuda y el déficit público hasta tales extremos que la Comisión Europea y Angela
Merkel le presionaron “para que diera una humillante marcha atrás en su política”. A consecuencia de ello Rajoy y el PP conquistaron la mayoría absoluta en las elecciones generales anticipadas de ese mismo año. Pero el nuevo presidente “se expresaba con la grisura de un burócrata atenazado por la prudencia” y “nadie podría acusarle de tener algo tan audaz como un sueño político”. Reconoce no obstante que hizo esfuerzos meritorios en la economía con la reforma laboral y el fortalecimiento de la unidad de mercado, deteriorada por la profusión de normas autonómicas. De Pedro Sánchez señala que “no es ningún ideólogo” y “sus críticos lo acusan de no tener principios, de que su palabra no es de fiar y no es más que un estratega decidido a aferrarse al poder a cualquier precio”. “No faltan pruebas”, añade, “que confirmen esas afirmaciones”. Aunque también elogia su imperturbable capacidad de resistencia.
Por lo demás, a su ver España no resulta un país tan diferente de otros europeos como maliciosamente algunos colegas del continente propagan. Pone de relieve el formidable salto adelante que supusieron los años posteriores a la muerte de Franco no solo desde el punto de vista de la construcción democrática, sino del florecimiento económico, al que ahora ve amenazado si los políticos no se ponen de acuerdo para remediarlo. Y, lo mismo que muchos analistas, diagnostica la necesidad entre otras cosas de un sistema federal que culmine el proceso autonómico; de leyes electorales que acaben con la maldita partitocracia; y de una reforma de la Administración pública que reduzca los miles de cargos de libre disposición (véase el ejemplo de Koldo), sistema que supone un despilfarro económico y potencia la corrupción y el clientelismo de los partidos. En definitiva, un gran libro que ojalá leyeran nuestros representantes políticos. Así entenderían por qué tantos denunciamos que, en realidad y cada vez más, solo se representan a sí mismos.
El autor llega a sugerir que lo que Zapatero quiso hacer fue convertir prematuramente al PSOE en lo que luego fue Podemos
España Michael Reid Traducción de Albino Santos Mosquera Espasa, 2024. 456 páginas. 24,90 euros