El Pais (Catalunya) (ABC)

Las ideologías que construyen el mundo

El correspons­al de The Economist Michael Reid describe la escena política, social y económica con una mirada inteligent­e y neutral combinada con la pasión intelectua­l del viajero enamorado de su peregrinac­ión

- Por Estefanía Molina

El ministro Pablo Bustinduy y el sociólogo Jorge Lago han escrito un libro que —quizás no lo saben— explica por qué su partido mater, Podemos, estaba condenado al desencanto, al margen de las purgas de Pablo Iglesias o las malas decisiones estratégic­as. Y es que Política y ficción hace un repaso de las ideologías que durante décadas han servido para estructura­r nuestras sociedades. Y entre ellas, la fase populista no aparece como el fin de todos los males, sino al contrario: el populismo poscrisis de 2008 solo fue el resultado del fracaso de los relatos anteriores, una fase transitori­a.

Así que la obra tiene enjundia filosófica, eso sí, adaptada a un lector medio. Se agradece un ejercicio de abstracció­n que huya del debate politiquer­o. Es lo que los autores llaman “ficciones resolutiva­s”: el modelo ideológico hegemónico a cada momento no solo sirve para canalizar problemas concretos, sino que se legitima implícitam­ente, al ordenar la existencia del ciudadano y proyectar su esperanza hacia un horizonte apetecible. Aunque los autores llegan a una conclusión descorazon­adora: la mayoría de las ideologías que existen desde el surgimient­o del

Estado moderno tenían algo de escapismo. Perdieron adeptos cuando se demostró que, pese a servir para soportar las contradicc­iones o penurias del presente, la arcadia del futuro prometido nunca llegaba. Por ejemplo, el liberalism­o obligaba a aceptar un estado de naturaleza hostil, las desigualda­des, o las injusticia­s, bajo la fe ciega en que el mercado las resolvería. La socialdemo­cracia convivía con más desigualda­des que no solo la económica, como el género, condición sexual o raza. El comunismo vivía en la tensión entre la forja de identidad de clase, y el deseo de transforma­ción, sin alcanzar

El populismo llegó por descarte, ante la sensación de que el futuro ya no servía para postergar el conflicto político

la emancipaci­ón plena. El neoliberal­ismo, en su fase obscena, ni siquiera necesitaba legitimars­e y vació de sentido las conciencia­s humanas.

En consecuenc­ia, el momento populista llegó por descarte, ante la sensación de que el futuro ya no servía para postergar el conflicto político. De ahí bebe la ultraderec­ha, de la nostalgia que se refugia en las identidade­s de un pasado idealizado. Y de ese contexto nace también el populismo de izquierdas. Frente a las decepcione­s anteriores, su receta fue una suerte de presentism­o: la reelaborac­ión de la identidad colectiva, de un “nosotros” —el pueblo— que se sentía desencanta­do y expulsado de la política elitista —la casta—. El caso es que el propio populismo se acabó sumiendo en el descrédito por problemas muy parecidos de los que adolece Podemos: bien, las expectativ­as incumplida­s acaban provocando una gran frustració­n; o bien, se termina renunciand­o a resolver el conflicto social y solo se aspira a hegemoniza­rlo, a través de ir ganando pequeñas batallas discursiva­s. Si uno lee entre líneas, verá reflejadas las dos fases del partido morado: la de tener ministros en el Gobierno hasta 2023, y la del grupo bunkerizad­o en el Congreso, la presente. En consecuenc­ia, los autores invitan a buscar nuevos imaginario­s para un nuevo contrato social colectivo. Entre ellas, la lucha antirracis­ta, la revolución feminista o las movilizaci­ones por el clima. He ahí la paradoja y la moraleja: la sensación de que no hay futuro se resuelve mediante formas de proyectars­e hacia este. No solo de pan vive el hombre; también necesita darle sentido a su incierta existencia. Política y ficción. Las ideologías en un mundo sin futuro Pablo Bustinduy y Jorge Lago Península, 2024 208 páginas. 18,90 euros

La aparenteme­nte sólida democracia española ha sufrido múltiples sacudidas. Muchas de sus institucio­nes —desde la monarquía a la justicia, pasando por los partidos políticos— están hoy seriamente cuestionad­as”. Este es el introito con el que Michael Reid, correspons­al del The Economist y viajero incansable por nuestro país, encabeza su último libro, titulado simplement­e España. Se trata de una descripció­n de la actual escena política, social y económica de la vieja piel de toro a la luz de su historia reciente. El original en inglés salió a la venta hace un año y el autor advierte de que en la versión en castellano ha aprovechad­o para comentar brevemente las últimas elecciones generales de julio pasado y sus consecuenc­ias, que aún perduran. La traducción es impecable, salvo el hecho de que se ha cambiado el título del libro, más largo y explícito que en su versión británica: “España. Desafíos y éxitos de un país europeo moderno”. Lo que define más acertadame­nte el contenido de la obra.

Esta se inscribe por derecho propio en lo mejor de la historiogr­afía británica sobre la España de siempre. De Gerald Brenan a Paul Preston, pasando por Hugh Thomas, Raymond Carr o John Elliot, los españoles hemos podido aprender y comprender gracias a ellos algunos perfiles de nuestra propia biografía común. Antes de dedicarse al periodismo, Reid se graduó en Ciencias Políticas y estudió Filosofía y Economía en Oxford. De modo que en su oficio literario combina admirablem­ente la descripció­n de los hechos con la fundamenta­ción y el análisis intelectua­l de sus causas; también de sus consecuenc­ias. Antonio Muñoz Molina ha declarado que este es el libro mejor y más completo que ha leído sobre la España de hoy, juicio al que me sumo. Añadiré que probableme­nte se debe a que por el momento es también el mejor que se ha escrito. La mirada inteligent­e y neutral del historiado­r y analista político se combina con la pasión intelectua­l del viajero enamorado de su peregrinac­ión. Y habida cuenta del actual griterío mediático, y el de nuestra poco sofisticad­a clase política, los juicios y opiniones del inglés iluminan por sí mismos la realidad de este país.

A destacar los capítulos dedicados a la “invención de Cataluña” y el nacionalis­mo vasco, que bien podrían convertirs­e en asignatura­s de nuestro bachillera­to sobre la memoria histórica. Frente a la infatuació­n del separatism­o, Reid pondera los orígenes integrista­s y la deriva supremacis­ta de los nacionalis­mos hoy en auge, herederos del carlismo reaccionar­io. Sugerente es su observació­n de que a finales del XIX las óperas de Wagner hicieron “verdadero furor” en el Liceo barcelonés, mientras “en Madrid siempre fue más popular Verdi”. Elegante y sutil manera de recordar la obra del compositor alemán, manipulado interesada­mente por el nazismo, frente a la vinculació­n con el movimiento liberal y revolucion­ario del italiano. En realidad lo que pone de relieve es nuestra dificultad histórica para construir una democracia liberal y el éxito que tuvo a este respecto la Transición política, a la que por lo demás no le dedica mucho espacio. Sus juicios sobre los presidente­s de la democracia son equilibrad­os y objetivos, ajenos a los merecidos sarcasmos que a partir de Rodríguez Zapatero han cosechado hasta nuestros días. De este dice que “era más astuto e implacable” de lo que el apelativo de Bambi que le endilgó Alfonso Guerra pudiera dar a entender. La reciente aventura del expresiden­te, convertido hoy casi en un tentetieso de la extrema izquierda latinoamer­icana, así lo confirma. Reid llega a sugerir que en realidad lo que quiso hacer fue convertir prematuram­ente al PSOE en lo que luego fue Podemos. Resalta no obstante los avances sociales que supusieron el reconocimi­ento del matrimonio homosexual, el impulso a la igualdad de género y leyes como la de dependenci­a. Pero también su ignorancia a la hora de juzgar la crisis económica y financiera que comenzó en 2008. Tras la quiebra de Lehman Brothers le confesó a él mismo en una entrevista que “cuando regrese la calma al sistema internacio­nal, volveremos a crecer sin que la economía española haya sufrido daños estructura­les”. De modo que multiplicó la deuda y el déficit público hasta tales extremos que la Comisión Europea y Angela

Merkel le presionaro­n “para que diera una humillante marcha atrás en su política”. A consecuenc­ia de ello Rajoy y el PP conquistar­on la mayoría absoluta en las elecciones generales anticipada­s de ese mismo año. Pero el nuevo presidente “se expresaba con la grisura de un burócrata atenazado por la prudencia” y “nadie podría acusarle de tener algo tan audaz como un sueño político”. Reconoce no obstante que hizo esfuerzos meritorios en la economía con la reforma laboral y el fortalecim­iento de la unidad de mercado, deteriorad­a por la profusión de normas autonómica­s. De Pedro Sánchez señala que “no es ningún ideólogo” y “sus críticos lo acusan de no tener principios, de que su palabra no es de fiar y no es más que un estratega decidido a aferrarse al poder a cualquier precio”. “No faltan pruebas”, añade, “que confirmen esas afirmacion­es”. Aunque también elogia su imperturba­ble capacidad de resistenci­a.

Por lo demás, a su ver España no resulta un país tan diferente de otros europeos como maliciosam­ente algunos colegas del continente propagan. Pone de relieve el formidable salto adelante que supusieron los años posteriore­s a la muerte de Franco no solo desde el punto de vista de la construcci­ón democrátic­a, sino del florecimie­nto económico, al que ahora ve amenazado si los políticos no se ponen de acuerdo para remediarlo. Y, lo mismo que muchos analistas, diagnostic­a la necesidad entre otras cosas de un sistema federal que culmine el proceso autonómico; de leyes electorale­s que acaben con la maldita partitocra­cia; y de una reforma de la Administra­ción pública que reduzca los miles de cargos de libre disposició­n (véase el ejemplo de Koldo), sistema que supone un despilfarr­o económico y potencia la corrupción y el clientelis­mo de los partidos. En definitiva, un gran libro que ojalá leyeran nuestros representa­ntes políticos. Así entendería­n por qué tantos denunciamo­s que, en realidad y cada vez más, solo se representa­n a sí mismos.

El autor llega a sugerir que lo que Zapatero quiso hacer fue convertir prematuram­ente al PSOE en lo que luego fue Podemos

España Michael Reid Traducción de Albino Santos Mosquera Espasa, 2024. 456 páginas. 24,90 euros

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 ?? JUAN NAHARRO GIMENEZ (GETTY IMAGES) ?? De izquierda a derecha, los expresiden­tes del Gobierno Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar y Felipe González, en el juramento de lealtad a la Constituci­ón de la princesa Leonor en el Congreso el día de su 18º cumpleaños, el 31 de octubre pasado.
JUAN NAHARRO GIMENEZ (GETTY IMAGES) De izquierda a derecha, los expresiden­tes del Gobierno Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar y Felipe González, en el juramento de lealtad a la Constituci­ón de la princesa Leonor en el Congreso el día de su 18º cumpleaños, el 31 de octubre pasado.
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