El Pais (Catalunya) (ABC)

Ante el espejo vasco

- LLUÍS BASSETS

Son tres las propuestas que compiten en las elecciones catalanas, según la visión del presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès: el proyecto de Carles Puigdemont, que es Puigdemont mismo; el de Salvador Illa, que es España; y el de Pere Aragonès, solo Cataluña. Y no le falta razón en algún punto. La tiene entera tratándose de Puigdemont, que constituye él solo el proyecto de Junts. Todo es Puigdemont y solo Puigdemont, desde el programa, que es inexistent­e en cuanto a políticas concretas, hasta su campaña electoral hecha desde la Cataluña francesa, donde explota su falso exilio para promover la falsa recuperaci­ón de la Generalita­t.

Esquerra nada entre dos aguas. Ha demostrado la ambivalenc­ia en su gestión de la Generalita­t, iniciada en forma de coalición independen­tista, pero culminada con sus pactos con Pedro Sánchez, de resultados tangibles, como los indultos y la amnistía. Quiere mirar hacia el futuro, pero no consigue despegarse de la pesada carga ideológica y verbalista de la década perdida. Quien marca todavía el paso y la agenda es Puigdemont, y Aragonès el que le sigue, incluso en el intento tan pujolista de identifica­r el líder con el país que contiene su consigna.

El desencuent­ro entre Junts y Esquerra es insuperabl­e. Compiten, se imitan, nunca

se aman y siempre terminan peleados. Esquerra ha querido hacer de Convergènc­ia en Madrid, pero en cuanto Junts quiere ser otra vez Convergènc­ia, entonces Esquerra también quiere ser otra vez Junts. Es un juego que adquiere todo el relieve desde el espejo vasco, donde el independen­tismo encuentra, siempre a destiempo, el modelo al que admirar y a la vez diferencia­rse.

Como Esquerra y Junts, así Euskadi y Cataluña. Los catalanes siguen en el mundo de las esencias nacionales mientras que los vascos se preocupan de la política de las cosas. Los vascos hacen de catalanes cuando los catalanes todavía hacen de vascos. Al revés que antaño, cuando lo que admiraba a los catalanes radicales, cansados de pujolismo, era la radicalida­d vasca. PNV y Bildu exhiben su moderación y su responsabi­lidad, como si fueran catalanes en tiempos de Pujol, mientras Esquerra compite con Junts en sus amenazas para los Presupuest­os de 2025.

El nacionalis­mo vasco siempre ha encontrado en el socialismo un socio fiable a la hora de asegurar el autogobier­no.

En Cataluña, en cambio, el socialismo ha sido y sigue siendo el principal competidor por el espacio central: antes era el rival del pujolismo a solas, ahora lo es a la vez de Junts y de Esquerra. Por eso hay que echarle del escenario: por sucursalis­ta, según Pujol; por pensar en España, según Esquerra.

Hay una verdad oculta en la triada de Aragonès. Cataluña avanza cuando coinciden los tres proyectos, el personal, el catalán y el español. Así con la República como con la actual democracia. Desde Tarradella­s y Pujol hasta Maragall y Montilla. Luego se acabó. Ahora son los vascos quienes dominan esta geometría compleja. Puigdemont no quiere, Aragonès podría pero duda y solo Illa, como si fuera vasco, asume la fructífera tradición del catalanism­o de pacto y de gobierno.

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