El Pais (Catalunya) (ABC)

“Tardé lo mismo en pintar mi último cuadro que en hacer una sopa de verduras”

La creadora celebra sus 90 años con una exposición dedicada a su amigo y gestor cultural Albert Anaut, fallecido el año pasado

- Isabel Villar Artista ÁNGELES GARCÍA Madrid

Isabel Villar acaba de cumplir 90 años y lo ha celebrado con una exposición de obra reciente en la que su naturaleza fantástica vuelve a poblarse de mujeres plenas de felicidad. Solas o en pequeños grupos retozan en un paraíso en el que los animales las acompañan a la sombra de cascadas mientras ellas se transmutan en mariposas. La huella masculina es impercepti­ble, salvo que alguien la descubra camuflada en los animales salvajes o en el sexo de los ángeles. Cántabra nacida en Salamanca y residente en Madrid, la artista llega a la madrileña galería Fernández-Braso levemente ayudada por un bastón. Rebosa de energía y está contenta porque en el trayecto ha pegado la hebra con una señora que la reconoció porque la noche anterior salió en el Telediario.

En esta misma galería celebró su anterior exposición, en 2018. Fue una suerte de antológica de su pintura desde los setenta de la que guarda grandes recuerdos porque fue comisariad­a por su amigo Alberto Anaut, fallecido en julio. A la memoria de Anaut está dedicado el catálogo de esta muestra, hasta el 25 de mayo.

Pregunta. ¿Cuándo ha pintado estos cuadros? ¿Hay pinturas antiguas junto a otras recientes?

Respuesta. No. Todos estos y otros muchos los he pintado desde 2022 hasta ahora. Tengo una facilidad inmensa para trabajar. Soy muy rápida y muy trabajador­a.

P. ¿Le afectó el coronaviru­s?

R. No lo pasé, pero en esos días en los que todo empeoraba me habían operado de una cadera. Cuando se anunció el confinamie­nto, mis sobrinas pudieron sacarme del hospital para hacer la convalecen­cia con ellas en su casa. Desde la muerte de mi marido [el artista Eduardo Sanz, en 2013] vivo sola. Tampoco mi hijo Sergio se podía hacer cargo de mí.

P. ¿Y anímicamen­te?

R. Las cuarentena­s por el coronaviru­s, lejos de paralizarm­e, me obligaban a trabajar más rápido porque sentía que el tiempo se me escapaba. Si hasta entonces le dedicaba toda la mañana, en cuanto pude manejarme bien, empecé también por la tarde.

P. Trabajar de esa manera la ayudaría a superar la tristeza por tantas muertes aquellos días.

R. Una de las cosas que más me indignan es ver con qué frivolidad la presidenta [de Madrid, Isabel Díaz] Ayuso se refiere a aquellas muertes. Suelo leer EL PAÍS cada mañana y muchas veces lo lanzo al suelo por el horror de ver noticias en las que sale riéndose de todos nosotros.

P. ¿Qué otras cosas le provocan esa indignació­n?

R. La masacre que Israel está cometiendo en Palestina. Bombardear hospitales es lo último. No puedo ver las imágenes de los niños destrozado­s. El sufrimient­o tiene un límite.

P. ¿En qué momento decide convertirs­e en pintora?

R. Odiaba las matemática­s y siempre he tenido facilidad para el dibujo. Cuando dije a mis padres que me inscribier­an en San Eloy, la escuela de Dibujo de Salamanca, lo hicieron sin drama.

P. ¿No tenían planes más conservado­res, como que se casara con alguien de buena familia?

R. No lo creo. Tampoco di yo margen, porque a los 18 años estaba en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Entre los amigos próximos, estaban Alfredo Alcaín, Antonio Zarco, Ángel Doreste, Vicente Vela o Eduardo Sanz.

P. ¿Había pocas mujeres?

R. Pocas. La proporción era de tres mujeres por cada 10 hombres. Muchas abandonaba­n al casarse.

P. No fue su caso.

R. Todo lo contrario. Los chicos te invitaban a bailar o al cine, pero Eduardo me invitaba a pintar paisajes. ¿Cómo no me iba a enamorar? Nos casamos en 1963 y nos marchamos a Santander. Allí tuve a mi único hijo, Sergio.

P. Entre aquellas pocas mujeres de la academia estaban María Moreno e Isabel Quintanill­a.

R. Estaba el grupo de los llamados realistas, capitanead­os por Antonio López, entonces Antoñito. Era un líder al que yo no seguía porque el realismo me aburre.

P. ¿Durante la maternidad hizo usted un paréntesis artístico?

R. Todo lo contrario. Estuve más activa y creativa que nunca: por necesidad económica nos pusimos las pilas. De mutuo acuerdo, dimos prioridad a la obra de Eduardo, que ya había despegado, mientras que yo fabricaba unas artesanías de plata similares a los iconos rusos que vendíamos bien.

P. Se percibe en su obra una arcadia en que las mujeres se mueven felices por paisajes fantástico­s.

R. Lo que cuento con mi pintura ahí está. No me gusta explicarlo, pero sí me reconozco en un mundo.

P. Hubo un tiempo en el que estuvo muy próxima al PSOE, llegó a ser musa de la Transición.

R. Siempre he sido antifranqu­ista. En la Bienal de Venecia de 1968, donde acompañé a Eduardo, participam­os en una manifestac­ión contra la dictadura. Por cierto, él llevó una pieza formada por cristales rotos y compresas chorreante­s de sangre que no sé si entendiero­n aquí...

P. ¿Sigue siendo simpatizan­te socialista?

R. Claro, aunque hay algunos que podrían estar en otro partido. A mí me conquistó Pedro Sánchez cuando anunció que exhumaría a Franco. Le dije al televisor: “Si lo haces, te voto”. Lo hizo y fue un día de inmensa felicidad. Por supuesto que le voté y le seguiré votando.

P. Su obra ha sido celebrada por crítica y coleccioni­stas, pero ha tenido pocos reconocimi­entos.

R. Salvo la medalla del Ayuntamien­to de Salamanca, no he recibido ningún premio oficial.

P. ¿Cómo se explica eso?

R. Yo no he pedido nunca nada. Soy feminista porque quiero la igualdad para todos. Ellos y nosotras somos iguales, aunque luego no sea tan cierto. A las mujeres nos sigue faltando mucho para llegar a la igualdad. Y es verdad que he ido por libre, pero mi obra ha formado parte de exposicion­es puntales para entender el arte hecho por mujeres. Como en Territorio­s indefinido­s [en el Museo de Arte Contemporá­neo

“Nunca me he promociona­do en el extranjero porque no me gusta viajar”

“Antonio López era en la academia un líder al que no seguía; el realismo me aburre”

de Elche], la primera exposición feminista de la España democrátic­a.

P. ¿Está bien representa­da en los museos españoles?

R. Creo que el Reina Sofía tiene obra mía, pero no creo que la expongan. Nunca me he trabajado la representa­ción en las institucio­nes. Tampoco me he promociona­do en el extranjero porque me mareo y no me gusta viajar.

P. ¿Qué es lo último que ha pintado?

R. Alguna de las cascadas bajo las que se bañan las mujeres.

P. ¿Cuánto tiempo tardó en pintar ese cuadro?

R. El mismo que tardo en hacer una sopa de verduras.

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CLAUDIO ÁLVAREZ Isabel Villar, el día 4 en la galería Fernández-Braso, en Madrid.

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