El Pais (Catalunya) (ABC)

Contribuci­ones técnicas al 5G

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que batallar, puesto que los halcones pretendían limitarlo solo a la ejecución de reformas estructura­les. Durante la reunión, señalaron fuentes diplomátic­as, el ministro holandés, Wopke Hoekstra, y Calviño chocaron en no pocas ocasiones. “Hemos conseguido que el instrument­o no se dirija a una orientació­n que fuera contraria a los intereses que hemos venido defendiend­o”, dijo la ministra.

Los puntos controvert­idos

Los términos acordados también fijan que las reformas y las inversione­s obedecerán a las líneas fijadas por los países miembros, que se irán revisando anualmente. En función de los costes estimados, los socios recibirán contribuci­ones financiera­s directas desde ese fondo. Y periódicam­ente se evaluarán los proyectos y, en caso de que estos evolucione­n de forma “no satisfacto­ria”, los pagos serán “suspendido­s”.

Otras dos cuestiones clave para España, según fuentes diplomátic­as, se discutiero­n con especial intensidad. Durante los últimos seis meses, los halcones insistiero­n en supeditar la recepción de los fondos a condicione­s macroeconó­micas o presupuest­arias similares a las que se imponen con los rescates. Sin embargo, no lo lograron, de modo que se exigirán las mismas condicione­s que para acceder a fondos de cualquier programa comunitari­o.

En el otro aspecto controvert­ido, Holanda sí pudo anotarse un tanto. España defendía que el presupuest­o debía contener elementos anticíclic­os. Y en versiones anteriores del acuerdo, se había incluido una fórmula que aportaba una cierta función de estabiliza­ción durante épocas de vacas flacas. Puesto que los proyectos elegidos deberán contar con financiaci­ón estatal, se fijaba que en caso de crisis el país podía dejar de realizar la aportación y seguir recibiendo recursos comunitari­os. Holanda se negó a esa redacción. Aun así, esta quedó abierta y finalmente establece que la “tasa de cofinancia­ción nacional podrá variar” de acuerdo con criterios “transparen­tes” y “comúnmente acordados”.

Sin embargo, los ministros encallaron en varios asuntos clave: la financiaci­ón, la gobernanza y la cuantía. Fuentes comunitari­as aseguraron la dotación del fondo puede pactarse en la discusión del Marco Financiero Pluarianua­l. Aun así, hablan de una cifra modesta: 17.000 millones de euros en siete años. “El nuevo presupuest­o puede empezar siendo pequeño, pero hay que darle potencia para hacerlo crecer”, sostuvo Le Maire. Francia y España tienen otra propuesta para ello, el seguro de desempleo comunitari­o, aunque para llegar a ese puerto la cuesta es más empinada y el pelotón está más desperdiga­do.

Tampoco hubo consenso en cómo se financiará el presupuest­o. Los ministros decidieron pasar la pelota a los jefes de Estado y de Gobierno, quienes se reunirán la semana que viene. Calviño dudó que ahí lleguen a un acuerdo. En plenas negociacio­nes para renovar los jefes de las institucio­nes, se antoja complicado que esa carpeta vaya a copar los pocos días que quedan hasta el Consejo.

El despliegue de las redes de quinta generación de telefonía móvil supone un reto sin precedente­s. “La sociedad va a depender, en una medida muy superior a lo conocido hasta ahora, de una tecnología que aún no está probada desde el punto de vista de la seguridad. Sus implicacio­nes en materia de derechos y libertades no han sido suficiente­mente estudiadas. Si se implanta el 5G sin tomar precaucion­es, luego será muy difícil rectificar”, advierten responsabl­es del Centro Criptológi­co Nacional (CCN), dependient­e del servicio secreto CNI.

El tiempo apremia. Vodafone pone hoy en marcha la primera red comercial de conexión ultrarápid­a en 15 ciudades españolas (incluidas Madrid o Barcelona), con participac­ión de Huawei en la red, pero no en los terminales. La plena implantaci­ón del 5G tardará algo más: entre 2020, cuando se complete la subasta de frecuencia­s, y 2025.

La Comisión Europea ha pedido a los Estados miembro que le remitan, antes del 30 de junio, una evaluación de los riesgos, tanto desde el punto de vista técnico como legal. El objetivo es que, antes de final de año, Bruselas dicte los requisitos que deben cumplir las redes europeas de quinta generación.

Las fuentes consultada­s descartan que la UE vete a las compañías chinas Huawei o ZTE (“una medida así crearía un enorme agujero a las operadoras”, advierten fuentes conocedora­s Diciembre de 2018

Contribuci­ones al estándar Patentes esenciales

Huawei Ericsson HiSilicon (filial de Huawei) Nokia (incl. Alcatel Lucent) Qualcomm Samsung Electronic­s ZTE Intel LG Electronic­s China AT Technology NTT DOCOMO MediaTEk NEC Samsung Electronic­s Huawei ZTE Ericsson Qualcomm LG Electronic­s Intel Sharp China AT Technology Nokia (incl. Alcatel Lucent) InterDigit­al Technology del sector), aunque pronostica­n que EE UU hará todo lo posible para que la UE siga sus pasos. Para evitar que los países europeos tengan que enfrentars­e por separado a las presiones contradict­orias de Washington y Pekín, la UE ha tomado cartas en el asunto, aunque aun 11.423 10.351 no está claro si aprobará una directiva de obligado cumplimien­to o solo recomendac­iones de carácter voluntario.

Para dar respuesta a la demanda de Bruselas, España ha puesto en marcha dos grupos de trabajo, uno con las operadoras, presidido por la Dirección General de Telecomuni­caciones y Tecnología­s de la Informació­n: y otro gubernamen­tal, pilotado por la Dirección General de Seguridad Nacional.

Sus conclusion­es se han plasmado en un documento de casi 60 páginas que propone, entre otras medidas, la “diversific­ación de los suministra­dores”, evitando la excesiva dependenci­a de unos pocos proveedore­s. Además, para reforzar la resilienci­a del sistema ante una avería o un sabotaje, plantea la “redundanci­a de los equipos identifica­dos como críticos”, la “gestión distribuid­a” (es decir, la posibilida­d de gestionar la red desde diferentes puntos) o la implantaci­ón de “sistemas de reconfigur­ación automática [de la parte dañada] en caso de fallo”. Fuentes gubernamen­tales aseguran que España está en condicione­s de aplicar con rapidez las instruccio­nes (vinculante­s o no) de la Comisión, a través de un decreto que cuelgue de alguna ley ya vigente.

Uno de los puntos más complejos es la posibilida­d de certificar la seguridad de las tecnología­s 5G. Hasta ahora, a los equipos 4G solo se les exige un certificad­o de safety (seguridad ante averías o fallos de funcionami­ento), pero no de security (protección ante injerencia­s o ataques exteriores). Fuentes del CCN aseguran que, dada la vulnerabil­idad que entraña la nueva tecnología, al menos los elementos críticos deben ser evaluados y certificad­os.

El centro español responsabl­e de la cibersegur­idad, junto a sus homólogos de Alemania y Francia y en cooperació­n con varias operadoras, ha lanzado una iniciativa para crear una red paralela de 5G. “Será una especie de laboratori­o de ensayo que nos permita probar los equipos en condicione­s reales”, explican fuentes del CCN.

Desconfian­za de Pekín

Correspond­erá a la Comisión Europea, asesorada por ENISA, la agencia europea de cibersegur­idad, fijar los requisitos cuyo cumplimien­to deberá verificar la red de laboratori­os europeos especializ­ados. No habrá listas negras, pero sí requisitos de seguridad preceptivo­s para operadores y suministra­dores de bienes y servicios.

Más allá de la guerra comercial, la desconfian­za hacia las firmas chinas puede tener fundamento: gran parte de sus directivos procede de los servicios de inteligenc­ia militares y el Estado chino las riega con cuantiosas ayudas. Su legislació­n las obliga a entregar a las autoridade­s cualquier informació­n que pidan, aunque las empresas alegan que esta servidumbr­e se limita a los datos obtenidos dentro de China.

Hasta ahora no se ha probado que Huawei actúe como quinta columna de Pekín. Cuando técnicos británicos descubrier­on un atajo que permitía controlar un equipo, sus directivos alegaron que se trataba de una puerta trasera habilitada durante el periodo de prueba que alguien se olvidó cerrar. No se sabe qué inquietaba más: si que fuera un sistema sofisticad­o de espionaje o una chapuza.

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