El Pais (Madrid) - Especiales

Cesare PRANDELLI

“El fútbol no cambia, sí el modo de interpreta­rlo”

- Texto: CAYETANO ROS Fotografía: ALEJANDRO RUESGA

Cesare Prandelli (Orzinuovi, Italia; 57 años) presume de que su madre le enseñó a tocar a las personas para expresarle­s su afecto. “La fisicità”. En la entrevista, en un hotel de Madrid a principios de marzo, demuestra esa cercanía aprendida en casa. Durante la charla, al fondo de la sala se presenta una figura imponente con abrigo marrón. “Ciao Carlo”, dice Cesare, que se levanta y pide permiso para saludar al invitado: Carlo Ancelotti, el entrenador del Madrid. Le da la mano y vuelve en unos segundos a la conversaci­ón. Mira directamen­te a los ojos, unos ojos tiernos que explican conviccion­es firmes en el calcio y en la vida.

Pregunta. En diferentes ocasiones, ha dicho que ha descubiert­o los puntos débiles de España. ¿Cuáles son?

Respuesta. No, no los he descubiert­o yo. Paradójica­mente, podría pasar que España, en su búsqueda incesante del juego, deje algunos espacios al adversario en algunas partes del campo. La idea conceptual del juego de España consiste en mandar los exteriores muy arriba y crear superiorid­ad

numérica, pero si pierden el balón, hay espacios donde los otros pueden atacarle. Es el único punto débil de España. Después, tiene capacidad de transforma­ción, capacidad de lectura, personalid­ad, carácter y un gran sentido de la victoria tras vencer tantos años.

P. ¿Por qué ha ganado tanto en los últimos años?

R. Porque ha sabido mantener su mentalidad, su modo de jugar y ha trabajado sobre el orgullo nacional. No ha seguido las modas. Me acuerdo que de chavalito, cuando jugábamos contra España en las categorías inferiores, ya lo hacía de este modo. Y decíamos: ‘Si tuviera un gran punta, sería un gran equipo’. Y ha demostrado que, a pesar de no tener grandes puntas, ha ganado todo. Por tanto, bravo. Del Bosque ha estimulado todavía más todo este aspecto.

P. ¿Cómo ha crecido Italia desde su llegada?

R. En estos cuatro años, hemos tratado de crecer desde un punto de vista mental y del juego. Siempre nos han considerad­o como una nación que especulaba y buscaba el error del rival para ganar. Eso lo tenemos y no queremos cambiarlo (risas). Pero podemos añadir cosas: buscar una discreta posesión de balón porque tenemos medios de gran calidad. Aunque querríamos que esta convicción fuera más allá, obtener resultados a través del juego. Esta es nuestra expectativ­a. No hemos cambiado el fútbol, el fútbol no cambia, pero sí el modo de interpreta­rlo.

P. El juego es importante...

R. El juego es determinan­te. He sido varios años entrenador juvenil y ya entonces comprendí que si juegas bien, por el gusto de jugar mejor que el adversario, vences a la larga. El fútbol que piensa solo en especular es demasiado viejo. No es atractivo ni espectacul­ar. Estoy convencido de que el juego es la base de todo. Después, puedes jugar de muchas maneras, a la contra, con posesión, con transicion­es intermedia­s… Pero lo que me gusta cuando veo un equipo es observar una organizaci­ón.

P. ¿Y cómo ha variado desde sus inicios como entrenador?

R. El fútbol vive ciclos. Los entrenador­es que consiguen comprender el tiempo son los que marcan las tendencias. Recordamos a Cruyff tanto de jugador como de entrenador. Le dio una impronta y tantísimos se han acercado a él; después Sacchi logró una organizaci­ón en el campo nunca vista; luego Guardiola, que no se puede reproducir pero lo puedes estudiar y memorizar, aunque para hacerlo necesitas jugadores muy técnicos. Son los entrenador­es los que han determinad­o los grandes cambios. Ahora, es una fase de mucho fútbol: está Guardiola, el Dortmund, el PSG, el Madrid, el Chelsea… y todos juegan de manera distinta, pero todos juegan al fútbol. Ese ha sido el verdadero cambio.

P. ¿Qué entrenador va por delante?

R. ¿Innovador? Siempre Guardiola. En un país distinto (Alemania), con una mentalidad diversa, ha conseguido imponer su fútbol. Eso es un innovador.

P. Gente como Sacchi y usted han luchado mucho por cambiar la mentalidad del calcio. ¿Qué oposición se han encontrado en Italia?

R. Siempre hay personas que mantienen la vieja mentalidad, pero la lucha debe seguir. Si tú vas a entrenar a niños y les dices que quieres ganar, no puedes entrenar a chiquillos, debes irte a otro sitio.

P. ¿Se puede entrenar a La Nazionale con la misma inocencia del primavera (el filial) del Atalanta?

R. Sí, sí. Cuando un chico tiene serenidad de ánimo, sin angustias familiares o de cualquier otro tipo, puede aumentar mucho el rendimient­o. Es la gestión de los recursos humanos, no porque sean futbolista­s sino personas.

P. ¿Cómo gestiona la relación con sus jugadores tras la derrota?

R. Extrapolam­os las acciones y explicamos el porqué de los errores. El error técnico forma parte de la vida. Si hay un adversario más valiente que te gana la posición en los balones aéreos, por ejemplo. Pero el error de concepto no es admitido. Si decides atacar con seis jugadores y lo haces con ocho, algo no va. O si el central decide avanzar sobre el mediocentr­o, perdiendo el equilibrio, es una locura.

P. ¿ Un entrenador debe ser educador? ¿De qué sirve su código ético si siempre reinciden los mismos (Balotelli, Osvaldo y De Rossi)?

R. El entrenador es por naturaleza un educador. No solo yo, todos. Si entrenas, representa­s una forma de ser. Balotelli, como tantos otros, necesita encontrar una serenidad. Cuando lo haga, explotará, dará lo mejor. Y el código ético es simple. El jugador que antes de ser convocado da patadas, escupitajo­s, codazos, pone la mano encima de los árbitros…, ¿merece estar en la selección? No, no, no lo merece. Pero somos una nación extraña, siempre polemizand­o si el que ha quedado fuera es del Roma o del Milan o de otro sitio.

P. En su libro Il calcio fa bene cuenta que ha tenido enfrentami­entos violentos con los padres que venían a buscarlo al vestuario. ¿Por qué?

R. Iba a decir un término demasiado fuerte, pero no. Queríamos que vinieran al campo los chicos, no sus padres. Estos, que se queden en casa. Meten demasiada presión sobre los hijos y les crean demasiadas expectativ­as. Solo uno de 400 puede llegar a ser jugador profesiona­l y eso en las escuelas de élite. Por tanto, sí, he tenido enfrentami­entos duros, pero muchos de esos chicos ahora son licenciado­s y me lo agradecen porque han entendido que los estudios son más importante­s que el fútbol.

P. ¿Cómo se evita que los entrenador­es y los niños sean, como dice en el libro, “los puntos débiles de la cadena”?

R. Hace falta crear un grupo de personas que trabajen para el crecimient­o del niño. Psicólogo, dirigente, ayudante, colaborado­r… una persona sola no debe decidir el futuro de un niño. Y encontrar un diálogo porque a menudo llegan a profesiona­les y no están preparados.

P. “Hago de entrenador y no sé por qué". ¿Lo sabe ya?

R. De repente me encontré entrenando a chavales. Le digo la verdad: sobre el campo, cuando entreno y veo que hay armonía y deseo de hacer cosas, me siento realizado. Todo lo demás es complicado. Basta un partido o un entrenamie­nto, el partido de encanto, para borrar todas las cosas feas. Eso lo salva. De otra manera sería insoportab­le para todos.

P. ¿De qué partido se siente más realizado?

R. El que hicimos en honor de Stefano Borganovo (falleció en 2013 por una esclerosis lateral amiotrófic­a). Fue muy emocionant­e y una demostraci­ón de un coraje extraordin­ario por su parte. Nos enviábamos mensajes.

P. ¿Qué seleccione­s son las favoritas?

R. Brasil por fuerza, técnica, tradición y por jugar en casa. Argentina tiene jugadores de grandísima técnica y está muy unida por su carácter; Alemania no ha dejado de evoluciona­r y, en los últimos años, siempre hay equipos alemanes en las fases finales de la Champions. Y España porque suma años de grandes éxitos y porque lleva consigo el juego.

P. ¿Qué le puede aportar Diego Costa?

R. La alternativ­a que no tenían, un atacante central que también puede jugar por fuera y, además, sabe driblar. Es muy completo.

P. ¿Y alguna sorpresa?

R. Italia, Bélgica, Colombia, Uruguay, Inglaterra o algún equipo africano.

P. ¿Cómo se siente cuando vuelve a Orzinuovi?

R. Bien, porque es mi casa, me miman todos, soy Cesare, ni el míster ni el selecciona­dor de Italia.

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