En busca de la ESENCIA BLANCOS-NEGROS-ÁRABES
Deschamps tiene la obligación de recuperar el alma perdida por los ‘ bleus’ precisamente en el momento en el que Francia vive tiempos de convulsión y un panorama sombrío.
Francia vive su momento más sombrío desde el final de la II Guerra Mundial. El Frente Nacional, el partido xenófobo y racista, se ha convertido en la primera fuerza política del país. El presidente de la República, François Hollande, solo tiene el apoyo de 18 de cada 100 ciudadanos. Los datos económicos siguen siendo malos, el paro no recula y la recuperación no llega. Las encuestas revelan que los franceses están asustados, replegados, deprimidos. En medio de ese ambiente deletéreo, la selección nacional de fútbol afronta la Copa del Mundo con la obligación de reencontrar su alma perdida y el espíritu de grupo, tras perder por el camino de las broncas y los egos la esencia black-blanc-beur (negros, blancos, árabes) que le llevó al título en 1998.
Aunque nadie daba un duro por el equipo dirigido por Didier Deschamps hace tres meses, los bleus se clasificaron en la repesca con Ucrania tras remontar en casa el 2-0 de la ida, y desde entonces parecen una piña y juegan casi como un equipo. Casi. Los tres amistosos de preparación se han saldado con dos victorias (2-0 a Holanda, y 4-0 a Noruega) y un empate a uno con Paraguay. La gacela Paul Pogba, de 21 años, y el escurridizo Valbuena se han convertido en los líderes del equipo. Las individualidades funcionan bien, pero, de momento, el colectivo no termina de cuajar.
La gran duda de Francia para el Mundial es Franck Ribéry, aquejado de dolores lumbares. Pero su ausencia no parece quitar el sueño a Deschamps. "Estamos haciendo todo lo posible para que vuelva. El tiene confianza. Si hay un problema, tendremos tiempo para buscar una solución", ha dicho el seleccionador.
De momento, las cosas marchan aceptablemente bien en el grupo, que parece sentirse más unido desde la repesca ante Ucrania que durante los últimos cinco o seis años de decepciones encadenadas. El preferido del técnico, Mathieu Valbuena, se está saliendo: lo juega todo –ha participado en los 21 partidos que ha dirigido Deschamps-, y se ha especializado en dar el último pase –ante Noruega dio tres-. Antoine Griezmann está siendo suplente, pero ante Paraguay entró al campo faltando media hora, hizo un gol, y pareció tan fino como en la Real Sociedad. Giroud, el delantero del Arsenal, también ha afinado el punto de mira y marcó dos veces ante Noruega en doce minutos. Pogba y el delantero del Newcastle Loïc Rémy también han visto puerta.
La mala noticia es que, en el partido ante Paraguay, jugado en Niza en medio de un am-
biente festivo, los bleus desaprovecharon un saco de oportunidades y se dieron un atracón de tiros sin puntería: de 19, solo siete fueron a portería.
La lista definitiva de los 23 elegidos por Deschamps ha dejado dos sorpresas: el joven centrocampista Samir Nasri, y el lateral izquierdo Gaël Clichy, veterano, los dos del Manchester City, se cayeron de la convocatoria final. También se queda en casa Abidal, el defensa del Barça, aunque su ausencia era esperada.
La decisión de Deschamps sobre el vehemente Nasri irritó a la novia de este, Anara Atanes, que insultó a Francia y al seleccionador desde su cuenta de Twitter : "Menuda mierda de entrenador”, dijo en inglés, entre otras cosas peores.
Y molestó bastante a algunos comentadores, como Bruno Roger Petit, que ha acusado a Deschamps de ser un “gruñón pequeño burgués” por descartar “el talento rebelde de Nasri”, y por preferir a “jugadores sin ambición en aras de la disciplina, tan deseada por los franceses, y de la lógica de grupo”.
Según Roger Petit, Deschamps habría excluido a Nasri “para no crearse problemas a sí mismo y a la Federación”, y para intentar construirse una imagen “de tipo duro”. Pero al hacerlo ha incumplido “su deber de seleccionador: reunir el talento disperso”. Para el crítico, “llevar a Brasil a Digne, Mavuba y algunos otros para que no molesten a los titulares” es una apuesta perdedora y suicida: “Amables turistas para un amable equipo de Francia jugando una amable Copa del Mundo”.
Deschamps ha replicado a las críticas diciendo que a Nasri no le gusta ser suplente y que él está intentando construir un equipo, un grupo. Y ha recordado que la aventura del Mundial va a durar como mínimo seis semanas: “Convivir durante un periodo tan largo requiere cualidades humanas”, ha zanjado.
A falta del último amistoso con Jamaica, el 8 de junio en Lille, el técnico solo tiene la incertidumbre de Ribéry. El resto parece bastante claro. Deschamps debería apostar por el 4-3-3 muy ofensivo que le dio la clasificación ante Ucrania. En la portería estará Hugo Lloris; Sakho, Koscielny, Mangala (o Varane) y Evra deberían formar la defensa titular; con Cabaye, Pogba y Matuido en el medio y Valbuena, Benzema y Ribéry (o Griezmann), arriba.
En la primera fase de la Copa del Mundo, que se jugará del 12 de junio al 26 de junio, Francia se medirá con Ecuador, Honduras y Suiza en el Grupo E. La clasificación parece más que accesible a priori, pero pocos franceses confían en que los bleus vayan a llegar demasiado lejos. Para intentar evitar interferencias y distracciones y olvidar el fiasco de Sudáfrica, donde la selección vivió un psicodrama lleno de broncas y peleas, Deschamps ha decidido que la concentración en Brasil sea lo más tranquila posible, y ha vetado el acceso a las novias y los familiares de los futbolistas.
La desconfianza de los medios y de la afición hacia un equipo que, pese a estar lleno de talentos, no ha logrado igualar las prestaciones de los maravillosos tiempos de Zidane sigue marcando la relación entre los bleus y el mundo exterior. El día del partido ante Paraguay, Benzema fue cazado jugueteando con el móvil mientras estaba en el banquillo y recibió las primeras críticas.
La presión que ejerce desde hace años la extrema derecha sobre los futbolistas de origen africano y magrebí es otro elemento perturbador. Con Marine Le Pen convertida en la jefa de la política nacional, sus acusaciones a los jugadores -no se saben La Marsellesa, no sienten los clores nacionales- se redoblarán en caso de nuevo fracaso.
El presidente, François Hollande, visitó a la selección en la concentración de Clairefontaine hace unos días y les animó a dar el máximo. El jefe del Estado más impopular de la V República almorzó con los jugadores y Deschamps, y señaló que, aunque la selección no es favorita para el Mundial, “no hay nada imposible para los bleus. Pueden tener éxito”, dijo, “no deben renunciar a nada, ningún desafío debe sernos ajeno. Para muchos franceses el Mundial será un momento importante”.
Luego, quizá curándose en salud, Hollande afirmó que “lo que cuenta, más allá del resultado, es dar la imagen de un equipo combativo, sólido y entusiasta”, y concluyó que “el deporte es un factor de cohesión, de unión y de puesta en común. Por eso hay que respetar sus valores. Y toda la selección de Francia, más allá de sus resultados, está implicada en esta misión”.
La esperanza de muchos aficionados es que Pogba se convierta en la revelación del Mundial y guie a los suyos hacia el éxito. Tras jugar 36 partidos en la Juventus este año, el centrocampista ha ganado confianza, responsabilidad y peso en el equipo nacional. Y Deschamps, que también jugó en Turín entre 1994 y 1999, y que entrenó a la
Vieja Señora en 2007, lo ha seguido de cerca: “Sé dónde está y quién se ocupa de él”, ha dicho. “Sé lo que tiene que dar allí cada día y sé que puede aportar mucho al equipo”.
Los números de este año afirman que Pogba ha metido siete goles y dado siete pases de gol. Pero, más importante que eso, el joven y espigado mediocampista está llamado a ser el líder del equipo y el jefe de la presión adelantada que Deschamps suele ordenar para intentar recuperar rápido el balón.
Según ha dicho el técnico, “Pogba tiene que eliminar todo lo superfluo que hay en su juego y aprender que la alta competición requiere una concentración y una dedicación máximas”. Un diagnóstico severo, que indica que el entrenador considera que Pogba será la medida del Mundial de la deprimida Francia.