COURTOIS y la Bélgica MULTICULTURAL
Flamencos, valones y jugadores con raíces africanas, unidos bajo la exigencia del seleccionador Wilmots, y liderados por el meta y Hazard, llegan como un grupo señalado para sorprender.
El 10 de octubre de 2013, el día en el que Bélgica certificó su regreso a un Mundial 12 años después, dos grafiteros del barrio de Saint Gilles de Bruselas, Laurent Paschold y Samuel Idmtal, plasmaron sobre un muro la Bélgica multicultural y federalista que desean y les inspira la selección dirigida por Marc Wilmots. Los artistas callejeros dedicaron sus sprays a escribir el nombre de Bélgica con los colores de la bandera y a trazar un retrato de Vincent Kompany, el capitán negro de origen congoleño de una de las selecciones señaladas para dar la sorpresa. Ese mismo día que Bélgica se impuso a Croacia (2-1) con dos goles de Romeu Lukaku, también con raíces congoleñas, Kompany fue entronizado como símbolo de unión frente a la eterna y tirante dualidad flamenco-valona que cohabita en el país. “Retraté primero a Kompany porque es una figura muy interesante como futbolista; tiene una posición política muy marcada a favor de una Bélgica unida y federal”, diría por entonces Samuel Idmtal.
“Somos un país con gente de distintos orígenes y culturas, pero todos somos belgas”, asegura Thibaut Courtois, criado con los deportes que forman parte de la identidad del país como el voleibol y el ciclismo. “De niño montaba mucho en bicicleta, aunque con 13-14 años lo vi muy duro como deporte y preferí el fútbol y el voley”, recuerda el portero del Atlético. “Alguna vez he coincidido con Eddie Mercx y soy amigo de Tom Boonen”, prosigue. A principios de este año, circuló en las redes sociales un retrato de infancia de Courtois vestido con los colores de la selección belga de ciclismo. El voleibol, influencia de sus padres, ambos jugadores, le sirvió para adquirir la coordinación impropia de su estatura 1,99, reflejos y conocimientos de golpeo de balón con las manos que aplica en los despejes.
Courtois, flamenco, junto a Eden Hazard, valón, es la gran estrella de Bélgica. Desde edad juvenil conviven en la selección. “A Eden le gustan mucho las bromitas, siempre se está riendo o te vacila”, relata antes de describir al habilidoso jugador del Chelsea: “Es muy rápido en el uno contra uno y tiene buena técnica de golpeo. Antes, no defendía, era un extremo que no bajaba; ahora, también hace su trabajo defensivo. Puede ser uno de los mejores jugadores de este Mundial”. A Courtois se le apaga un tanto la voz cuando recuerda que a Christian Benteke, uno de sus compadres en la selección y también de origen congoleño como Kompany, una lesión de rodilla le ha dejado fuera del Mundial. “Nos conocemos desde que jugamos en la cantera del Genk. Era un delantero muy importante para nosotros, pero también está Lukaku, que es fuerte, potente y ha marcado goles decisivos”.
Bélgica está encuadrada en el grupo H con Rusia, Corea del Sur y Argelia, selección contra la que debuta
el 17 de junio. “Tenemos posibilidades de pasar a octavos, pero tenemos que ser humildes. Aquí, como en el Atlético, también hay que ir partido a partido”, dice el meta que ha dirigido una de las defensas menos goleadas en la fase de clasificación al Mundial junto a la española. Protegido en la mayoría de los partidos por cuatro centrales (Alderweireld, Ver Maelen, Kompany y Vertonghen), Courtois solo encajó cuatro goles: “Aunque Alderweireld y Vertonghen intentan jugar como laterales, en general no suben mucho al ataque. Eso nos convierte en una selección muy sólida atrás, es difícil que nos hagan contragolpes o que nos ataquen en superioridad”. Esa consistencia defensiva ha sido la base que el seleccionador Wilmots ha aprovechado para diseñar un equipo que como mejor se desenvuelve es con un fútbol directo y vertical. L mayoría de sus centrocampistas de peso (Witsel, Defour, Dembele y Fellaini) son de ida y vuelta y reparan poco en el trámite del juego. “Sabemos a qué jugamos, muchos hemos coincidido en las selecciones inferiores. Casi todos hemos madurado fuera de Bélgica, pero cuando nos juntamos somos un grupo fuerte que ya no pierde partidos de manera tonta como nos pasaba al principio. Somos un buen equipo conjuntado”, asegura Courtois, que señala a Wilmots como el gran artífice de esa unión en el vestuario que se relaciona con una Bélgica menos fragmentada: “Nuestro seleccionador tiene un carácter fuerte, le gusta mucho el orden y la disciplina. Ha conseguido una selección unida”. Wilmots, que tuvo una breve experiencia como senador por un partido liberal, también es presentado como una referencia cohesionadora. Es valón, pero habla tres idiomas y jugó en equipos flamencos, además de en el Schalke alemán, con el que conquistó la Copa de la UEFA en 1997. “Lo relevante del conjunto ciudadano, talentoso y diverso de Wilmots es su capacidad para conectar con la sociedad belga y cuestionar la división entre francófonos y flamencos”, analizaba en una entrevista a la agencia Efe, Beatrice Delvaux, jefa de opinión de Le Soir, con motivo del estallido unificador que se produjo el día de la clasificación para el Mundial. La palabra “juntos” fue la más utilizada en las redes sociales y el Bélgica-Croacia batió audiencias televisivas. El ansiado regreso de los diablos rojos ya movilizó a más de 8.000 hinchas hasta Cardiff en un partido decisivo para la clasificación ante País de Gales.
Precisamente, Wilmots formó parte de la última selección belga que acudió a un Mundial. Fue en 2002, en Corea y Japón, y Bélgica sucumbió en octavos de final ante Brasil en un partido en que le fue anulado un gol legal al ahora seleccionador que suponía el 1-0. “Ese fue el primer Mundial del que tengo recuerdos, no había nacido cuando la selección de México 86 llegó a semifinales”, apunta Courtois. “Alguna vez me he saludado con Pfaff y me ha felicitado. He oído hablar mucho de él y he visto vídeos”, dice del legendario meta de aquella selección que echó a España en los cuartos de final. “Vas por la calle y la gente te lo recuerda. Te hablan de Gerets, de Ceulemans, de los penaltis contra España y de lo bien que jugaron. Te dicen que tenemos que hacer lo mismo, tienen muchas esperanzas puestas en nosotros. La gente, después de 12 años sin ir a un Mundial, está ilusionada porque podemos hacer un campeonato muy bonito, pero no es fácil. Podemos, pero hay que hacerlo. Somos una selección joven y no tenemos experiencia en un Mundial. Tenemos talentos como Chadli, De Bruyne y Hazard que están acostumbrados a jugar al más alto nivel y otros como Origi (Lille) o Januzaj (Manchester United) que están empezando, aunque en este Mundial ya pueden sorprender. Veteranos como Van Buyten serán importantes para nosotros en el día a día”.
En esa docena de años ausente de un Mundial, el fútbol belga trató de regenerarse con el plan que diseñó en los inicios del siglo XXI el director técnico de la federación, Michael Sablon. El fracaso en la Eurocopa 2000, de la que Bélgica, coorganizadora junto a Holanda, fue eliminada en la primera fase, ya llevó a Sablon a elaborar un documento que obligaba a los equipos belgas a jugar en sus categorías inferiores con un 4-3-3 con extremos y a potenciar la técnica individual. También limitó el número de jugadores en los partidos, cinco contra cinco los benjamines y siete contra siete hasta infantiles. El plan se alimentó en buena parte de las calles de la inmigración de las grandes ciudades como Bruselas o Lieja, que le añaden ese plus multirracial a la actual selección. “Es difícil clasificar a estos jugadores: son perfectamente bilingües, se han formado en el extranjero y muchos tienen orígenes africanos”, abundaba Beatrice Delvaux en su análisis sociológico.
En ese paisaje, en el que la consistencia de esa argamasa que supone el fútbol en un país tradicionalmente muy segmentado será puesta a prueba, Bélgica tratará de ser una de las selecciones tapadas, aunque los elogios que ha recibido la generación de Courtois tras clasificarse para el Mundial ya la tenga muy señalada entre los especialistas. “Vamos a ver hasta dónde llegamos porque en algún momento tienes que cruzarte con las grandes favoritas que para mí son Alemania, España, Brasil y Argentina. Todas tienen grandes jugadores”, concluye Courtois, también ya retratado en la exposición itinerante en la que, durante los días previos al Mundial, se ha convertido la iniciativa de los dos grafiteros que dibujaron una Bélgica que poco tienen que ver con la que llegó a estar durante esta década 500 días sin gobierno por el desacuerdo entre flamencos y valones. “El fútbol, el ciclismo, el voleibol, el hockey, somos un pequeño país lleno de gigantes”, escribió en Twitter Kompany, el elegido por los grafiteros como ícono de integración.