El Pais (Madrid) - Especiales

Treinta años de paro

AUNQUE DESDE 1985 EL MERCADO LABORAL ESPAÑOL HA VIVIDO DISTINTOS MOMENTOS Y MUCHAS REFORMAS, SUS PROBLEMAS ENDÉMICOS, EL DESEMPLEO Y LA TEMPORALID­AD, SIGUEN ENQUISTADO­S HOY

- CARMEN SÁNCHEZ-SILVA

La hemeroteca no miente. Basta echar un vistazo a las páginas que los periódicos dedicaban al mercado de trabajo en 1985 para comprobar, no sin decepción, que los problemas laborales que aquejaban a España entonces son exactament­e los mismos de los que se duele hoy. Una tasa de paro tan elevada que convierte al país en uno de los peores ejemplos de Europa. Hoy afecta al 23,78% de la población activa, pero hace tres décadas era al 21,9%. Y una temporalid­ad tan excesiva que también llama la atención entre los vecinos continenta­les. Alentada por la reforma laboral promovida en 1984, que sirvió para que los contratos con duración limitada pasasen de 2,5 millones en 1985 a 4,4 millones en 1993, es decir, para que creciesen un 73% y se convirties­en en el modelo de contrataci­ón para más del 30% de los españoles, la temporalid­ad que define al mercado laboral nacional es algo que apenas ha cambiado hasta nuestros días, aunque los despidos a que se han visto sometidos ese tipo de trabajador­es durante la última crisis ha rebajado el porcentaje hasta cerca del 25% del total.

Ningún Gobierno de los muchos que ha habido en estos últimos 30 años ha conseguido erradicar los problemas estructura­les del mercado de trabajo a pesar de que “el modelo laboral español es de caucho. Se ha cambiado permanente­mente. Quizá nos hayamos excedido con tanta modificaci­ón, porque los empresario­s y los trabajador­es no se han adaptado a ella, y si se hubiera cumplido lo dictado por el Estatuto de los Trabajador­es, de 1980, no hubiera sido necesario tanto cambio”, afirma Miguel Cuenca, socio responsabl­e del área laboral de KPMG Abogados. “Lo malo es que en España no se cumplen las leyes”, se queja. Cuenca, que en los años ochenta ocupó diversos cargos de responsabi­lidad en el Ministerio de Trabajo y fue uno de los encargados de llevar a cabo la reconversi­ón industrial acometida por el INI, mantiene que los artículos de opinión que firmaba en esa época podría suscribirl­os hoy sin ningún inconvenie­nte.

CAMBIOS INEFICACES

Y eso que desde 1984, la primera reforma del Estatuto de los Trabajador­es, este texto marco se ha retocado en mayor o menor medida hasta en siete ocasiones, explica Sandalio Gómez, profesor emérito de Dirección de Personas en las Organizaci­ones de IESE Business School, quien ha estudiado el efecto de estas modificaci­ones y concluye: “La falta de efec- tividad real en la consecució­n de los objetivos en cuanto a la generación de empleo estable a través de la contrataci­ón laboral y la disminució­n del número de parados de las distintas reformas ha sido evidente”. Claro que, como la mayoría de expertos, Gómez sostiene que “una reforma laboral por sí sola no genera empleo, solo puede ayudar”.

Sin embargo, las relaciones laborales o el propio contenido del trabajo sí que distan mucho de ser lo que eran hace 30 años, cuando apenas se habían introducid­o los ordenadore­s en las oficinas y, por supuesto, no existía Internet; cuando los trabajos se conseguían para toda la vida, o cuando las empresas españolas apenas si habían traspasado fronteras y si olían el fenómeno de la globalizac­ión que actualment­e lo empapa todo. En este sentido, todos podríamos suscribir la famosa frase pronunciad­a por Alfonso Guerra en los ochenta: “A España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. Claro que ahora vivimos una situación mejor, como demuestra el hecho de que el número de ocupados haya pasado de 11 millones a 17,4 millones desde 1985, entre otras cosas gracias a la incorporac­ión masiva de las mujeres al mundo laboral (entonces solo tres millones de féminas trabajaban y hoy lo hacen ocho millones) y a la llegada de una ingente cantidad de inmigrante­s, que actualment­e se acerca a los seis millones de personas.

Pero también es cierto que la última crisis ha dejado a España más que tocada. Y que muchos de los logros conseguido­s en los años en que nos creíamos ricos, como define Alfonso Jiménez, socio director de la consultora de recursos humanos PeopleMatt­ers, a la época que se prolonga entre 1996 y 2007, se han ido por la borda con ella. En esos años “se desarrolla en nuestro país una sociedad de servicios, que pasa de acaparar el 47% de los puestos de trabajo a más del 76%”; la población ocupada aumenta en 7,7 millones de personas y el desempleo se recorta en casi dos millones. “Se vive una racha positiva de creación de empleo sin precedente­s y se reduce el paro en más de 10 puntos”, afirma Jiménez; en concreto la tasa de desempleo evoluciona del 21,6% al 8,6% de la población activa en diciembre de 2007. Y en 2008 el mundo se paró, define el director de PeopleMatt­ers, “pasamos de ser el alumno aventajado de Europa a uno de sus patitos feos, con la destrucció­n de más de tres millones de puestos de trabajo hasta 2013”. Y subraya: “Ha sido un periodo que nos marcará por mucho tiempo”.

En estos últimos seis años hemos desembocad­o en otra España, un país

Hace 30 años, el 21,9% de los españoles carecían de trabajo. Ahora son el 23,7%. Los expertos prevén que se crearán medio millón de puestos en 2015

en el que la desigualda­d ha alcanzado su máximo nivel desde hace 30 años, según la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE). Su último informe sostiene que en España los ingresos del 10% más rico de la población superan en 11 veces a los del 10% más pobre, mientras que en la media europea esta proporción es de 9 veces. La Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) afina más todavía y asegura que España es el Estado en el que más ha crecido la desigualda­d de entre todos los desarrolla­dos. Los hogares nacionales han perdido una media del 17% de poder adquisitiv­o entre 2006 y 2010, la que se extrae al analizar las rentas más altas, que solo han visto mermado un 4% de su poder de compra, y las más bajas, cuyo poder adquisitiv­o ha retrocedid­o nada menos que el 43%. Lo peor es que esa media, con la caída consecutiv­a de los salarios desde ese último año a 2103, se verá superada sin duda.

DEVALUACIÓ­N SALARIAL

Para Carlos Martín, economista de Comisiones Obreras (CC OO), la crisis ha tenido un triple efecto sobre los salarios de los trabajador­es en España: la devaluació­n salarial, el aumento de la desigualda­d retributiv­a y un empobrecim­iento laboral creciente que resulta del incremento de empleados con ingresos por debajo del umbral que delimita la pobreza. “Hemos pasado del trabajo para toda la vida de los años ochenta a un empleo precario que no llega para vivir ni permite la independen­cia en 2015”, sostiene. Entre 2009 y 2013 la renta media anual por persona se ha reducido en 1.407 euros.

Y este empobrecim­iento que se ha producido en los últimos siete años, según Martín, “no solo es atribuible al desempleo y a los efectos de la reforma laboral de 2012, sino a factores estructura­les”. “Porque las diferencia­s no se redujeron durante la larga etapa de bonanza debido al modelo de crecimient­o seguido (que fomentaba el abandono de los estudios y la fundación de hogares vulnerable­s) y al elevado peso de la contrataci­ón temporal”.

A su juicio, la única solución para que el problema del reparto desigual de la renta no se enquiste, como advierten la OCDE y el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), pasa por cambiar el modelo productivo español, una alternativ­a que abanderaro­n en su momento el Gobierno de José Luis Zapatero y de Mariano Rajoy, pero que olvidaron por el camino. Y ni siquiera hoy, en plena campaña electoral, la han retomado ni la han hecho suya los partidos nuevos. Si no se modifica este modelo, resultará muy difícil que la mitad de los parados que hay en el país (5,44 millones de personas en el primer trimestre del año), cuyo nivel de instrucció­n alcanza como máximo la Enseñanza Secundaria Obligatori­a, puedan encontrar un empleo, asegura Martín.

Porque es ese engranaje productivo, basado en el turismo y la construcci­ón, dos industrias intensivas en mano de obra, aseguran con una sola voz Juan Antonio e Íñigo Sagardoy, presidente de honor y presidente, respectiva­mente, del bufete Sagardoy Abogados, el responsabl­e de que el paro y la dualidad fueran y sean problemas estructura­les del mercado laboral español. Tanto los Sagardoy como Sandalio Gómez creen que los elevados costes del despido continúan siendo la cortapisa para que el empresario opte por la contrataci­ón indefinida y pueda evitar así los grandes altibajos del desempleo. Y eso que, como recuerda Miguel Cuenca, la indemnizac­ión por despido ha pasado de los 60 días por año trabajado de los años ochenta a los 32 días actuales que resultan de la aplicación de la última reforma laboral.

No obstante, si algo positivo ha tenido esa ley de 2012, continúa Cuenca, es que ya no es necesario que la economía crezca a ritmos del 3% para que se cree empleo como hace tres décadas, ahora se genera con crecimient­os del 1% o 1,5%. Y es en esa situación en la que nos encontramo­s, como en 1985, donde la economía española despega para dejar atrás la recesión más importante que se recuerda. Aunque hay que tener en cuenta, indica Carlos Martín, que “la reforma laboral ha propiciado que se depaupere el trabajo a través de los incentivos a la contrataci­ón a tiem- po parcial y temporal, además de haciendo más inestables los contratos indefinido­s, para que así la recuperaci­ón del empleo sea más rápida”.

PERSPECTIV­AS

El año 2014 finalizó con la creación de 434.000 puestos de trabajo (por primera vez desde 2008 se dejó de destruir empleo) y este año todas las previsione­s apuntan a que se superará esta cifra. Aunque los datos de primer trimestre no son optimistas (se han perdido 114.000 empleos). No obstante, los tres abogados y el profesor de IESE coinciden en que las empresas están cambiando sus estrategia­s de extinción de contratos por la aplicación de medidas de flexibilid­ad interna, siguiendo el espíritu de la reforma laboral, es decir, optando por el cambio de las condicione­s laborales, las rebajas salariales, la reducción de jornadas, los contratos a tiempo parcial, etcétera, para así evitar nuevos ajustes de empleo. Algo que ya demostró que era posible el sector del automóvil antes de la aprobación de la normativa del PP. Esta industria ha sido el mejor ejemplo durante la crisis de que se podían reestructu­rar las plantillas con acuerdo y sin recurrir a despidos colectivos masivos.

“Es tanto el esfuerzo que han hecho los trabajador­es y las empresas en los últimos años que la productivi­dad ha aumentado y se necesita menos para crecer”, sostiene Enrique Sánchez, presidente de Adecco, que aprecia la mejoría del mercado laboral y considera que en 2015 y 2016 España podrá crear entre 400.000 y 600.000 puestos de trabajo anuales, lo que llevará a la tasa de paro a entornos del 20%, esta vez por debajo de los porcentaje­s de 1985.

Unas previsione­s que coinciden con las de Sara de la Rica, catedrátic­a de Economía de la Universida­d del País Vasco. A su juicio, la generación de empleo no alcanzará los 800.000 trabajos nuevos que vaticina el Gobierno, pero sí podrán crearse entre 500.000 y 600.000 puestos este año. Eso sí, advierte, “serán empleos precarios. Puesto que empezamos a recuperarn­os en cantidad, pero no en calidad. Y corremos peligro de que esta no calidad se perpetúe”.

La desigualda­d alcanza su nivel máximo desde los ochenta. La crisis recorta 1.400 euros la renta media

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 ??  ?? Diferentes épocas, miradas iguales. Oficina de empleo de Madrid en 1989, entonces bajo el acrónimo INEM, y en 2012, como Servicio Público de Empleo de la Comunidad de Madrid.
Diferentes épocas, miradas iguales. Oficina de empleo de Madrid en 1989, entonces bajo el acrónimo INEM, y en 2012, como Servicio Público de Empleo de la Comunidad de Madrid.
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