Europa teme que se debilite el vínculo con su principal aliado
Los peores presagios de los Veintiocho se han cumplido. Lejos de la prudencia diplomática que caracteriza a Bruselas y a las principales cancillerías, los líderes comunitarios habían tomado partido claramente por un triunfo de Hillary Clinton. Europa afro
La decepción usa en ocasiones palabras tan corteses como vacías. Si se confirma, como todo indica, la victoria electoral de Donald Trump, Europa amanecerá hoy enviando unas felicitaciones en las que no cree. “Trump no es solo un problema para la Unión Europea; es un problema para el mundo entero”, dijo al diario alemán Der Spiegel Martin Schulz, presidente de la Eurocámara, hace apenas dos meses. Hoy, sin embargo, su papel se centrará en el de representar a la institución.
La victoria de Trump tiene consecuencias para Europa más allá de la clara apuesta a favor de Hillary Clinton que han expresado una y otra vez en voz alta sus grandes líderes, desde la canciller alemana Angela Merkel hasta el presidente francés François Hollande, pasando por el de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. “Predicador del odio”, llegó a llamarle el ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier. Todos ellos deberán hablar ahora cara a cara con el Gobierno de Trump.
Congelar el TTIP
En este ámbito, la primera consecuencia clara del triunfo republicano es el envío definitivo al congelador del tratado de libre comercio que desde hace tres años negocian Europa y EE UU, el conocido como TTIP. Abre además una nueva era en la que el princi- pal socio comercial de la UE tendrá como líder a un firme partidario de políticas proteccionistas, que considera “un desastre” la Organización Mundial del Comercio y desconfía de la OCDE, que persigue la evasión fiscal de las multinacionales.
Pero, sobre todo, eleva a cotas inesperadas la inquietud ante los próximos procesos electorales que afronta el continente, con el xenófobo Geert Wilders en liza en los comicios holandeses de marzo; la ultraderechista Marine Le Pen liderando las encuestas para las presidenciales francesas de abril y mayo, y la antinmigración Alternativa por Alemania lista para dar un salto cualitativo en las elecciones federales germanas, previstas para la segunda mitad de 2017.
El calendario juega ahora a favor de los populistas. Los partidos tradicionales no encuentran la fórmula para frenar el ascenso del antiestablishment que ya dejó huella de su potencia en el continente con el Brexit. La tendencia no entiende aparentemente de macroeconomía, pero la debilidad de la recuperación europea hace más vulnerable al continente ante este tipo de mensajes: la tasa de paro en EE UU es la mitad que en la eurozona y su crecimiento casi dobla al de sus socios comunitarios, cifras que de nada le han servido para acortar la distancia sideral que parece separar hoy a las élites del ciudadano.