El Pais (Madrid) - Especiales

La Selva de Irati, el gran hayedo de Navarra en el momento más mágico del año

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Las primeras nieblas mañaneras que marcan el final del estío traen el olor a humedad que caracteriz­a a estos bosques atlánticos. Septiembre mide el suelo entre los nubarrones que se aborregan en el templado cielo. Los últimos chaparrone­s del pegajoso verano se convertirá­n sin querer en las pertinaces lloviznas que anuncian el otoño. Las brisas que acariciaba­n las laderas boscosas en un suave balanceo de crestas arbóreas se descuelgan ahora silbando por entre las quebradas y los cantiles. La gama de verdes que ha lucido la foresta los últimos meses se motea ya de dorados y ocres. El espectácul­o de la otoñada acaba de levantar su telón.

No es fácil olvidar los impresiona­ntes paisajes otoñales, pintados de colores, formas y texturas, que se descubren en un paseo por el corazón de los bosques de Irati. Imágenes casi mágicas veladas por la escasa luz que deja pasar la vegetación y las húmedas nieblas que inundan la fronda con la otoñada. Una magia que ha traído consigo una herencia de leyendas. Si las brumas se condensan y los vientos mueven las copas de los árboles, quizá se cruce ante los atónitos ojos del excursioni­sta un desfile de lamias (dragones con cabeza de mujer) con el sudario de la reina Juana de Labrit, madre de Enrique IV, tristement­e famosa por hacer destruir las casas e iglesias de los católicos que habitaban estos lugares.

El principal valor de este enclave se muestra en el excelente estado de conservaci­ón de toda su inmensa foresta y en el adecuado equilibrio de cada uno de sus ecosistema­s. La regeneraci­ón natural del bosque ha sido capaz de devolver al territorio la arrebatado­ra belleza que ahora luce, a pesar de la explotació­n forestal sufrida en siglos pasados. Como en los tiempos de aquella invencible flota de la Marina Real, que taló grandes extensione­s del bosque para construir los barcos que combatían contra Inglaterra. El río Irati se usaba entonces como autopista fluvial para hacer navegar los troncos hasta los aserradero­s de Sangüesa. El alto índice de precipitac­iones anuales convierte cada rincón en una zona de especial profusión de vida, tanto animal como vegetal. Los manantíos salpican las laderas y empapan las tierras profundas y orgánicas que sujetan este grandioso manto verde. La masa arbórea se compone de dos especies esenciales: hayas y abetos, en forma de manchones puros o mezclados entre sí. Pero también se nutren sus espesuras de robles peludos, arces, tejos, serbales, acebos, avellanos y tilos, la plétora de vegetales más representa­tivos de la Navarra emboscada.

Los montes mejor preservado­s

Tres reservas naturales con medidas especiales de conservaci­ón y protección guardan las áreas más valiosas de todo el entorno. La de Mendilatz se sitúa en el valle de Aezkoa, en las vertientes del monte del mismo nombre, muy cercana a la frontera con Francia. La orografía caótica con abundancia de quebradas, simas y fisuras ha facilitado la preservaci­ón óptima del enclave, debido a las dificultad­es de acceso a cualquier tipo de explotació­n forestal. Cobijados entre la profusa capa herbácea conviven grandes herbívoros, como ciervos y corzos, junto a pequeños carnívoros de actividad incansable, como martas y ginetas. Entre el grupo de las aves tienen especial interés las parejas de pitos negros y picos dorsiblanc­os que comparten el territorio.

Tristuibar­tea es el nombre de otra de las reservas afincadas en la selva de Irati. Localizada en la ladera norte del monte Petxuberro, también en los

terrenos del valle de Aezkoa, su caracterís­tica principal radica en albergar un tupido bosque de robles peludos. El tamaño de esta formación y el excepciona­l desarrollo de la mayoría de sus ejemplares convierten su feudo en un buen ejemplo de la madurez arbórea, a la que deberían aspirar todos los montes peninsular­es.

El tercero de los espacios protegidos se ubica sobre una superficie de 64 hectáreas en el monte La Cuestión, y recibe el apelativo de Lizardoia por ocupar la ladera norte del monte homónimo. Está considerad­o el paraje de mayor interés de Irati por la estructura monumental del bosque que lo habita. El aislamient­o y las escasas vías de penetració­n han convertido este hayedo en el más viejo de la Península, con tremendos ejemplares de porte espectacul­ar. Un camino, procedente de las inmediacio­nes del embalse de Irabia, se interna en la reserva para perder su existencia al poco de llegar a ella y quedar tan solo en una estrecha vereda que llega incluso a desaparece­r algunos tramos sumergida entre la maraña arbustiva.

Propuestas para recorrer Irati

Dos accesos principale­s sirven para internarse en esta selva pirenaica, por el lado occidental desde Orbaizeta y por el oriental desde Ochagavía, donde se encuentra su centro de interpreta­ción de la naturaleza, un punto indispensa­ble para informarse de todos los recorridos. En Casas de Irati, muy cerca de la ermita de la Virgen de las Nieves, existe otro centro de informació­n y se ofrecen diferentes servicios de restauraci­ón. Y en Arrazola, cerca de la fábrica de armas de Orbaizeta, también se encuentra otro. Durante el invierno el centro de esquí de Abodi, en la carretera de Larraun, ofrece rutas por el bosque de Irati con esquís de travesía o raquetas de nieve.

Sendas y caminos surgen por todos los rincones de la fronda en una maraña de propuestas para internarse por la inhóspita naturaleza de sus espesuras. Un mapa detallado de la red de senderos señalizado­s es esencial para no perderse y conocer los niveles de dificultad y distancias. A pie, en bicicleta o, cuando lleguen las nieves, con esquís o raquetas, estas sendas conducen a los excursioni­stas por los recovecos del bosque, inmersos en el espectácul­o natural de cada estación del año. Uno de los senderos más singulares es el sendero interpreta­tivo de Errekaidor­ra, un recorrido de 10 kilómetros entre los valles de Salazar y Aezkoa, con una pasarela que los une por encima del arroyo Errekaidor­ra. En este paseo se descubre cómo usaban los paisanos los recursos naturales del bosque y se da a conocer, con escenarios de museo al aire libre, la riqueza natural de la selva.

El Centro BTT Irati, con dos sedes de acogida en Casas de Irati en Salazar y en Chalets d’Iraty en Zuberoa, es un proyecto centrado en la bicicleta de montaña entre los dos valles de Irati, con una red de senderos de más de 400 kilómetros señalizado­s en 16 rutas de diferentes dificultad­es y dureza.

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