Nueva luz para 3.900 hogares peruanos
Los habitantes de Cajamarca, uno de los 24 departamentos en los que se divide Perú, creyeron que la instalación de paneles fotovoltaicos en sus tejados les estaba privando de la temporada de lluvias. El agua tardaba en llegar y la culpa era de esas placas desconocidas. “El trabajo comunitario es arduo: es gente que desconfía, cansada de que la engañen”, afirma Gabriel Martín, director de la fundación corporativa de Acciona, una de las firmas pioneras en España en la lucha contra el cambio climático y en sostenibilidad energética. Desde hace ocho años, Martín y su equipo impulsan y gestionan Luz en Casa, un proyecto que ha llevado luz asequible a 3.900 hogares de esta región peruana.
“Nos hemos dirigido a la base de la pirámide. Una parte de la población que nunca va a tener acceso a servicios básicos como a la electricidad o el suministro saludable de agua”, explica el director, “una región a la que no llega el Estado ni las empresas porque no hay negocio”.
Cajamarca, por su historia e intricada orografía, es una zona olvidada. Ubicada en la sierra norte peruana, lindando casi con Ecuador, sus tierras se elevan entre los 2.500 y 4.000 metros de altitud y son golpeadas con cierta frecuencia por huaycos, como allí llaman a los deslizamientos de tierra. Pero por encima de todo es el territorio con mayor retraso en el acceso a la electricidad de un país, Perú, que ya ocupa los puestos más bajos en la clasificación latinoamericana.
Este es el escenario que se encontró la Fundación Acciona Microenergía al inicio del proyecto. Su objetivo: llevar electricidad sostenible a ciudadanos sin recursos, reticentes a intervenciones y hastiados de promesas incumplidas.
“El proceso de electrificación fue voluntario: a veces lo llevábamos a cabo en el 25% de una comunidad y luego, cuando los vecinos veían que funcionaba, se iba sumando más gente”, recuerda Gabriel Martín. A los asentamientos, dispersos y desconectados, llegaban andando o en camioneta, a veces incluso en mula. No sabían qué iban a encontrar en cada casa: “En Perú nos enfrentamos a una enorme falta de información en materia de electrificación”, interviene Jessica Olivares, responsable del proyecto en Perú. “No hay un registro claro y transparente y lo que hay está desactualizado”.
En cada domicilio que aceptó la electrificación se instalaron tres elementos: en el tejado, un panel fotovoltaico, y en el interior de la vivienda varios puntos de luz. Cada familia paga diez soles mensuales por el servicio, señala Martín, que al cambio son unos 2,5 euros. La cuota se completa con la aportación del Fondo de Compensación peruano, que cubre el resto del gasto real de la factura. Así, los usuarios abonan un 30% de la cantidad que antes pagaban por iluminar sus hogares con velas o pilas, entre otros métodos. Teniendo en cuenta que la renta per capita es de unos 85 euros al mes, la luz se lleva alrededor del 3% del presupuesto.
“Hay que sumar el sentimiento de seguridad que ahora tienen”, explica Olivares. “La luz está ahí sin riesgo. No hay peligros asociados a otros métodos menos seguros [como la combustión de materiales o el queroseno] que tenían”.
Nuevos hábitos y desarrollo
Esta seguridad ha redundado en un cambio de hábitos para los habitantes de Cajamarca. La luz dura el tiempo que ellos quieran. “A la hora de la cena la gente puede sentarse en la mesa a socializar”, expone Olivares, que detalla que antes estos ritos cotidianos tenían lugar a la luz de una vela. “Cenan juntos, discuten, hablan, ríen. Hay más unión familiar”. La electrificación también ha propiciado un cambio cultural en las comunidades: “Antes esperaban a que algún programa
social o político les diese lo que demandaban”, cuenta la coordinadora. “Ahora existe un sentimiento de obligación. Yo te doy pero esto no es gratis, lo vas a pagar y a cuidar”.
Una de las cosas que más enorgullecen al equipo es que el proyecto ahora fluye, va solo. A ello contribuye la creación de los Centros Luz en Casa. Actualmente hay 12 en la comarca. “Son unas microempresas gestionadas por los propios vecinos”, dice Martín, y explica que en estas franquicias se venden electrodomésticos y artículos electrónicos de alta eficiencia energética testados por Acciona Microenergía. Los centros dan servicio a unos 3.900 hogares de la región y actúan además de dinamizadores sociales, un aspecto central en la filosofía de la institución.
Formación de técnicos
Otro factor para que Luz en Casa haya enraizado es la formación cualificada de técnicos locales. “Empiezan a trabajar para la Fundación como instaladores y hacen reparaciones y tareas de mantenimiento", amplía el director. “Ya hay entre 10 y 15 con su área de influencia particular. Con ello incrementamos la autonomía del proyecto”. Una autonomía clave para Acciona, que en su estrategia de responsabilidad social contempla que sus iniciativas sean cuantificables, estén alineadas con su visión empresarial y, sobre todo, pervivan una vez finalizadas.
Si hay una clave para el éxito que ha tenido Luz en Casa es, coinciden los protagonistas, la transparencia. “Nunca hemos ofrecido algo que no podíamos cumplir”, dice Olivares. “Nos hemos ‘ganado el derecho’ de ayudarles”. Ocho años empleados en llevar luz nueva, segura y económica a más de 16.000 habitantes de la montañosa Cajamarca.